El plan de desarrollo neoliberal del Consenso de Washington aconsejaba “obtener los precios correctos” mediante tipos de cambio determinados por el mercado, la liberalización del comercio y la apuesta por las ventajas comparativas naturales para conseguir los sectores más dinámicos. Originalmente, el Consenso de Washington sugería tipos de cambio competitivos para fomentar las exportaciones, haciendo hincapié en la necesidad de que las fuerzas del mercado (y no la regulación estatal) fijaran el tipo de cambio. Sin embargo, la mayoría de las veces, los políticos orientados al Consenso de Washington utilizaron los tipos de cambio fijos como pilar principal de los paquetes de estabilización que precedieron a las reformas estructurales. A través de regímenes de tipo de cambio fijo, pretendieron utilizar el ajuste deflacionario interno para imponer disciplina monetaria a los agentes domésticos y así controlar la inflación y proporcionar una estabilidad de precios que fomentara la inversión.
Las teorías neoestructuralistas que surgieron tras la desaparición de las industrias de sustitución de importaciones (ISI) coinciden con el Consenso de Washington en la importancia de la apertura comercial, pero subrayan que “lo que se exporta importa”, descartando por tanto la teoría de las ventajas comparativas. En consecuencia, aunque coinciden con los neoliberales en la necesidad de una disciplina fiscal y en el mantenimiento de los equilibrios macroeconómicos, discrepan sobre el papel de las políticas cambiarias e industriales. Insisten en regímenes cambiarios que permitan la discrecionalidad con el fin de mantener niveles de cambio competitivos que favorezcan la industrialización nacional y desalienten los patrones de crecimiento basados en sectores no comercializables, como la construcción y las finanzas. Además, intentan utilizar las lagunas existentes en los regímenes comerciales internacionales para fomentar nuevos tipos de programas de política industrial.
Extraído de “Neoliberal Resilience” (Resiliencia del neoliberalismo) del economista chileno Aldo Madariaga (Princeton University Press, 2020)
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