En todos los temas, en cuanto a opiniones y discusiones, siempre aparecen posturas radicales y muy alejadas entra sí. Eso es viejo y normal. Lo nuevo y anormal es que hoy solo estamos tolerando y aceptando la opinión que viene desde un extremo, el de aquellos que dicen que, si no se encierra a todo el mundo, se aísla, se reprime o se vacuna de forma obligatoria a toda la población, prácticamente todos corremos el mismo riesgo de enfermarnos y de morir a causa del coronavirus.
Al mismo tiempo, se generaliza demonizando y acusando de negacionistas, conspiranoicos o terroristas sanitarios y no solo a quienes están en el otro extremo, porque es correrse apenas un poquito de la corrección establecida, que la inquisición también le cae a aquellos que plantean problemas mucho más graves, que surgen a causa de la pandemia en el presente y para el futuro.
Gente que solo da su visión de acuerdo a la realidad que vive y conoce de cerca, sin necesidad de estudiar una publicación científica, solo la experiencia de vivir y moverse en sociedad y en esta “nueva normalidad” le permite visualizar los problemas provocados y, a la vez, invisibilizados por la pandemia, donde un virus ha estado, absolutamente, por encima de otros grandes problemas que tiene la sociedad, incluidos en la salud.
Muchos hemos escuchado, conocemos de cerca o hemos vivido directamente situaciones preocupantes y graves de las que pocos hablan y se ocupan. Policlínicos tanto privados como públicos casi vacíos, y algunas urgencias sin atender. Conozco más de un caso, de gente muy cercana, que ha acudido de urgencia a una mutualista solicitando ser atendidos por dolores fuertes, riesgosos, como lo pueden ser en el abdomen o en la cabeza, que han sido rechazados y enviados al domicilio a esperar ser llamados por un médico que lo atienda de forma telefónica.
Parece que el único síntoma puede ser el del covid o similares, porque “hoy para que lo atiendan se tiene que estar muriendo” le dijo una funcionaria de una mutualista a una madre que pedía que un médico vea a su hijo de 4 años que no aguantaba el dolor de cabeza. Y casos de esos hay muchísimos en todos lados. Lo que hasta hace muy poco estaba bien, porque es importante prevenir y atender a tiempo, hoy está mal porque “la gente no puede ir a molestar por un dolor pequeño o un tema menor, al doctor”.
En esta “nueva normalidad” nos acostumbramos a médicos diagnosticando de lejos sin ver ni tocar al paciente, miles de cirugías han sido postergadas generando problemas irreparables, miles de estudios de detección precoz de enfermedades que no se hicieron, miles de consultas a especialistas demoradas o postergadas, así como otras tantas dificultades que han hecho vivir situaciones dramáticas a mucha gente, han sido generadas por esta nueva normalidad que nos impuso la pandemia.
Hasta hace muy poco las campañas de concientización sobre salud tenían como prioridad la atención primaria y la detección precoz de enfermedades. Estábamos todos de acuerdo que un dolor detectado y atendido de forma rápida podía salvarle la vida a alguien. O que un estudio hecho a tiempo también era fundamental para mejorar calidad de vida. Sin embargo, hoy, en muchos lugares, la omisión de asistencia está prácticamente permitida.
También, hasta hace un año, las consultas presenciales y los diagnósticos certeros eran fundamentales e incuestionables, mientras que hoy para muchos es normal la consulta telefónica, o a varios metros de distancia entre el paciente y el médico, que ve y diagnostica de forma rápida desde la puerta por miedo a un contagio.
Previo a la pandemia había una opinión clara de que el parto natural era muy recomendable y que había que evitar las cesáreas sin justificación, sin embargo, algunos han llegado hasta ese punto de programar una cesárea a una mujer solo por dar positivo de covid días antes de la fecha estimada de parto.
Ni que hablar de la gravedad de los problemas de salud mental. Si se publicaran todos los días y en cadena las cifras de depresión, ansiedad y suicidios, nos daría vergüenza llamarle a esto normalidad.
Tengo claro que no se puede caer en generalizaciones y soy consciente que la situación es difícil para todos, que la mayoría de los médicos se han comprometido como siempre, asumiendo riesgos y trabajando bajo presión, con el estrés y el miedo, que es humano. Así como también entiendo que quienes toman decisiones políticas están en un contexto global, constantemente bajo presión, asumiendo responsabilidades y buscando equilibrios.
No obstante, es hora de discutir y definir claramente cuáles son los límites y hasta dónde vamos a aceptar como normales cosas que hasta hace muy poco nos parecían anormales y muy perjudiciales para la salud y toda la sociedad.
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