La política exterior es la política más importante para Uruguay. Aunque no ocupe el centro de los debates políticos ni forme parte de la discusión cotidiana de la gente, define el horizonte de una sociedad no solo en su economía, sino también en su pertenencia cultural y sus valores.
Más allá de la rica tradición histórica y diplomática de nuestro país, existen algunos mandatos constitucionales que configuran un camino del que no debemos apartarnos, ni en tiempos de bonanza, ni en tiempos de desgracia.
Así en la sección primera “De la Nación y su Soberanía” dice el artículo 2 que la República Oriental del Uruguay “es y será para siempre libre e independiente de todo poder extranjero”. El artículo 3 que “jamás será el patrimonio de persona ni de familia alguna” y el 4 que “la soberanía en toda su plenitud existe radicalmente en la Nación, a la que compete el derecho exclusivo de establecer sus leyes”.
Además el artículo 6 se consagra la solución pacífica de controversias cuando establece que “en los tratados internacionales que celebre la República propondrá la cláusula de que todas las diferencias que surjan entre las partes contratantes, serán decididas por el arbitraje u otros medios pacíficos”.
El segundo inciso de ese artículo sexto también es muy significativo. “La República procurará la integración social y económica de los Estados Latinoamericanos, especialmente en lo que se refiere a la defensa común de sus productos y materias primas. Asimismo, propenderá a la efectiva complementación de sus servicios públicos”.
Muy a menudo en el análisis sobre las opciones de inserción internacional que tiene nuestro país se pierden de vista estos conceptos, se los olvida como si no fueran parte de la Constitución, es decir norma suprema para todos los habitantes de este suelo. Por más que se diga que la política internacional es dinámica y no puede atarse a rigideces propias de la Carta Magna, está vigente y expresa una filosofía muy arraigada en el ser nacional.
En los últimos tiempos se ha vuelto común escuchar a ciertos políticos y académicos sostener que dictámenes internacionales están por encima del pronunciamiento soberano del cuerpo electoral nacional, de nuestra Constitución y leyes. Como si el sistema mundial fuera una especie de espacio vacío y neutro donde no intervienen intereses económicos, ideológicos y de todo tipo.
¿Acaso es posible sostener que la defensa de la autodeterminación puede significar aislarse del mundo? Claro que no, por el contrario, seguramente garantizará una inserción más respetable, menos proclive a las oscilaciones de la política mundial.
Por otra parte, no faltan quienes pasan por alto que procurar la integración latinoamericana es un mandato constitucional. Desde el punto de vista institucional para nosotros, los uruguayos, Latinoamérica es fundamentalmente el Mercosur y la Aladi.
¿Implica encerrarse en la región? No, y de hecho nuestro país sigue dando muestras de su enorme capacidad de abrirse paso en mercados de todo el mundo, como sucede en estos días con la carne uruguaya en Arabia Saudita y Líbano.
Es momento de analizar con seriedad las opciones que tiene Uruguay, en el complejo escenario de múltiples polos que disputan sus esferas de influencia. Para ello es primordial no perder de vista la sabiduría contenida en nuestra Carta Magna.
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