Después de décadas de brillar por su ausencia en ámbitos en los que debería haberse hallado siempre presente, la figura paterna hoy cobra relevancia a nivel judicial.
Supuestamente, todos conocemos casos de padres –varones– que criaron solos a sus hijos en virtud de la ausencia de madre, fuera por viudez o por abandono. Los núcleos familiares de antes servían como referentes alternativos, ya que había abuelos, tíos, padrinos y otras personas colaborando activamente en la crianza de los niños sin mamá. Esto era sí cuando ciertos aspectos de la vida funcionaban adecuadamente. Era muy importante para que ese niño sin madre viviera una infancia lo más feliz posible. Pero la escisión y la disociación de los núcleos familiares han venido teniendo lugar a través de décadas, a paso firme, lo cual perjudica a todos, en especial a los menores.
La realidad nos señala que el hombre no es malo o bueno por su condición sexual, sino por su condición humana, al igual que cualquier mujer, pensados para la complementariedad y no para la enemistad.
Los hijos sin una aceptable figura paterna se ven seriamente afectados. Como psicóloga, he escuchado a madres expresar innumerables veces: “El padre no existe”, refiriéndose a que es un padre ausente –incluso aunque se conviva con él–, un grave error no solo de percepción sino de trasmisión del valor de la figura paterna y de su rol, en cuanto figura y rol fuertemente estructurantes de la personalidad de todos los hijos en la minoridad de su edad.
¿Cómo afecta a los niños la ausencia del padre? Debilita mucho su proceso de desarrollo de la personalidad, así como de su identidad sexual, tanto en varones como en niñas (en varones por identificación y en niñas por diferenciación). Cabe preguntarse si las confusiones sexuales que hoy tanto se ven, desde las más simples hasta las más complejas, no se deben en parte importante al ausentismo de la figura paterna.
La ausencia del padre causa en los hijos vivencias de angustia, de abandono y de pérdida, a punto tal que pueden desarrollar depresiones que se cronifiquen, fobias, ataques de pánico, conductas obsesivo-compulsivas, muy serias dificultades escolares, síndrome de alienación parental e incluso esquizofrenia, autismo y otros problemas. He conocido y tratado niños profundamente estresados y en forma que puede irse volviendo irreversible, que además están en riesgo de llegar a presentar, sumándose a las ya citadas conductas inapropiadas, la mentira y el robo, Estos últimos cuadros infantiles no son exclusivos de hijos de padres y madres en pie de guerra, pero se agravan mucho más.
¿Qué reclaman las conductas alteradas de estos niños? Que necesitan que se los mire y que se los vea. Suelen ser llamados de atención, por las malas en lugar de por las buenas porque es lo que conocen: lo han asimilado de su entorno familiar. No aprendieron a relacionarse a través del verbo, de la palabra, sino de la acción no beneficiosa, incluyendo la violencia como elemento vinculante.
Si bien la lucha masculina en tribunales por sus derechos no es lo ideal ni para padres ni para hijos, ha de considerarse mejor que nada. Lo más empobrecedor especialmente para el o los menores en estas luchas que tienen lugar es que suele no existir el interés por el bien mayor que son los hijos, perdiéndose de visa la cuestión de los derechos naturales de ellos, quedando el niño sometido a visitar juzgados y a declarar ante abogados y jueces, robándoles así buena parte de su inocencia y amargando su infancia.
Ahora bien: un padre debe hacerse cargo de su rol, porque le corresponde como obligación natural, al igual que a la madre hacerse cargo del suyo, y a sabiendas que de no cumplir con los mismos habrá consecuencias desagradables.
*Psicóloga.
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