Tras conocerse por la Corte Electoral que la papeleta de color blanco tuvo un apoyo del 38,2 % de los sufragios emitidos, la secretaria general de la Asociación de Trabajadores de la Seguridad Social, Nathalie Barbé, integrante de la Comisión por el Sí, declaró a La Diaria el 29 de octubre que si el FA obtiene la victoria en la segunda vuelta se le exigirá “que cumpla con la generación de un diálogo social para modificar la reforma jubilatoria”.
Esta referencia que hizo la promotora del plebiscito acerca de la necesidad de generación de un “diálogo social”, nos lleva a pensar que desde hace décadas viene ocurriendo un fenómeno con características similares al de las fake news que, sin embargo, es otra cosa, a saber: el vaciamiento de las palabras.
Por vaciamiento de las palabras nos referimos específicamente a la pérdida de significado que sufren las palabras por una distorsión en su uso. Y, en efecto, la expresión “diálogo nacional” o “diálogo social”, que tiene una connotación muy profunda en un país con una historia que supo de largas guerras civiles y grandes enfrentamientos políticos, se la viene repitiendo hasta la banalización, desproveyéndola de su más amplio y arraigado sentido.
De hecho, a causa de este uso demagógico de la noción de “diálogo nacional”, y en referencia a algunos promotores y defensores del plebiscito de la seguridad social que en un programa televisivo expresaron que, más allá del resultado, este plebiscito del Pit-Cnt posibilitaba la oportunidad de generar diálogo nacional, Hernán Bonilla, en una columna del diario El País del 3 de setiembre, respondió: “Quienes hayan mirado este domingo el programa periodístico Séptimo Día habrán presenciado una escena muy habitual de nuestro debate público. Varias personas afirmaron que la solución para los temas más relevantes que enfrenta nuestro país es convocar a un ‘gran diálogo nacional’. Esa tesis suele ser seguida por otras aseveraciones del tipo ‘debe tener la más amplia participación’, ‘deben estar involucrados todos los actores políticos y sociales’, ‘debe darse una discusión profunda’ y ‘deben alcanzarse consensos para construir políticas de estado’”.
Sin embargo, más allá de que coincidimos con lo expresado por Bonilla en cuanto al porqué, nos parece importante pensar por un momento en qué es efectivamente un diálogo nacional. Porque si consideramos cuáles son sus características y los aspectos que debería inherentemente tener, podemos decir que el Compromiso País 2.0, “Gobernar entre todos”, podría catalogarse como un verdadero ejemplo de diálogo nacional.
Porque no hay que olvidar que la Coalición Republicana es una fuerza política muy diferente al Frente Amplio, que más allá de sus matices internos tiene una perspectiva estrecha, ideológicamente hablando. Mientras que la Coalición Republicana, al estar compuesta por distintos partidos políticos que tienen sus propias tradiciones, ideologías, principios, valores y territorialidad y el hecho de haber logrado en un tiempo récord un documento con el que todos estuviesen de acuerdo, implica una verdadera postura de diálogo y no solo una pose.
Por otra parte, desde esta línea editorial hemos reivindicado en más de una ocasión la importancia de tener en Uruguay un órgano asesor en materia de asuntos económicos como el Consejo de Economía Nacional, que ya está contemplado en nuestra Constitución. Porque por encima de los intentos de banalización cultural y de minimizar la significación que tiene el verdadero intercambio con el otro, parece fundamental, en un país tan pequeño como el nuestro, que algunas respuestas no solo vengan del sistema político, sino también del productivo y social, como ha reivindicado Un Solo Uruguay y Cabildo Abierto. No se trata de que haya contrapesos, sino más bien de que se puedan sintetizar de forma coherente los intereses del país. Pensamos que “Gobernar entre todos” es un ejemplo en ese sentido y plantea a futuro otra medida para el diálogo nacional.
TE PUEDE INTERESAR: