Inglaterra ha vuelto a generar polémica en el cono sur. Esta vez, por un concurso organizado a través de sus embajadas en Buenos Aires (Argentina), Montevideo (Uruguay), Santiago (Chile), y Asunción (Paraguay) dirigido a estudiantes universitarios pertenecientes a estos cuatro países sudamericanos, cuyo premio es un viaje a las Islas Malvinas con todos los gastos cubiertos. La finalidad de este viaje sería promover intercambios culturales.
La convocatoria que ya se había realizado el año pasado, se inició el 15 de agosto y cerró el pasado lunes. Tiene como objetivo que los estudiantes premiados tengan una estadía de una semana en las Islas Malvinas en la casa de una familia local para tomar contacto directo con la cultura isleña. Según las bases del concurso, los participantes deben tener un nivel de inglés avanzado y pasaporte de alguna de las cuatro nacionalidades mencionadas arriba.
Sin embargo, como era de esperarse, el gobierno argentino rechazó la iniciativa del gobierno británico realizando un comunicado de prensa en el que manifestaba su disconformidad con este concurso. Y por su parte, la cancillería argentina ratificó la postura, expresando que el fin de este concurso no era otro que el de “consolidar y justificar la posición colonial del Reino Unido sobre una porción del territorio nacional que, por derecho, historia y geografía forma parte inseparable e irrenunciable de la República Argentina”.
Ahora bien, esta parece ser otra historia en la que se repite aquella célebre frase: “Divide y reinarás”. Porque si analizamos con un poco de suspicacia lo que está ofreciendo Inglaterra a nuestros estudiantes, no es otra cosa que la banalización de la cultura o, mejor dicho, del intercambio cultural. En definitiva, cabe preguntarse: ¿qué es lo que tienen las “Falklands” para ofrecer a nuestros estudiantes? Resultaría más razonable si Inglaterra quisiera establecer verdaderos vínculos con el cono sur que las becas ofrecidas fueran a Oxford, Cambridge o Londres, o al menos Brighton, lo que permitiría un rico intercambio cultural entre norte y sur.
Sin embargo, en las Islas Malvinas la cultura es un bien escaso ya que apenas hay un par de centro de estudios en lo que se da enseñanza primaria y secundaria. No hay universidades y hay tan solo una biblioteca pública que apenas tiene unos 20.000 ejemplares. Por lo que las razones que están de fondo en este concurso tienen que ver con una estrategia de sembrar distancias entre Argentina y los demás países del cono sur que con profundizar las relaciones entre las islas y el continente.
Además, no hay que olvidar que desde el año 1971 cuando Inglaterra acordó con Argentina la “Declaración Conjunta referente a comunicaciones entre las Islas Malvinas y el territorio continental argentino”, denominado “Acuerdo de Comunicaciones”, mediante el cual se establecieron una serie de medidas que facilitaron el movimiento de personas y de bienes entre el continente y las islas, se promovió un verdadero vínculo cultural, social y económico que posibilitaba que los habitantes de las Malvinas fueran a estudiar a la Argentina o a atenderse en sus hospitales. Este proceso obviamente se vio interrumpido por la guerra.
En definitiva, con los antecedentes conocidos por todos, podemos decir que con esta propuesta Inglaterra elude un verdadero intercambio cultural con el continente. Pero peor todavía es que en nombre de la cultura, continua con una política exterior incisiva, no sólo aprovechándose de las debilidades de nuestro continente, sino también de las humildes ansias de nuestros estudiantes para los que resultaría muy atractivo y beneficioso acceder a nuevas experiencias y aprendizajes.
Pero quizás, el fantasma que ulula tras la cortina de humo esté relacionado a lo que sucedió el 23 de junio de este año en Londres, día en que varios estudiantes argentinos que se encontraban en la capital británica cantaron la Marcha de las Malvinas frente al Palacio de Westminster generando múltiples reacciones que se volvieron virales a través de las redes.
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