Cuando se advierte la inconsistencia de las permanentes críticas que el Frente Amplio le hace al Gobierno, no cabe pensar sino en que la desesperación es tan mala consejera que hace olvidar hasta el ridículo a los catones en curso.
Esa censura viene devaluada por varias razones.
En primer lugar, porque no responde a una racionalidad crítica que sustente lo que Ortega y Gasset llamaba la libertad de la disidencia fundada en una ética de la convicción, sino en el evidente derrumbe de la pérdida del poder que ha sumido en la desesperación a los cuadros frentistas que no soportan el papel de oposición que les impuso el voto de la ciudadanía.
En segundo lugar, porque esa censura viene ablandada y macilenta por su origen: procede de quienes por quince años manejaron con mayorías absolutas los destinos del país y lo entregaron en las peores condiciones de seguridad y endeudamiento de toda su historia.
Para hacer más visible el ridículo de la oposición cerril desatada por los frenteamplistas, vale graficarla con los casos concretos que esgrimen.
Si comenzamos por el absurdo, ante quien afirma que los gobiernos frentistas sacaron a un millón de personas de la pobreza, como dijo uno de sus diputados con todas las letras, simplemente no le contestamos el reverendo disparate.
Preferimos referirnos a los que la oposición llama “proyectos borrosos” como califican a la “isla artificial” frente al Buceo y a la exploración por petróleo en la plataforma marítima. El proyecto de la isla artificial fue una iniciativa privada y, como tal, no le caben prendas al Gobierno.
En cuanto a la exploración petrolífera, es un emprendimiento que nada le cuesta al Erario Público y por tanto no lo paga el contribuyente, a quien este gobierno respeta más que el anterior cuidando sus gastos.
Se alarma la oposición por el riesgo corrido por un error en la LUC, que pudo hacer perder al Estado millonarios créditos hipotecarios en la ANV, pero ocurre que se corrigió el error y nada se perdió. En cambio, se sigue pagando la quiebra de ANCAP que, que le costó el cargo al Vicepresidente del frenteamplismo, y finalmente hubo que capitalizar en 800 millones de dólares.
Se hace un verdadero escándalo, alegando que los indicadores de seguridad han empeorado, cuando es falso a todas luces que no se hubiere mejorado la crítica situación de inseguridad en la que vivía inmerso el país, cuando estuvo en las manos de Bonomi y el enfermero hermano de Vázquez, ambos de ineficiente y pésima gestión.
Si se trata de actitudes personales, se emprende contra la senadora Bianchi, inteligente y aguerrida, que los hiere con incómodas verdades o contra la vicepresidente Argimón, por poner orden en la Sala, frente a quienes agreden la solemnidad de las formas en el recinto, luciendo vestimentas de inadecuada y desafiante militancia.
En el caso del TLC con China, en el que está empeñado el presidente por razones comerciales y es obviamente una política de Estado, que debería ser apoyada por todos los partidos, sale el presidente del Frente Amplio a decir que “de trata de proyectos que se desvanecen”.
En ese panorama de obstruccionismo y desacuerdo, todavía expresan, como lo ha hecho la Vertiente Artiguista en su reciente asamblea, que el Gobierno “siembra la intolerancia y dinamita el diálogo”.
Es muy claro que en esa desesperada actitud opositora se oponen también a la designación de la Fiscalía de Corte, que tuvieron a su servicio los últimos diez años y siguen trabando la renovación de la Corte Electoral.
¿Quién siembra, entonces, la intolerancia? ¿Quién dinamita el diálogo?
Ya hemos calificado como de pólvora mojada el poder de fuego de una oposición que no encuentra rumbo acertado para posicionarse y solamente atina a golpear y poner obstáculos, secundada por el poder sindical con sus paros y movilizaciones, mostrando una desesperación que ya cae en el ridículo.
La pérdida del poder y los beneficios de los que abusaron durante quince años se hacen sentir. Los viajes, las prebendas, el nepotismo, los viáticos, los autos, los pasajes, las tarjetas que pagaba el Estado, las licitaciones para amigos o parientes, los estipendios a lo ventajeros, favorecidos y paniaguados, son lucros y provechos de un país del que se consideraban dueños, sin limitaciones ni responsabilidad.
Pero, además de todo eso, no hemos visto disculpas o explicaciones ni autocríticas por los millonarios derroches en aventuradas inversiones como Aratirí, la regasificadora, el puerto de aguas profundas, las velitas al socialismo, los oscuros negociados con Venezuela o las indebidas donaciones del Erario Público como el perdón de la deuda de Cuba, o la tolerancia con la estafa de Venezuela a los tamberos y a Conaprole que, junto a las pérdidas cuantiosas por gestiones delirantes en Ancap, Pluna y Alur, conforman una pesada herencia que debe asumir el país.
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