¿Es el nuestro, de verdad, un país unido, o más bien pujan en él modelos divergentes de sociedad?
Aunque a menudo escuchamos hablar de unidad y coherencia en nuestra sociedad, lamentamos decir que, a nuestro criterio, existe una brecha que impide sostener que reine una armonía social en busca de los mismos propósitos. Por el contrario, observamos la existencia de dos modelos de país, dos sistemas de valores y dos escalas de principios diferentes.
Esas diferencias se notan en el accionar de las fuerzas políticas, que muestran una oposición en aumento, ejemplificada ahora mismo en la convocatoria a una consulta popular contra la reforma de la seguridad social, como antes fue el plebiscito contra la Ley de Urgente Consideración, o la discrepancia con las medidas del gobierno contra la covid, o la negativa a criticar la antidemocrática actitud de Maduro al impedir la posibilidad de participar en elecciones a la dirigente opositora Corina Machado, o como fue anteriormente con la sugerencia de ir al default que le planteó Vázquez a Jorge Batlle en la crisis financiera.
Nadie puede negar el doble discurso y el falso relato que siempre practican el Frente Amplio y su brazo sindical, el Pit-Cnt, o sea el Fa-Pit, como se le ha dado en llamar. Rechaza cualquier intromisión en nuestro país, se cuestiona con énfasis la visita de la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, pero se embarca en el apoyo a la central sindical argentina en el paro contra el presidente Milei, manifestando ante la embajada argentina.
Se critica desde La Diaria la gestión del ministro de Obras Públicas, José Luis Falero, cuya obra formidable es tan visible y su gestión tan exitosa que, sin ninguna duda, es por lejos el mejor titular que esa cartera ha tenido en los últimos veinte años. Basta recorrer el país y ver su trabajo en la reconstrucción de las rutas, en la creación de las dobles vías, los intercambiadores, los puentes de pequeñas y de grandes dimensiones, que son realizaciones concretas que hablan por sí solas.
Se insiste en el falso relato y se distorsiona la verdad histórica desde la misma legislación, como se hizo con la Ley 18.596 que reconoce el quebrantamiento del Estado de derecho “entre el 13 de junio de 1968 y el 28 de febrero de 1985”, a los efectos de la responsabilidad del Estado para la reparación integral de sus víctimas. La circunstancia de retrotraer el comienzo del “quebrantamiento del Estado de derecho” al gobierno democrático de Jorge Pacheco Areco con la finalidad de empezar a cobrar desde esa época, acaba de ser públicamente contestada por su hijo Jorge Pacheco Klein, respondiendo al senador Mahía con una contundencia aniquiladora, que su padre fue electo por la ciudadanía, combatió a la subversión que pretendía imponer una dictadura comunista y se fue del poder sin quedarse un solo día más cuando sus votos no alcanzaron para la reelección. Pero se retiró acompañado por más del doble de los votos que sacó el Frente Amplio en esa misma elección, en la que compareció bajo el lema de Partido Demócrata Cristiano y ni siquiera pudo superar el veinte por ciento de los sufragios emitidos, que es lo que más le duele a los frentistas. Siempre acatando la voluntad del pueblo, los compañeros de Mahía se burlaron del soberano y sus claras expresiones de mantener la Ley de Caducidad por dos veces.
Sería conveniente que los opositores empeñados en derogar la reforma de la seguridad social cuantificaran las millonarias sumas que se han llevado y se siguen llevando por concepto de “reparación integral” las víctimas reales o presuntas de la dictadura y cómo influyen todas esas enormes erogaciones en las finanzas del BPS, que tanto pretextan proteger y cuidar. Como se sabe, no están sometidas esas reparaciones a la legislación jubilatoria común de quienes han aportado toda la vida, y su transmisión sucesoria tiene privilegios que el resto no tiene, llegando hasta la tercera generación, lo que es necesario derogar por injusto y discriminatorio.
Ahora bien, ya en pleno año electoral, la administración que finaliza, después de haber superado graves inconvenientes como la pandemia y la sequía, la relativa baja de los precios de nuestros productos y las negativas consecuencias de los conflictos bélicos, puede exhibir con orgullo una gestión prolija y transparente, de la que se destacan: el orden fiscal, la inflación del cinco por ciento, la creación de empleos, el mantenimiento del poder adquisitivo de los salarios, la reforma de la seguridad social, una reforma educativa para continuar y profundizar y una obra pública de dimensiones descomunales en realizaciones y mejoras.
Por su parte la oposición ofrece, en el caso de Yamandú Orsi, la herencia mujiquista de proyectos costosos y fracasados, emprendidos sin planificación ni financiamiento; y en el caso de Carolina Cosse, el impulso de la utopía del comunismo que la apoya. Y en ambos casos una avalancha de impuestos y más burocracia, el seguro dispendio y el conocido despilfarro de los gastos del Estado, la incompetencia en la gestión, la reversión de los logros obtenidos en educación y seguridad social y en lo internacional el apoyo a Cuba, a Venezuela, a Nicaragua y, sin duda, el distanciamiento con la Argentina del presidente Milei.
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