A lo largo de las últimas décadas, hemos asistido a una homogenización de valores y de actitudes que parecen haber establecido un nuevo paralelo moral desde el cual Europa pretende señalar, juzgar y condenar cualquier acto que se considere haya vulnerado los derechos humanos o la nueva agenda de derechos. Sin embargo, la vara para medir parece no ser la misma para cada región y quizás por esa razón, pocos quisieran recordar lo que sucedió en el Congo desde finales del siglo XIX hasta la década del 60.
“Todo el mundo ha comprendido que, si el Congo muere, toda África se cae en la noche de la derrota y la servidumbre”.
Patrice Emery Lumbumba
En enero de 1961, la noticia del asesinato de Patrice Lumbumba –nacionalista congoleño, quien además fuera primer ministro de ese país, el primero tras la descolonización del Congo– hizo eco en los principales medios de comunicación internacionales. Su liderazgo dentro del conjunto de las demás naciones africanas y su capacidad para convertirse rápida y fugazmente en un interlocutor con las potencias, no pasaron desapercibidos.
No obstante, para comprender la importancia de este héroe nacional del Congo es necesario adentrarse primero en la historia de este país. En la década de 1870, Leopoldo II, rey de los belgas estaba interesado –tal como era la tendencia en aquel entonces– en hallar tierras en África para instalar una colonia.
Esta clase de misión sólo podía ser confiada al británico Henry Morton Stanley, quien era un reconocido explorador. Ya en 1869 el editor del New York Herald le había enviado en búsqueda de David Livingstone, explorador y misionero, que buscaba entonces las nacientes del río Nilo. Se presumía se hallaba enfermo en el lago Tanganika y en 1971 Stanley le encuentra convaleciente a la orilla del citado lago y pronuncia al verle la célebre frase: “Dr. Livingstone, I presume?” (¿Doctor Livingstone, supongo?).
De esa forma, en 1888 Leopoldo II financió la expedición de Henry Morton Stanley quien, como representante de la Asociación Internacional del Congo, creada por el monarca de Bélgica con supuestos fines filantrópicos y caritativos, debía explorar el río Congo para establecer contacto y negociaciones con los principales jefes tribales y así obtener la concesión de nuevos territorios.
“Stanley fundó varias estaciones a lo largo de este río y firmó tratados con algunos gobernantes africanos. En la Conferencia de Berlín (1884-1885), los gobiernos europeos reconocieron la autoridad de Leopoldo II sobre la región en la que instauró el Estado Libre del Congo con el propósito, según sus palabras, de cumplir ‘la noble y elevada’ misión de llevar la civilización a través de una conducta ‘firme y paternal’”. (La colonia Belga del Congo, FHCE-UNLP).
Sin embargo, tal como lo denunció en su momento el reverendo William M. Morrison, quien fuera durante seis años y medio misionero de la Iglesia Presbiteriana del Sur, en Luebo, no hubo nada de “paternal” en el colonialismo africano, y, por el contrario, muy a pesar de los rimbombantes artículos del Acta de la Conferencia de Berlín, en los que se declaró: “1-La supresión del comercio de esclavos. 2.- La prohibición de crear monopolios que coartaran el libre comercio entre todas las naciones. 3.- Estimular el establecimiento de misiones y empresas filantrópicas y científicas sin cualquier restricción o impedimento en absoluto” (Ibidem). En la práctica se hizo lo opuesto. Y la única finalidad que tuvo el gobierno colonial en el Congo fue la extracción del caucho y el comercio del marfil.
Un nacionalista africano
Patrice Lumbumba nació el 2 de julio de 1925 y a pesar de sus orígenes humildes tuvo una educación privilegiada que le permitió ingresar rápidamente a los mandos medios de una compañía minera entonces instalada en el Congo. También trabajó como periodista durante algún tiempo.
En 1954 recibió el título de “matriculado de honor” que muy ocasionalmente se otorgaba a los africanos. Y en 1955 fundó la “Asociación del personal indígena de la Colonia”. Poco después Lumbumba se afilia al partido liberal y es invitado por el primer ministro de Bélgica, Auguste Buisseret, a visitar este país.
En 1957, Lumbumba es encarcelado por un año, acusado por malversación de fondos. Según sus propias declaraciones, la diferencia monetaria entre lo que ganaba un empleado europeo y uno africano era tan grande que, a su juicio, lo único que hizo fue equiparar un poco los sueldos de los africanos respecto al de los europeos.
Cuando Patrice Lumbumba salió de la cárcel, su pensamiento tenía un solo objetivo, luchar por la soberanía del Congo, y en 1958 crea el Movimiento Nacional Congolés. Además, ese año participa en la Conferencia Panafricana de Acra, donde mantuvo contacto con el argelino Franz Fanon y el camerunés Felix-Roland Moumié, entre otros. Con ellos coincidía en que el regionalismo, el tribalismo y el etnicismo balcanizaban la unidad nacional y esa fragmentación hacía más fácil la permeabilidad de los intereses extrarregionales en el continente.
Independencia del Congo
La presión cada vez más grande de los nacionalistas congoleños provocó que en junio de 1960, de una forma sorpresiva e inesperada, el gobierno belga concediera la independencia al Congo con una condición: que el Congo independiente aceptara como suya la deuda externa de la colonia.
En aquella ocasión Lumbumba pronunció un discurso de carácter nacionalista y anticolonialista en el que expresó: “Fue con la lucha que ganamos la independencia, con una continua y prolongada, ardiente e idealista lucha, en la cual no ahorramos nuestra fuerza ni nuestras privaciones, nuestros sufrimientos ni nuestra sangre. De esta lucha de lágrimas, fuego y sangre estamos orgullosos hasta las raíces más profundas de nuestro ser porque fue una lucha noble y justa, absolutamente necesaria para acabar con la infamante esclavitud que nos fue impuesta por la fuerza” (Patrice Lumbumba, Discurso pronunciado en la ceremonia de independencia del Congo el 30 de junio de 1960).
Tras ganar las elecciones Patrice Lumbumba se convierte en el primer ministro del Congo independiente y soberano, y comienza a tomar una serie de medidas que tuvieron como fin fortalecer la institucionalidad del nuevo país; por ejemplo, la africanización del Ejército.
Sin embargo, fue entonces que comenzó la trama internacional en su contra, no solo desde Europa sino también desde la CIA. Aparece en escena Moise Tshombe, quien el 11 de julio de 1960 y con apoyo del gobierno belga proclama la secesión de Katanga, una inmensa región del Congo rica por sus yacimientos mineros y un mes más tarde se le otorga la independencia de facto.
Cuando Lumbumba intentó recuperar ese territorio moviendo su Ejército, insólitamente la ONU impidió a las fuerzas del joven primer ministro tomar el control de este territorio. Ante esta situación, Lumbumba llamó a la solidaridad africana, mediante el lema “Si el Congo muere, toda África cae…”. Además, al ver que Occidente era sordo a sus pedidos, se dirigió a la URSS en busca de apoyo.
Desde Occidente, veían en Lumbumba un líder tercermundista capaz de mover no solo multitudes, sino de hacer del Congo un enclave verdaderamente soberano que no sirviera a los intereses de las potencias.
Tras un golpe de Estado dirigido por el coronel congoleño Joseph Mobutu, Lumbumba escapa hacia Stanleyville pero es arrestado en el camino, probablemente por el trabajo del agente y espía norteamericano Frank Carlucci.
El 17 de enero de 1961 fue trasladado a la provincia de Katanga y al otro día no solo fue fusilado, sino que se desaparecieron sus restos. Según la historia, un diente de oro fue lo único que quedó de él y le fue entregado a su esposa muchos años después.
Un revisionismo histórico solapado
A partir del año 2000, con la publicación del libro del pensador y sociólogo flamenco Ludo de Witte titulado “L´assassinat de Lumbumba”, comenzó por primera vez a considerarse qué tan grande había sido la injusticia que se había cometido contra el líder africano. Y este hecho nos lleva a pensar en la doble moral que a lo largo del siglo XXI se ha empleado para juzgar el pasado.
Es por ello que en un momento en que los minerales críticos, el agua, y los hidrocarburos se vuelven escasos ante la gran demanda que exigen las potencias, justamente el Sahel es una de las zonas de África que más viene siendo desestabilizada en los últimos años. No hay que perder de vista que la transición energética requiere de uranio y litio para consolidar su crecimiento.
Por su parte el Congo, un país que nuestras Fuerzas Armadas conocen muy bien, sigue padeciendo la explotación indiscriminada de sus recursos, y tal es así que podemos decir que el futuro del auto eléctrico pesa sobre el lomo de los niños congoleños que extraen litio y coltán de las minas de este país.
Sin embargo, ante la presencia de Rusia y de China en África, Europa mira hacia Sudamérica en busca de estos recursos estratégicos. Y en esa línea el presidente de Chile Gabriel Boric, probablemente, haciéndole los mandados a Úrsula Von der Leyen, expresó el mes pasado: “Lo que sucede en Ucrania es una guerra de agresión imperial inaceptable”, lo que le valió el elogio de Alemania y otras potencias.
Siguiendo la lógica de lo sucedido en África, cabría suponer que, en definitiva, hay quienes les sirve un Mercosur balcanizado, donde el nacionalismo o la idea de patria grande sean por fin marginados del vocabulario político.
TE PUEDE INTERESAR