El crecimiento electoral y la posterior victoria de Giorgia Meloni en las elecciones italianas desató la furia del globalismo progresista alrededor del mundo. Parecería que no está resultando tan fácil transformar a los hombres en ovejas: la gente común es aún capaz de pensar por sí misma y de votar sin atender a calificativos estigmatizantes. Debe ser muy duro que personas con tan poco poder relativo arruinen los planes de los poderosos; y comprobar que ciertas ideologías, aunque hayan sido capaces de convencer a muchos, ya están empezando a hartar a la mayoría.
A nadie se le oculta que los grandes medios formadores de opinión están al servicio de los amos del mundo. Tampoco es un secreto que estos –con la complicidad de un progresismo buenista y en apariencia pobrista– procuran imponer un Nuevo Orden Mundial. Para ello, se apoyan en organismos internacionales que, una vez y otra también, intentan imponer su voluntad a los países que les dieron origen, desconociendo que su existencia se debe a un pacto entre estados: es decir, a un pacto entre iguales, razón por la cual estos organismos, no deberían tener ningún tipo de injerencia en los gobiernos de las naciones. Su ámbito de influencia, debería restringirse en rigor, a regular las relaciones entre los estados, y no a decirle a las naciones cómo se deben gobernar.
Meloni, ha manifestado con toda claridad su intención de no ceder ante la imposición hegemónica de la agenda globalista. En un discurso pronunciado en España a mediados de este año, Giorgia Meloni dijo: “Frente a este reto, no hay mediación posible: o se dice sí, o se dice no. ¡Sí a la familia natural! ¡No a los lobby LGBT! ¡Sí a la identidad sexual! ¡No a la ideología de género! ¡Sí a la cultura de la vida! ¡No al abismo de la muerte! ¡Si a la universalidad de la cruz! No a la violencia islamista! ¡Si a fronteras seguras! ¡No a la inmigración masiva! ¡Si al trabajo de nuestros ciudadanos! ¡No a las grandes finanzas internacionales! ¡Si a la soberanía de los pueblos! ¡No a los burócratas de Bruselas! ¡Y si a nuestra civilización, y no a quienes quieren destruirla!”
Ante este discurso, los medios serviles al globalismo, en lugar de aplaudir el ascenso de la primera mujer a la Presidencia de Italia, se han dedicado a tildar a Meloni de ultraderechista, de ultranacionalista, de neofascista. ¿Por qué tanta virulencia en los ataques, tanta estigmatización, tanto esfuerzo en enchastrar su imagen?
Parecería que porque es cristiana. Porque defiende la necesidad de que las leyes humanas sean un reflejo de la ley natural. Porque adhiere a una antropología realista. Porque se opone a que su país y Europa sean gobernados por un grupo de burócratas altamente ideologizados –y muy bien pagados, por cierto-. Porque defiende la soberanía de Italia. Y porque está dispuesta a enfrentarse con los organismos internacionales si la independencia de su patria lo reclama.
Eso explica los ataques. Pero… ¿cómo se explica el apoyo que tuvo? ¿Por qué en Italia, como en otros países, se observa un resurgimiento de lo que algunos denominan “la nueva derecha”? La respuesta nos parece bastante obvia: la gente está harta.
¿De qué? De sufrir y padecer en carne propia -y en sus hijos- los embates de ideologías contrarias a sus convicciones más profundas, a su cultura, a su fe, a su idiosincrasia. Está harta de que la fuercen a leer, hablar y escribir con una “neolengua” que pretende ser inclusiva, pero que lo único que incluye, son ridículos horrores ortográficos y gramaticales… Está harta de que les digan que los heterosexuales que han formado una familia más o menos numerosa, que son religiosos, trabajadores y honestos, son los malos de la película; mientras advierten que los delincuentes, a menudo tienen más derechos que ellos: ¡hay que tener empatía…!
Los hombres y mujeres comunes, están hartos de oír hablar de unos derechos teóricos, que ellos nunca pueden disfrutar. Están hartos de no poder opinar: tienen miedo a ser cancelados si transgreden ciertos dogmas políticamente correctos.
A nuestro juicio, en la medida que el globalismo siga procurando imponer sus descabelladas ideologías, las reacciones a favor de un orden natural fundado en el realismo, seguirán apareciendo. La naturaleza humana seguirá reclamando sus fueros, y empujando el péndulo hacia propuestas alternativas a esas “colonizaciones ideológicas”, en su momentodenunciadas con valentía por el Papa Francisco.
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