Al final de la novela Cándido, de Voltaire, el protagonista después de innumerables peripecias descubre que lo único que puede garantizar la felicidad de la humanidad es el trabajo: metaforizado en el cultivo de su propio huerto. El trabajo ha sido a partir del siglo XVIII uno de los focos de estudios con mayores interpretaciones sociales, históricas y económicas, resultando un gran abanico de perspectivas que trata de comprender la interacción humana en torno a la actividad más importante del ser humano, su subsistencia.
En la antigüedad clásica hubo dos formas de considerar al trabajador, una como esclavo, y otra como hombre libre que arrendaba su tiempo a cambio de una remuneración. Al parecer en Roma hacia el siglo lV y V a.C., hubo una mayor necesidad de mano de obra y como el trabajo esclavo no era suficiente, se comenzaba a contratar mano de obra de hombres libres que necesitaban de la remuneración. Así se comenzó a regular el mercado de trabajo de estos hombres libres, la primera ordenanza se denominaba locatio conductio operarum, y en ella se establecían algunas reglas acerca de cómo debía desarrollarse esa relación entre el “conductor” y el deudor de su trabajo. Más tarde se estableció otra ordenanza que regulaba el trabajo contratado para una obra determinada, por ejemplo alguien requería un mueble a un carpintero, llamada locatio conductio operis. Estas dos ordenanzas del derecho romano básicamente se mantuvieron vigentes en el occidente europeo más o menos hasta el siglo XII d.C.
Tengamos presentes que la caída del imperio romano significó para occidente la desaparición de las instituciones civiles, del estado, para decirlo de alguna manera, fragmentándose y regulándose en torno a señores feudales (guerreros) que eran los que proporcionaban algo de seguridad en medio de la turbulencia en que estaba sumergido el mundo Mediterráneo, al sucumbir la Pax Romana.
Esto provocó que las leyes del período romano en algunos ámbitos se mantuvieran por medio de la costumbre, generando una lex non scripta. De todos modos a partir del siglo XII comienza un resurgimiento del derecho, privilegiando las leyes escritas. En este período comienzan a redactarse ordenanzas y fueros municipales que regulaban la actividad en las ciudades, dentro de estas ordenanzas había un área específica hacia la economía y en esta se regulaba también el trabajo, los tipos de contrato, jornadas laborales, y formas de pago (se estipulaba el pago del jornal al final de cada jornada de trabajo). La otra forma de organización laboral estaba dada por medio de las cofradías o gremios que a su vez tenían voz y voto en los consejos municipales. En torno a un maestro que era el dueño de un taller trabajaban los oficiales los cuales percibían un dinero por su trabajo, a la vez ofrecían asistencia a todos los miembros de la cofradía o gremio.
Es interesante a su vez, rescatar la memoria de las mujeres trabajadoras de la época medieval. Podemos ver en la ilustración a tres mujeres realizando labores de construcción de la catedral de Teruel, la imagen justamente pertenece al conjunto pictórico de la techumbre de la propia catedral. Existe documentación que prueba que hasta el siglo XIV fueron contratadas mujeres en labores de construcción en Teruel en diversas obras. En 1375 en la llamada obra de los aljibes de la plaza hubo un accidente laboral muy grave al derrumbarse una cubierta, en el que murieron 23 hombres, cuatro mujeres, y sólo uno logró salvar la vida.
Las mujeres trabajaron en todas las labores agropecuarias, en los talleres artesanales y en el comercio, y aunque no podían poseer el título de maestros y hasta a veces de oficiales trabajaban como tales. También hay evidencia de una mujer casada que era dueña de una taberna y a título personal la arrendaba, en Cataluña, por un precio de 120 sueldos anuales, para citar uno de los casos en los que hay fuentes documentales.
Otro de los nichos laborales de la mujer en la Edad Media fue el cuidado de los cuerpos, todo lo concerniente a la ginecología y la obstetricia hasta el siglo XVI d.C., era un trabajo realizado exclusivamente por mujeres en todo el occidente europeo. Pero también realizaban otras labores como enfermería y medicina, ya que tenían un conocimiento tradicional muy conectado a la herboristería, y en el mundo medieval la composición de remedios se realizaba por medio de yuyos, hierbas aromáticas, miel y vino básicamente, como ejemplifica el tratado de composición de remedios de Hildegarda von Bingen (s. XII), monja, escritora, pensadora, música, para nombrar algunas de sus reconocidas actividades.
De este modo fueron muchas las tareas que desempeñaron las mujeres medievales, fueron panaderas, horneras, vinateras, tejedoras, pudiendo ellas mismas llevar adelante el emprendimiento a cuenta personal, llegando en el caso de las panaderas hasta tener privilegios reales, a causa del buen pan que producían. Pero también lo fueron pastoras, labriegas, etcétera.
Hombres y mujeres por igual han desempeñado un lugar esencial en la construcción del pueblo, la ciudad, el mundo en que vivimos. Muchas veces ese trabajo no ha sido valorado lo suficiente, otras ha sido inmortalizado como sucede con los cargadores de piedra de la Iglesia Santa María del Mar.
Massips de Ribera o bastaixos de capçana, eran los encargados de transportar las mercancías dentro de la ciudad, desde los barcos, parados ante la playa, hasta las casas de los comerciantes, ubicadas en su mayor parte en la calle Montcada, y se encargaron de traer todas las piedras con las que se construyó la iglesia Santa María del Mar Barcelona S. XIII-XIV, desde las canteras de Montjuïc. Cuando no había barcos que cargar o descargar trabajaban en honor a la virgen del mar. Su trabajo ha quedado inmortalizado en los dos capiteles situados a ambos extremos de la columnata adosada a la fachada principal y también en dos bronces sobre cada una de las hojas de la puerta como lo muestra la imagen.
En la Edad Media había muchos más días festivos y períodos de descanso que en la actualidad, a los 52 domingos se le sumaba unas 40 festividades de cumplimiento obligatorio porque se trataba fiestas religiosas. Y a eso – si eran campesinos- se le sumaba un número importante de días libres en los períodos que la naturaleza impedía las labores.
En ningún momento de la historia se contempló tanto los días de descanso y hubo tanto respeto por el trabajo como en este período, mal considerado “oscurantista”, que abarca casi mil años. Tenía que llegar la revolución industrial con el fenómeno del abuso de las jornadas laborales indecentes con la utilización de mujeres y niños, como nos describe Dickens en sus obras, para revalorizar una etapa de la vida del hombre donde el trabajo no solo era regulado a la biología humana sino que lo hacían con vocación y amor.
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