En vísperas del inicio de la copa mundial de futbol, el presidente de la FIFA Gianni Infantino salió al cruce de la información que circulaba en algunos medios de comunicación, sobre todo en las redes, que denunciaba las supuestas faltas de derechos humanos del régimen catarí en su camino al Mundial: “Las críticas por el Mundial son hipócritas. Por lo que los europeos hemos hecho durante los últimos 3.000 años deberíamos estar pidiendo perdón los próximos 3.000 antes de dar lecciones de moral a los otros. Estas lecciones de moral son simplemente hipocresía”.
Sin embargo, la BBC (British Broadcasting Corporation), haciendo caso omiso a las palabras de Infantino, se sumó al boicot mediático alegando que ignorará el evento por el tratamiento que se les da a los trabajadores migrantes en el país árabe en cuestión.
Las declaraciones de Infantino, que tuvieron una repercusión global, deberían recordarnos también algunos hechos de la historia contemporánea en lo que estuvieron involucrados los británicos, como la Guerra Anglo-Bóer en Sudáfrica. Especialmente en estos tiempos en que las noticias disfrazadas de propaganda y proselitismo ideológico imponen un “correcto” modo de pensar, de hacer, de vivir, de educar a nuestros hijos, donde pareciera que los únicos buenos son los refinados habitantes de las urbes de la elite occidental, que como grandes promotores de la agenda de derechos y del cambio climático, pretenden dar lecciones de moralidad a quienes no piensan como ellos.
Pero pocos recuerdan los hechos aberrantes cometidos por los británicos en Sudáfrica a finales del siglo XIX e inicios del XX, en la llamada Guerra de los Bóer, en la que los holandeses criollos sudafricanos lucharon para preservar su bien ganada independencia, pero terminaron siendo masacrados. Según la historiografía actual, la guerra Anglo-Bóer es considerada como el laboratorio de ensayo de los conflictos del siglo XX, ya que durante la misma se incorporaron nuevas tecnologías, armas más letales y una nueva modalidad de terror sobre la población civil como lo fueron los campos de exterminio.
Para alcanzar una victoria rápida y definitiva, el Imperio británico recurrió a la mano férrea de Lord Kitchener el cual aplicó los medios que tuviera su alcance para infligirle daño al corazón de la nación bóer.
“La herramienta utilizada, fue negarles a sus adversarios cualquier tipo de sustento y apoyo, considerando dentro de éstos al ganado, caballos, mujeres y niños. Esta política significó la destrucción de más de 30.000 granjas y 40 poblados bóeres. Miles de mujeres y niños (las cifras se calculan en 370.000) fueron expulsados de sus hogares por la fuerza, impidiéndoles incluso llevar consigo sus bienes, acarreándolos en carretas arrastradas por bueyes, hacia los campos de concentración destinados para ese fin. Las condiciones de vida en esos campos, era francamente pavorosa. Las raciones que se repartían eran de dos clases. Una, muy escasa en cantidad y sin contener carne, era destinada a las mujeres y niños que se pensaba podían, circunstancialmente, participar en las operaciones de guerra, con la idea de mantenerlos tan debilitados que no significaran peligro alguno. La otra, también muy escasa, destinada a los niños menores de seis años, consideraba carne dos veces a la semana. Estas dietas, sumadas a las malas condiciones de vida, produjeron rápidamente la aparición de pestes, tales como malaria, viruela, tifoidea, difteria, diarreas y disentería, especialmente entre la población infantil, lo que sumado a la escasez crónica de apropiados servicios médicos, significó la muerte a más de 21.000 niños y 5.000 mujeres bóeres en los campos de concentración en el primer año de la aplicación de esta política” (Waldo Zauritz Sepúlveda, La guerra anglo-bóer).
Estas cifras del primer año de la instrumentación de los campos de exterminio son realmente pavorosas, y demuestra la brutalidad con que se condujo la corona británica. Después, esta metodología sería adoptada por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, pero pocos quieren recordar que el origen de semejante perversidad surgió en el seno del Imperio británico. También es curioso que los principales periódicos ingleses de la época durante el conflicto no hacían referencia a los crímenes de lesa humanidad que allí se cometían, y de hecho fue la prensa escocesa a través del periódico de The Scotsman una de las primeras en describir qué sucedía en Sudáfrica.
En definitiva, ninguna de las potencias europeas alcanzó su desarrollo económico por el camino de una límpida moral sin tachas, y es curioso que en una sociedad como la occidental en la que se habla constantemente de tolerancia, se haya perdido justamente esa empatía de respetar diversas cosmovisiones políticas o religiosas, aunque ello signifique otro modo de pensar, sentir y hacer. Por lo que la actitud de la BBC y de otros medios de comunicación hacia el Mundial de Qatar demuestra que el eurocentrismo sigue tan vigente hoy como lo fue en el siglo XIX, período en que la potencias se lanzaron a la repartición de África.
Jacinto W. Pangallo
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