En el día de hoy, junto a nuestra edición habitual de los miércoles, distribuimos un suplemento dedicado a conmemorar los 150 años del nacimiento de José Enrique Rodó, en el que se vierten valiosos comentarios de calificados estudiosos de la obra del maestro compatriota.
Nos emociona con particular agrado, que muchos de los que enaltecen con sus originales y profundos comentarios las columnas de esta puntual publicación, sean los mismos que se dieron cita en Montevideo hace cuatro años con motivo de la realización del Congreso Internacional, en el centenario de su desaparición física (1917-2017), que organizamos exitosamente por medio de la Sociedad Rodoniana.
El generoso apoyo de tan calificados intelectuales, todos ellos docentes de prestigiosas universidades de distintas partes del mundo, a la vez que exterioriza la constancia de destacados pensadores, constituye una prueba de la vigencia del pensamiento de nuestro compatriota que mañana cumpliría un siglo y medio.
Dijimos en nuestro primer editorial que nuestro lema iba a ser entre el aggiornamiento y la tradición. No nos olvidemos que La Mañana nació apenas dos meses después de la inesperada muerte de Rodó, cuyo joven pensamiento vitalista que se resume en “Reformarse es vivir”, siempre estuvo presente en sus editoriales, en sus columnas, en su quehacer periodístico, en la fidelidad a la memoria del entrañable amigo y camarada político de los fundadores de este órgano de prensa.
De no haber fallecido prematuramente a los 45 años en el exterior, seguramente hubiera sido el eje central de esta publicación.
En los días previos a su partida a Europa el 12 de julio (él partió el 14, un día antes de su cumpleaños y 15 antes del fallo ciudadano, por el que tanto había luchado), sus amigos le ofrecieron un banquete en la confitería del Jockey Club. Allí Pedro Manini Ríos y Héctor R. Gómez, le reiteraron la propuesta formulada tiempo atrás en ocasión que el nuevo partido lo había distinguido con el cargo de vicepresidente.
Se tenía que fundar un periódico en defensa de los principios medulares (voto secreto y universal, representación proporcional, libertad electoral, etc), la misma plataforma de la campaña electoral para elegir la Asamblea Nacional Constituyente de las elecciones del 30 de julio de 1916, donde Rodó se jugó entero.
Y volvieron a proponerle que a su regreso él sería su director.
Nuestra tarea no es poner a circular el logo de una publicación que hizo historia y que nosotros logramos reconquistar después de casi veinte años de silencio. Nuestro desafío es recuperar su espíritu.
Y en esa tarea, ¿por qué nosotros estamos obligados a rendir homenaje a este singular intelectual que hoy ocupa tan importante lugar en el mundo de las ideas? Porque Rodó más allá de su labor como ensayista, como filósofo y propulsor de vigorosas ideas fuerza que encarnaron en la juventud universitaria de su época, de nuestro país y de toda América -que compartimos- también desarrolló una destacada actividad como parlamentario y se perfiló como un político visionario e independiente.
Su capacidad de mirar más allá del presente lo llevó a convertirse en el principal redactor de las bases del nuevo partido Colorado Riverista.
En este programa conviene en una apretada síntesis recordar alguno de los principios allí expresados. Derechos políticos e igualdad civil para la mujer, el estatuto del funcionario público, el Código del Trabajo con reglamentación del trabajo de mujeres y menores, seguros obreros para la inhabilitación, higiene y seguridad en los talleres, seguros para accidentes de trabajo, de industrias derivadas de la utilización de la materia prima del país, fomento de obras públicas y mejoramiento de los medios de transporte.
Rodó jamás se apartó del enfoque vitalista que anima al hombre a usar su voluntad para transformarse. Eso sí, sin descaracterizarse.
En ese sentido, uno de los dos cultos hermanos Henríquez Ureña, Max, veía en Rodó la estampa de un profeta, siempre apelando a la superación espiritual haciendo utilizando la voluntad. Aunque su recio mensaje, no fue a través de la palabra hablada, como es habitual en este género de conductores de almas, sino como escritor.
“Hombres hay, muchísimos hombres, inmensas multitudes de ellos, que mueren sin haber nunca conocido a su ser verdadero y radical, sin saber más que lo de la superficie de su alma, sobre la cual su conciencia pasó moviendo apenas lo que del alma está en contacto con el aire ambiente del mundo…”.
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