“La Mañana surgía a la vida en un momento excepcional de nuestro ambiente y a raíz de acontecimientos trascendentales que aconsejaban una patriótica brega por ideales y postulados que mantenían en la lucha de tiempo atrás, al núcleo de ciudadanos que promovía esta realización periodística. Desde 1913 el país se agitaba en torno a la reforma constitucional colegialista que habían planteado los “apuntes” del señor Batlle y Ordoñez y, desechado el proyecto por el pronunciamiento popular del 30 de julio de 1916, aquel fallo de la soberanía había sido eludido por un pacto político que modificaba nuestras instituciones en la forma inconveniente advertida por el claro discernimiento del pueblo” (Eduardo T. Travieso, La Mañana 1-7-1947).
El 1 de julio La Mañana cumplió 106 años de existencia. En el transcurso de esta historia que abarca más de un siglo, hemos sido partícipes de los hechos más trascendentes que le ha tocado vivir a este país, siendo testigos al mismo tiempo, de los grandes cambios sociales, tecnológicos y económicos que han afectado a nuestra cultura desde 1917.
Cabe recordar que este medio de prensa surgió bajo la inmediata necesidad encontrar respuestas políticas y económicas a los problemas que enfrentaba el naciente Estado uruguayo en un contexto de dificultades provocado por el estallido de la Primera Guerra Mundial.
De esa forma, La Mañana surge como una idea necesaria, tras los comicios electorales del 30 de julio de 1916, que de algún modo inauguran la democracia moderna en Uruguay.
En aquella época Batlle y Ordoñez culminaba su segunda presidencia y buscaba prolongar su gobierno y el de su partido mediante la transformación del Poder Ejecutivo en un Colegiado. Esta situación provocó múltiples reacciones en distintos sectores de la sociedad uruguaya, especialmente en el sector productivo y rural que veía con descontento el rumbo económico y político que había tomado el país.
De esa forma el movimiento anticolegialista, liderado por la figura de Pedro Manini Ríos –que había formado un nuevo espacio dentro del partido Colorado llamado “riverista” en honor al fundador del partido don Fructuoso Rivera–, junto al partido Nacional y a la Unión Cívica de Zorrilla de San Martín, venció en aquellos comicios, que fueron los primeros en los que instrumentó el voto secreto, con el 58, 12 % de los votos frente al 42,61 por ciento del batllismo, configurando un importantísimo precedente en la política de este país.
Pedro Manini Ríos, en la editorial del primer número de este medio de prensa, escribía:
“La Mañana aspira a la permanencia. Se ha fundado y organizado sólidamente respondiendo a principios políticos, económicos y sociales de un grupo de ciudadanos que han entendido dar a su causa el mejor de sus entusiasmos y lo más puro de su desinterés. No siéndonos posible trazar desde luego un criterio inflexible con que deba tratar los asuntos de la cosa pública en un futuro que nuestra aspiración prevé largo, nos limitaremos pues a señalar cuales son las posiciones que en la actualidad ocupará nuestra hoja de ruta en el cotidiano debate de las ideas. En pocas palabras, podríamos concretar nuestra actitud. Nuestro programa del presente es, en efecto, exactamente el que el riverismo llevó como bandera electoral a los históricos comicios del 30 de julio”.
De esa forma, La Mañana se materializa como un instrumento capaz de coaligar fuerzas, en un momento en que la situación de nuestro país lo ameritaba. Y fue a través de este órgano de prensa que diversos sectores de la sociedad unieron sus intereses en busca de un anhelo común.
¿Cómo y dónde se plasmó la iniciativa de fundar La Mañana?
En abril de 1917, en una entrevista celebrada por los señores Dr. Abelardo Véscovi, Ing. Vicente García, Enrique Queirolo y Vicente F. Costa, quedó adoptada la idea de formar la citada empresa editora y de brindar al ambiente nacional un diario de la entidad que caracteriza a nuestra hoja.
De inmediato, los iniciadores promovieron una reunión de caracterizadas personalidades a quienes animaban iguales propósitos para entrar de lleno a la realización.
Esa asamblea se llevó a cabo el 7 de mayo encontrándose entre los concurrentes los doctores Martín Suarez, Juan Blengio Rocca, Eugenio J. Lagarmilla, Juan Andrés Cachón, don Salvador Sosa, don Vicente F. Costa, don Pablo Varzi, don J. Américo Beisso, don Manuel Acosta y Lara, doctores Daniel Castellanos, Luis Ignacio García, José Pedro Massera, don Ovidio Morató, don Fermín Hontou, don Héctor R. Gómez, doctor Juan Gutiérrez, don Pedro Calcagno.
En esa reunión quedó constituida la Sociedad Editora Uruguaya con el fin de publicar un diario que por sus directivas y su presentación respondiera fundamentalmente al interés público, sin perjuicio de ampliar su gestión editorial con otras hojas de publicidad u otras impresiones como en realidad se hizo seis años después, con la publicación de El Diario. La redacción de los estatutos fue confiada al Dr. Eugenio Lagarmilla.
En la reunión que nos ocupa se decidió igualmente que el diario se denominase La Mañana y la naciente Sociedad Editora Uruguaya contó ese mismo día con un Directorio Provisional.
Los primeros pasos se dirigieron a la adquisición de los talleres gráficos para editar el nuevo órgano que se vio favorecida por la existencia de un establecimiento montado para esa finalidad por la empresa de un diario metropolitano que había dejado de existir, El Tiempo.
Adelantados los trabajos de organización e instalación la sociedad Editora Uruguaya se dio directorio definitivo el 6 de junio de 1917. Días después de acuerdo con lo deliberado en la reunión inicial se confió la dirección de La Mañana al Dr. Pedro Manini Ríos y don Héctor R. Gómez, encargándose al primero de la dirección política del diario, cuya propaganda de acuerdo con los fines para que se fundara, orientó con altura y patriotismo durante todo el tiempo que ejerció su cargo. La Administración se confió a Enrique Queirolo.
Todo estaba dispuesto, pues, para que La Mañana viera la luz pública. Pronto el edificio de calle Ciudadela recobró la febril animación de la actividad periodística. Manini Ríos y Gómez marcaban certero rumbo a la acción inicial del vocero diario que se entregaba a la opinión pública como expresión de superiores anhelos y propósitos radicados en un hondo sentimiento patriótico. Y Vicente F. Costa por su parte, culminaba en la financiación y organización de la empresa. Compartían las tareas de redacción en la plana mayor, Polleri, Véscovi, Horacio Abadie Santos, entre otros.
El 1 de julio de 1917 salía a la calle el primer número de La Mañana con una amplia exposición de sus ideas y propósitos, con un programa bien definido (La Mañana 1 de julio de 1947).
Los continuadores del legado
Desde su fundación, varias figuras tuvieron el honor de dirigir este medio, y desde 1955 fue el hijo de Pedro Manini Ríos, Carlos Manini quien se encargó de la dirección de La Mañana. Su elevada pluma, su agudo pensamiento y su capacidad periodística fueron reconocidos por aquellos que tuvieron el gusto de trabajar con él. Sin embargo, tras los turbulentos hechos de la década de los setenta, el legado de La Mañana se vio trastocado. Y hubo que esperar hasta el año 2019 para que volviera a reaparecer de la mano de Hugo Manini Ríos.
Nueva etapa de La Mañana
Hoy, a tres meses de la partida de Hugo, permanece en su hija, Manuelita Manini Ríos, el legado de varias generaciones de pensadores, escritores, políticos, economistas, productores y trabajadores incansables que no solo nos han transmitido valores y principios sino también una ética de vida. Como bien decía Pedro Manini Ríos en su Esbozo de un programa: “El diario como el hombre está obligado a improvisar actitudes y a adoptar gestos imprevistos, a medida que las cosas del ambiente los exigen, y las líneas de conducta que han marcado su aparición en la tribuna pública son tan solo directivas cardinales que señalan tendencias y esbozan orientaciones”.
De esa forma, La Mañana continuará a través de una nueva generación, llevando en alto la bandera de sus fundadores, articulando nuestras tradiciones con el acento y el tono de los tiempos que corren, porque como bien dice nuestro lema: “Reformarse es vivir”.
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