Todo comenzó con la aceptación del proceso de divorcio como, en muchas ocasiones, algo bueno y deseable, aunque los motivos no fueran tan graves. Si bien se hace necesario en muchísimas circunstancias y es completamente aceptable, se ha banalizado exageradamente; las personas casadas legal y/o religiosamente duran o “aguantan” cada vez menos.
Se instaló como una especie de inmadurez irresponsable en muchas personas que no están capacitadas para llevar adelante relaciones de pareja firmes, comprometidas, dispuestas a llegar hasta el final de sus vidas con ese mismo compañero; en la era en que la tolerancia se nos vende como un gran bien y hasta como una obligación –lo que llamativamente la convierte en intolerancia– no existe tal para muchas situaciones que la necesitan.
El divorcio banalizado, y en ocasiones no tanto, condujo a nuevos estilos de vida en que la liberalidad de las relaciones trepó rápidamente en las costumbres de muchos: tener tantas parejas como plazca, familias ensambladas muchas veces con malos resultados, en especial para los niños y menores que solo se confunden, desarrollando estados de angustia, ansiedad y estrés que los perjudican, y otros perjuicios. No es coherente para ningún niño ni menor repetir, como muchas veces le indican sus mayores, que ahora tienen nuevos hermanos, o dos papás, o dos mamás, y dos casas todas para ellos, en donde se cumplen distintas costumbres y reglas diferentes que pueden llegar a traerles solo confusión. A veces ante situaciones así, el niño termina sufriendo de depresión, con todo lo que eso implica.
Una vez propinado el batacazo del “¡viva el divorcio!”, que incluso suele irse a festejar en grupos de amigos, se abrió la puerta para la aparición de más y más menores enojados y desconformes, es decir, vulnerables. Lejos de tomarlo como un triunfo, mejor verlo como un mal muchas veces necesario.
Parece que cambiaron los paradigmas. Un paradigma es “una teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar”, según nos lo explica la Real Academia Española. Pero esto es falso. Tanto las teorías como los hechos de divorcio en sí no conducen a avanzar en un sentido exitoso, sino a cambiar de vida, sí, pero no más que eso. Es por ello por lo que podríamos considerar lícito que “el divorcismo” como mentalidad posmoderna y entusiasta es una falsedad. Pero él condujo hacia la instalación y aceptación de otros fenómenos, como la ideología de género. ¿Es tan raro en el hoy por hoy saber que alguien cambió a su pareja por una persona del propio sexo? Muchos de nosotros conocemos a alguien.
La ideología de género ha sido devastadora. Es obvio que cada individuo de este planeta puede elegir con quién y cómo tener sexo, aun en casos en que no haya consenso entre partes (casos de violaciones y pedofilia, por ejemplo), pero no se trata tan solo de eso, lo cual ya es bastante negativo. Se trata de un conjunto de ideas que aplican a la convicción personal y colectiva de que la sexualidad humana se “construye”, que los integrantes de esta ideología tienen muchísimos derechos que en verdad avasallan los derechos de otros a practicar toda clase de aberraciones –que incluyen la deformación del lenguaje y la agresividad hacia quienes piensen distinto, por ejemplo– en el falso nombre de la libertad.
Lamentablemente, es difícil que algún gobierno en el orbe se dedique a estudiarla responsablemente, ya que ¿qué debería hacer? Regularla, limitarla, condicionarla a ciertas y muy pocas áreas de aplicación, como por ejemplo que la practiquen tan solo quienes la abrazan sin pretender ni un poco involucrar a otros, obligar a otros, bajo amenaza de “muerte social”, acoso, despido injusto, ridiculización y otros hechos muy violentos, y que estas prácticas fueran del orden exclusivamente personal y privado. Pero se perdió la vergüenza; hoy los “drags” y demás personajes de esta especie de farándula desfilan exhibiendo todo su cuerpo desafiantemente sin pudor, porque ello forma parte de una vieja conocida perversión: el exhibicionismo. “El trastorno exhibicionista consiste en responder a los impulsos y fantasías exhibicionistas o estar angustiado o ser incapaz de funcionar normalmente a causa de esos impulsos y fantasías”,nos explica el Manual de Psiquiatría DSM 5 2023 a través de su vocero George R. Brown, MD, East Tennessee State University. Antiguamente afirmaba Freud que el verdadero placer del exhibicionismo fuera practicado por un hombre o por una mujer radicaba en ver cómo el receptor de la exhibición se espantaba, se horrorizaba; eso daba a la persona trastornada una sensación de poder enorme sobre su víctima.
Este es solo un aspecto de la ideología de género, y quizás su base inicial. Pero hoy, blindada por su justamente ideologización, abarca el lavado de cerebro de niños y adolescentes con discursos que engañan, que no dicen la verdad, ya que hablan de tolerancia, libertad y “comunidad” –una común unidad entre miembros–; pues estos adalides se posicionan falsificando a la verdad y logran engañar, en especial a quienes ya tienen tendencias de desear ser engañados.
Continuó la evolución de la destrucción de la familia cuando se aceptaron familias con dos madres o con dos padres; otra vez, falacias. “Mater”, de donde deriva la palabra madre, quiere decir: “Mujer que ha concebido o ha parido uno o más hijos” y “Mujer en relación con sus hijos” (DRAE), y “Pater”: “Nutridor, protector y sustentador en relación con sus hijos”. Ambos son complementarios, y si bien puede uno o la otra cumplir funciones cruzadas, hay muchas otras funciones exclusivas. Sin embargo hoy vemos cosas como un “hombre embarazado”… que es una travesti o transexual que gestó a un niño de parte de su pareja travesti o transexual, quien se disfraza de mujer.
En toda esta génesis deformativa se ha situado hoy la familia a nivel mundial. Todos los elementos planteados tomaron como objetivo a la familia para exterminarla ya que en ella nacen, crecen y fructifican las mayores fortalezas y bienes éticos de las personas, de la estirpe humana. Todo lo demás es impostura y decadencia. Nos guste o no.
*Psicóloga
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