Puede afirmarse, sin temor a exagerar, que Estados Unidos pudo convertirse en un país industrial mediante un arduo trabajo de insubordinación ideológico-cultural y que la República estadounidense ganó su verdadera independencia económica en los campos de batalla de Gettysburg. El proceso de insubordinación ideológico-cultural se manifestó́ en el enfrentamiento entre el liberalismo ortodoxo y el liberalismo nacional. Es decir, entre aquellos que proponían aferrarse a la división internacional del trabajo, adoptando el libre cambio, y aquellos que proponían la adopción del proteccionismo económico y el rechazo de la teoría del libre comercio, por considerar que la adopción de la misma haría caer a Estados Unidos en una nueva subordinación económica que convertiría la independencia, recientemente conseguida, en una mera ficción. Si hubiesen triunfado los partidarios del libre comercio y la división internacional del trabajo, la situación de Estados Unidos en el escenario internacional no sería hoy, probablemente, muy diferente a la de Brasil. Si Estados Unidos se hubiese industrializado tardíamente, estaría ubicado hoy en la periferia del sistema internacional.
Marcelo Gullo, en “La insubordinación fundante”
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