Estar detenidos, avanzar, hacerlo a una u otra velocidad, no son solo diferentes dinamismos de las cosas, sino que hace a su misma esencia.
Es así en especial cuando hablamos de vida, de felicidad, de nosotros y especialmente de los que ya están tomando nuestro lugar, es decir de los jóvenes.
“A nosotros nos duele la lentitud de las cosas, la tibieza de alguna gente”, expresó días atrás un dirigente político de primera línea desligándose de lo políticamente correcto. Mas allá de la casuística desarrollada en ese momento, buscaba manifestar que el paso del tiempo sin rápidos avances en la atención de los problemas del país solo le traía desazón, “dolor” usando sus palabras.
Ese es un sentimiento muchas veces soslayado por los uruguayos, su sola mención trae excusas de toda naturaleza, y extendidas a cada una de las ramas de actividad. Todavía recuerdo una vieja campaña electoral donde uno de los candidatos se presentaba a si mismo como “el del traje gris, el gradualista”. Esto sin olvidar aquel chiste que decía que frente a la inminencia del fin del mundo e interrogado de cuál era su último deseo, el personaje de la historia pedía viajar a Uruguay porque todo llegaba 10 años después.
Mientras tanto cada año que la educación no marcha correctamente muchos chicos quedan para atrás de la misma y de la vida, diría que cada mes que no están cómodos en el sistema muchos van abandonándolo, muchas veces sin siquiera contar con referencias familiares fuertes o con un bagaje de principios adecuado.
Tratamos de conformarnos, igual que en el futbol. Con resultados mediocres y el “matemáticamente tenemos chance”. Argumentamos que hay países que están peor, que avanzamos aun cuando lo hacemos lentamente, etc. Insistimos ser los campeones del mundo por haber entregado una laptop por niño, o en fibra óptica al 100% de los hogares, pero en los hechos son pocos los jóvenes que logran una comunicación adecuada con la tecnología más allá del Instagram o el WhatsApp. Y por cierto no pertenecen a los estratos mas humildes, destinatarios ellos del esfuerzo realizado.
En lugar de asumir nuestra falencia, fabricamos castillos de excusas y los rodeamos de fosas con tiburones y pirañas, de modo de que nadie se anime a atacarlo. La falta de fondos, la inamovilidad del funcionario público, los altos impuestos, los gremios, la formación docente, las carencias de infraestructura, el sistema de elección de horas, etc. Enfrentar cualquiera de ellos no es políticamente correcto y entonces, lo evitamos, no sea que caigamos en el foso y nos cueste la vida (o la carrera política).
No somos conscientes que 15 o 20 años en la vida de un país son nada y en la vida de una persona es todo.
Pero no es la educación el centro de esta nota, solo constituye un ejemplo.
Razonamientos parecidos podrían hacerse respecto a múltiples regulaciones que afectan a casi todas las áreas de actividad impidiendo el desarrollo de la energía creativa de los ciudadanos. Cada una de ellas, es defendida con argumentos políticos a pesar de que no tienen ninguna conveniencia de carácter económico en el sentido integral de la palabra, es decir economía como ciencia que solo busca la felicidad (utilidad) del individuo.
¿Y ahora qué?
Volviendo al tema, como salir de esto? Como salir de una situación donde los demás corredores van a 10 km por hora y nosotros vamos a 5, quedando en consecuencia cada vez mas distanciados del que resultara exitoso. Porque ese es el objetivo, que el país sea exitoso, que nuestros jóvenes tengan éxito, que no emigren los mejores (no me refiero a los mas preparados sino en general a los que tienen mayor aptitud y voluntad de superación) mientras que aquellos que no lo son terminen cayendo en la desesperanza y engrosando el numero de suicidios u obteniendo ingresos insuficientes en trabajos que sabemos van a desaparecer en el transcurso del tiempo como aquellos que implican fácil tecnificación o robotización. Todo eso llegara, así sea 10 años mas tarde, pero llegara y habrá quien pretenda solucionar el tema con ingresos mínimos garantizados de parte del estado o renta básica universal.
La rapidez como meta
Quizás suene apresurado considerarlo. Pero debe serlo. Después de todo, la experiencia de algunos gobiernos nos parece indicar que quienes no desarrollaron sus programas a tiempo no lograron que los tiempos económicos cuadraran con los tiempos políticos. Y como resultado tuvieron muy malas expresiones electorales.
*Ingeniero agrónomo, economista agrícola y productor rural
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