Todos los países subdesarrollados que dependen de las importaciones de petróleo sufrirán un retroceso en sus programas de desarrollo… Por accidente histórico, a la crisis del petróleo se agregó la crisis alimentaria. En realidad, esta última la precedió en aproximadamente un año. Esta fue causada por malas cosechas en diversas partes del mundo y por el intento previo de reducir las abundantes reservas de alimentos en los países excedentarios, especialmente en Estados Unidos, pero también en Canadá y Australia. Estas existencias eran costosas de almacenar y hasta ese momento casi habían convertido la ayuda alimentaria a los países subdesarrollados en una política de protección agrícola no demasiado gravosa, que permitía mantener los precios de los alimentos en el país y en el extranjero. Los precios de los alimentos han aumentado repentina y rápidamente, con gran perjuicio para los países subdesarrollados importadores de cereales, y han contribuido a la tendencia inflacionaria incluso en los países ricos. Ahora esperamos ansiosamente noticias sobre el volumen de las cosechas de este año. Los eventuales excedentes deberán destinarse en parte a la recuperación de las existencias, que se encuentran en un peligroso nivel mínimo.
La crisis del petróleo ha provocado graves consecuencias para la producción agrícola de los países subdesarrollados, sobre todo, pero no solo, por el aumento de los precios de los fertilizantes. La euforia tecnocrática de hace unos diez años sobre una “revolución verde” ya había quedado en evidencia por haber nutrido un optimismo indebido. Existen muchas más razones, pero entre ellas también figuraban los nuevos cereales de alto rendimiento, que solo podían cultivarse en tierras con abundante agua y utilizando muchos fertilizantes, lo que con los precios más bajos acotaba el impacto favorable de las nuevas semillas en la producción agrícola.
Gunnar Myrdal, en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Economía (1975)
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