Este es un tema muy amplio para agotarlo en una o dos notas, se merece mucha más atención y lamentablemente no es inexacto que a Uruguay las cosas siempre llegan tarde.
Sin ir más lejos, el joven escritor español Jano García ha abordado este asunto con libros tales como Contra la mayoría (que de fascista no tiene nada) y varios más, que por supuesto en este rincón del mundo no se encuentran. Claro, en Europa ya vuelven, cuando nosotros vamos (si es que vamos…). En la democracia liberal parlamentaria triunfa quien tiene más votos y punto, sin que nadie se pregunte en qué fundamento filosófico se llega a esa conclusión (y no quiero pasar ni de cerca por la puerta de la casa de un conocido masón llamado Juan Jacobo). Nos reímos cuando pensamos que los reyes absolutistas se atribuían la representación de Dios sobre la Tierra, pero no nos preguntamos por qué una mayoría muchas veces circunstancial nos obliga a hacer cosas que no deseamos. Y decir esto no es caer en el anarquismo, bastante pasado de moda, sino simplemente razonar con un mínimo de lógica, que para quienes no lo saben forma parte de la filosofía.
Pero bueno, necesitamos votos para vivir dentro de este tipo de democracia, en la cual vale lo mismo el sufragio de un borrachín al de un científico reconocido, independientemente de a quién voten, que quede claro. Ahora bien, dada la lamentable situación de nuestra enseñanza pública, dada la lamentable experiencia con las pruebas PISA, parece evidente que son más los borrachines y anexos que los científicos o los académicos. Piénsese un momento, por otra parte, que cuando en una familia se quiere cambiar una cocina o un televisor, sus integrantes buscan la mejor marca – al menos la que esté a su alcance monetario– antes de comprar el nuevo artefacto porque no todos son iguales. Pero a la hora de elegir a quien gobierne nuestros destinos, la elección puede recaer en absolutos mediocres, dado que no solamente los electores votan cualquier cosa sin profundizar, sino que los elegibles a veces hasta se inventan títulos universitarios, lo que finalmente conlleva la decadencia de un país y de una sociedad. Pero paciencia, elevemos el derecho a ser elector y a ser elegible a los altares, no sea cosa que alguien se ofenda. Pero no perdamos totalmente la esperanza, ya que la realidad nos ha demostrado, por lo menos desde hace dos mil años, que muchas veces la ficción no prospera y que muchos hombres al parecer tocados por una varita mágica han sido providenciales para sus países.
Eso sí, mientras esto no ocurra, hablemos con palabras sencillas, comprensibles y nada complicadas sobre temas también fáciles de entender. Defendamos el sufragio universal si no queremos ser barridos del mapa político. Total, algunas culebras hay que tragarse dijo alguien…
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