Quien suscribe, Dr. Diego Bimonte, Veterinario de formación y actual Representante Ambiental de ANP, por este medio expresa que ha leído atentamente el editorial de vuestro prestigioso semanario La Mañana del miércoles 24 de febrero, titulado: “La crisis no puede quedar en manos de economistas”.
Comparte plenamente lo allí expuesto tanto en las referencias a Clemenceau como a la necesidad de aunar voluntades consensuadas que puedan permitir una transformación productiva para así dinamizar sectores claves de la producción nacional, nombrándose entre otros la lechería.
En ese punto hacen énfasis en el estímulo fiscal y más adelante hablan de la creación de un Consejo que reúna de manera consensuada los intereses en pro de un objetivo común. Si bien no se menciona, queda implícito que no serán solo los estímulos fiscales los que deberían usarse como una herramienta sino que también la apoyatura técnica necesaria para darle forma a ese “vivir” al que José Enrique Rodó identificaba como una “Reforma”, potenciando lo que ya existe, mejorándolo y buscándole nuevas capacidades de adaptación a un mundo cambiante.
De todo el artículo, voy a detenerme en una parte, la lechería. En el mundo y Uruguay no escapa a ello, cada vez se consume más leche industrializada a través de sus diversos subproductos en detrimento de la leche consumida como alimento. Esto en buena medida se debe a una oferta importante sustentada en la genética y en el manejo nutricional.
Otrora nuestro país fue pionero con la implementación de un precio diferencial al tambero conocido como Sistema de Litro Leche Cuota, que garantizaba en ese entonces un beneficio por 60 litros de leche remitida de calidad y toda la demás era comprada con el precio de leche industria sensiblemente inferior y sujeto a las oscilaciones entre la oferta y la demanda.
Como es bien sabido a mayor oferta los precios bajan hasta equilibrarse con la demanda y en un sector que insume grandes inversiones en forrajes, praderas para recría especialmente las terneradas de recría 2, ensilados, henificados aprovechando los picos de forraje, mas instalaciones que garanticen una inocuidad alimentaria adecuada; son factores que inciden en la rentabilidad de los tambos, aquí y en el mundo.
Transformación productiva en la lechería
En abril de 2019, un año antes de la irrupción de la pandemia, tuvimos con mi esposa la posibilitar de recorrer los Estados de Baden-Wurtemberg y de Baviera en Alemania. En el primero de los nombrados nos sorprendió ver, en las intersecciones de las rutas y autopistas, estatuas de vacas lecheras pintadas con los colores de la bandera alemana, con una inscripción que nuestro guía nos tradujo y se trataba de la crítica situación de los tambos en Alemania.
También pudimos, en ese primer Estado pero más precisamente al borde de la Selva Negra, visitar a un tambero que decidió cerrar la producción de leche y recibir de varios tamberos asociados, su producción. El establecimiento cuenta con dos instalaciones que parecían casi quirófanos, en una procesaban quesos de diversos tipos y en la otra con el suero de la leche, confeccionaban productos cosméticos, inspirándose en el legendario ejemplo de los baños de leche que las damas de la antigüedad solían tomar para mejorar la piel.
Por otro lado se aprovecha un subproducto rico en grasas y proteínas con alta Demanda Bioquímica de Oxígeno (DBO) para ser degradado convirtiendo un contaminante en un producto rentable, contribuyendo a la mejora del medio ambiente con dividendos a favor.
Los quesos se comercializan en varios puntos de venta además del propio establecimiento y los cosméticos tenían igual salida e inclusive tenían clientes en los múltiples hostales de montaña para el turismo de invierno.
El techo de las instalaciones contaba con paneles solares con lo cual alimentan de electricidad al mismo y por lo demás un establecimiento tradicional donde curaban jamones típicos de su charcutería, además de realizar un manejo sustentable de los bosques circundantes, asociado con pastoreo y de lo cual se encargaba orgullosamente su padre, según sus propios dichos.
Todo lo producido por los productores remitentes a este emprendedor, se le retribuye como un plus que permitía la residencia en la comarca, garantiza un nivel de vida bueno así como la prosperidad, cubrían sus costos y además contribuyen con sus impuestos al bienestar general.
El propietario, traducción mediante, nos comentó que ante la disyuntiva de cerrar y emigrar, planteó la situación a su comuna quien le proporcionó asesoría técnica para decidir las opciones de reconversión y el estudio de factibilidad financiera y de mercado, decantándose por lo que tuvimos oportunidad de ser testigos.
Para concluir, celebro y comparto esta opinión vuestra que tiene la potencialidad de no ser solamente local o regional, sino también de cooperación internacional en el mundo multilateral que se nos está abriendo delante nuestro, y sí totalmente de acuerdo con la de pensar escenarios y mecanismos que garanticen aquello que Rodó mencionara con magistral sabiduría: “Renovarse es Vivir”.
Saluda a Uds. muy atentamente,
Dr. Diego Bimonte Patetta
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