Existe en nuestro medio una abundancia de analistas, politólogos, historiadores y periodistas, muchos de los cuales insisten en sostener el falso relato.
Ese relato falso que tergiversa la historia, que hipertrofia algunos hechos y olvida otros sin ningún respeto a la verdad, en el inequívoco propósito de negar la importancia del criminal desborde guerrillero como la principal causa del subsiguiente quebrantamiento de la institucionalidad democrática, lo que se niega en tozuda actitud.
Pero lo más grave, es que ese mentiroso relato se ha insertado en los libros de enseñanza como verdad oficial, para convencer a quienes no vivieron los trágicos años del furor y la violencia guerrillera que, sin duda alguna, cometió delitos y crímenes que hoy están calificados como delitos de lesa humanidad, actos de terrorismo o crímenes de guerra.
Esos jóvenes tampoco pudieron conocer los secuestros perpetrados por los tupamaros, que encerraban a sus víctimas en la “Cárcel del Pueblo”, que hoy se exhibe como tenebroso testimonio de la perversidad y de las condiciones infrahumanas en las que se sometieron y torturaron a los rehenes (todos ellos civiles ajenos al conflicto o diplomáticos extranjeros), al punto que el propio Gral. Seregni debió admitir que, en cuanto a dureza y rigor, esta prisión era equivalente a la que sufrieron los cabecillas guerrilleros cuando fueron encarcelados.
Porque la enseñanza de que solo hubo terrorismo de Estado contra ángeles liberadores que luchaban por la igualdad (porque libertad tenían), que minimiza la revolución intentada por la guerrilla armada que quiso asumir el poder a sangre y fuego, que niega la teoría de los dos demonios, que fija el comienzo de la dictadura en el gobierno de Pacheco, quien entregó intactas las instituciones –tratando como imbéciles o golpistas a los 490.000 votos que lo acompañaron al terminar su mandato, en elecciones en que los frentistas no llegaron a 300.000–, que olvida como si no hubieren existido las torturas y los actos de terrorismo de la guerrilla, lo que hace esta enseñanza con toda intención es sembrar la discordia para las generaciones nuevas y las futuras que no pueden conocer los hechos de nuestro pasado –ya no tan reciente– sino a través de una historia real y verdadera, contada con rigor científico, sin militancia, que se oculta porque se quiere asegurar así, con la mentira, la continuidad del antagonismo y la permanencia de una rivalidad inextinguible.
Quizás estén convencidos de que, para volver al gobierno, el frenteamplismo necesita descalificar al adversario, considerarlo su enemigo, que es como decir enemigo del país, y mentir con descaro para identificarlos con la represión de los militares golpistas. Es decir, los frenteamplistas ya no confían en la eficacia de su proyecto ni en la seducción de su programa ni en las promesas de una gestión exitosa de sus cuadros, hoy golpeados por el recuerdo reciente de su rapacidad, de sus fracasos y de los abusos que saltan a diario.
A tanto llega su odio que niegan el resarcimiento a las víctimas de la guerrilla, pero en cambio se nutren de las arcas estatales para recibir jugosas remuneraciones que se extienden hasta por tres generaciones y que ya han insumido, según cálculos obtenidos del BPS, la suma de US$ 480 millones, siendo el único país en el planeta que indemniza a quienes quisieron voltear su gobierno democrático por las armas.
Ese afán de sistemática oposición, inspirado en la enemistad por quienes no acompañaron su gestión en el gobierno –que fue torpe y deficitaria–, los lleva a rechazar medidas que son una verdadera política de Estado como es la reforma del sistema de Previsión Social, con el pretexto de que primero se debe reformar la Caja Militar.
En una opinión vertida hace unos meses, el Prof. Oscar Botinelli sostuvo que “hasta ahora, en toda la historia, cuando llega un fin de ciclo nadie retomó el poder luego de un solo período de espera”.
Explicaba Botinelli, que llama fin de ciclo a la culminación de períodos de nuestra historia que identifica en forma clara: después de 93 años en el poder del Partido Colorado, los blancos alcanzaron la Presidencia en el año 1958 y lo repitieron en 1962; los colorados retoman el poder en 1966 con la reforma naranja; la interrupción del gobierno de facto dilata hasta el año 1989 un nuevo triunfo de los blancos, que recién vuelven al poder en las elecciones de 2019, después de dos gobiernos colorados y tres frentistas.
Concluye Botinelli : “La pérdida del poder político como fin de ciclo es de tal magnitud que el afectado tambalea, la vista se le nubla y a veces ni sabe dónde está, ni qué ha pasado”.
El Prof. Botinelli no adivina el futuro, pero es un catedrático estudioso y un excelente analista de los hechos políticos, y sus observaciones explican la desorientación del Frente Amplio, su oposición cerrada y la profundidad de la grieta.
Ese es el temor que tiene desesperados a los frenteamplistas, y no porque lo recoja Botinelli de datos rigurosamente históricos, sino que existen razones de peso muy evidentes : a) un gobierno honesto y capaz, que trabaja unido aun siendo una coalición; b) la aceptación mayoritaria de la gente, a pesar de las dificultades como la pandemia y la inflación universal; c) una mejora importante en los precios internacionales de nuestros productos exportables, relativizada por el alto costo de la importación de petróleo; d) la notoria ausencia de un liderazgo fuerte en el Frente Amplio, que no alcanzan a llenar ni Carolina Cose ni Yamandú Orsi ; e) el tiempo transcurrido de un solo período que no es suficiente para desgastar la administración de Lacalle y tampoco para olvidar la resaca que dejaron los gobernantes frentistas entre imperdonables errores de gestión, pérdidas millonarias en inversiones fallidas y corruptelas.
Este escenario nacional demuestra las dos caras de la política, representada por el Dios Jano según enseñaba Maurice Duverger, y hoy parafraseando su pensamiento podemos decir que ofrece en una de ellas la integración, el prestigio que otorga el ordenado manejo de la gestión y la garantía democrática en el ejercicio del poder, y en la otra muestra el cerril antagonismo, las deslealtades que encierra y la fragilidad que lo amenaza.
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