Al principio de la novela “La insoportable levedad del ser”, Milan Kundera interpela al lector con la siguiente pregunta: ¿Qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?
La idea detrás de aquella pregunta invita a reflexionar sobre los opuestos, casi maniqueos que parecen determinar nuestra cosmovisión o nuestra forma de ver y entender el mundo.
Algo similar sucede hoy con respecto a la idea de la sostenibilidad, que parece estar imbuida de una aureola divina capaz de resolver los acuciantes problemas de nuestra humanidad. Por ello, desde diversos organismos internacionales, foros y congresos se nos hace una y otra vez la misma pregunta: ¿Qué hemos de elegir? ¿Sostenibilidad o rentabilidad? A lo que sigue una larga parrafada sobre los peligros del metano de las vacas, de los horrores del petróleo y del desarrollo industrial, imponiendo la necesidad casi apocalíptica de realizar un cambio que nos salve la vida, mediante el hidrógeno verde, pequeñas centrales atómicas y molinos de viento.
Siguiendo esa línea del todo, ajena a nuestros intereses y objetivos regionales, el Parlamento del Mercosur propuso en su última reunión, realizada este año, la creación de una agencia de finanzas sostenibles. Dentro de los objetivos de esta agencia, estaría buscar la integración de los factores sociales, económicos y ambientales para alcanzar un desarrollo sostenible, como también la conformación de un equipo multidisciplinario que actuaría dentro de cada país miembro elaborando estrategias que promocionen una transición hacia las finanzas sostenibles.
Es decir, los fines de esta agencia estarían enfocados a atar el crédito, principalmente de los sectores productivos del bloque –que ya suficientes obstáculos tienen para sostener la rentabilidad de sus emprendimientos– a las nuevas exigencias ambientales impuestas desde ciertos organismos de ascendencia europeísta.
Ahora bien, resulta incongruente que en un bloque comercial y económico como el Mercosur que tiene una población total de 295.007.000 habitantes, y un territorio de 14.869.775 km2 con innumerables y valiosos recursos energéticos, hídricos, minerales y orográficos propios, se esté invirtiendo tiempo y fondos en considerar estas demandas. Sobre todo, cuando todavía quedan muchos aspectos para mejorar y resolver, no solo en torno al funcionamiento y a la eficiencia del bloque como tal, sino también en cuanto a las posibilidades de crecimiento que tiene la región en la medida de que se avance en temas como salud, educación y generación de empleo de calidad.
Además, si se miran los objetivos trazados por el Tratado de Asunción de 1991, podemos apreciar que la principal motivación que tuvo la creación de este bloque estuvo ligada a la idea de mantener una independencia y soberanía regional en un mundo en el que para discutir y negociar con las grandes potencias era necesario integrarse.
Por ello, que el Mercosur asuma compromisos de este tipo parece ser a todas luces un error, porque su finalidad fue mejorar la inserción internacional de los países miembros del bloque y no imponer más obstáculos en este sentido.
En definitiva, no hay que olvidar que todo este tema de las finanzas y el desarrollo sostenible está íntimamente relacionado a los efectos que ha tenido la guerra en el este de Europa, especialmente para las grandes potencias como Alemania y Francia. Pero el caso de Alemania sea probablemente el más complejo porque depende energéticamente exclusivamente del gas ruso. Por lo que Europa, en busca de beneficiar sus propios intereses, ha visto necesario realizar una transición energética y financiera que vaya de acuerdo a sus objetivos como bloque, y dentro de este esquema, África y Sudamérica son una prioridad.
Resulta paradójico entonces que el Mercosur le realice los mandados a Europa, cuando han pasado 20 años y aún no hemos podido cerrar un acuerdo comercial entre ambos bloques.
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