Una de las ideas fuerza más constante en la obra literaria de Rodó fue su nueva visión del americanismo. Desde la derrota de los libertadores –en el plano americanista– Bolívar, Artigas y San Martín, se perdió la noción de que la América española era un todo, y acorde con el nuevo statu quo de la pax británica, se alentó por parte de las clases pensantes (y comerciantes) la balcanización de Hispanoamérica, dándole insuflada importancia a los regionalismos de los nuevos estados municipios. Desde 1830 hasta Ariel (setenta años) hubo un interregno en que los pueblos, que hasta la independencia habían constituido la misma nación, perdieron contacto entre sí, dejaron de interesarse unos en los otros y de interrelacionarse, salvo con fines de confrontación bélica (Guerra de la Triple Alianza, Guerra del Pacífico, etcétera) y solo se comunicaban a través de los mares con las metrópolis financieras de la época.
El escritor y diplomático ecuatoriano, Gonzalo Zaldumbide destaca el papel de Rodó como iniciador de esos nuevos vientos americanistas que comenzaron a soplar a partir del Ariel en el continente: “Quiso despertar de su extraviado sonambulismo la conciencia de esa unidad, y exaltar los destinos a ella vinculados. Llamó a su América a sentirse y ser en verdad lo que era, única y múltiple, diversa y sola. Que su obra de evocador y de augur fue la de hacer viviente, sensible el sentimiento de las patrias chicas en la vastedad de la patria grande”.
La vasta obra del Maestro como escritor, como parlamentario, como periodista, como tribuno, abarca ideas filosóficas, éticas, estéticas, políticas y sociales. Todos los temas manejados con gran rigor y profundidad. Hay páginas –probablemente la mayoría– dedicadas a la universal filosofía de la personalidad, a las transformaciones de las personas, a la existencia humana, a las vocaciones, a la condición de cambiar sin descaracterizarse (“Reformarse es vivir”) Rodó tuvo altibajos en su personalidad. Como toda alma compleja pasó por depresiones, euforias y atonías. Pero nunca dejó traslucir estos vaivenes del espíritu, en su mensaje, que siempre fue un despliegue exuberante de filosofía vitalista. “El suyo no era un optimismo cándido, sino heroico”, dice Rodríguez Monegal.
Hay quienes creen que cohabitan muchos Rodó y que su milicia americanista, como le gustaba definirla a él, es apenas un apéndice de su obra literaria. Sería desconocer su vida, pero de una sola pieza. Toda su producción –veintidós años– encierra una coherencia perfecta desde el principio al fin. La Revista Nacional, El que vendrá, La Novela nueva, la crítica a Rubén Darío, pasando por el Ariel, Motivos de Proteo y el Mirador de Próspero, sus discursos, su prolífera correspondencia y sus intervenciones parlamentarias, llegando a su testamento –su obra última y póstuma– El Camino de Paros, trasuntan una preocupación por la unidad de América, por la concreción de la “Magna Patria”. Es más, desde niño ya tenía premonición de la razón de su vida. A los doce años, en la escuela escribió una composición a Bolívar que finalizaba: “Continúese la obra por él comenzada”.
Considerar su americanismo como capítulo separado, al margen de sus preocupaciones fundamentales, comenta W. Lockhart en “Rodó y su prédica”, supondría “rebajarlo a expresión aleatoria, a frágil idealismo a manifestación lírica de un sentimiento que habría nacido y crecido en un sector especial del espíritu, cuando su valor y sustantividad provienen de expresar una totalidad de visión espiritual”.
Con motivo de la repatriación de los restos de Juan Carlos Gómez (1905), Rodó pronuncia un discurso, donde una vez más, resume su concepción original americanista: “Bien podemos decir que hay algo aún más alto que la idea de la patria, y es la idea de América concebida como una grande e imperecedera unidad…”. Cuando representa a nuestro país en Chile, junto con Juan Zorrilla de San Martín y Jaime Bravo, en el centenario de la independencia (1910), pronuncia en el Congreso chileno aquel magistral discurso:
“Yo creí siempre que en la América nuestra no era posible hablar de muchas patrias, sino de una patria grande y única… cabe levantar, sobre la patria nacional, la patria americana, y acelerar el día en que los niños de hoy, los hombres del futuro preguntados cuál es el nombre de su patria no contesten con el nombre de Brasil, no con el nombre de Chile, ni con el nombre de México, porque contesten con el nombre de América”.
Hugo Manini Ríos, Rodó y la gran Colombia. Esta obra se compone de la versión corregida de una conferencia que dictó Hugo Manini Ríos en la embajada de Colombia en nuestro país el 24 de octubre de 2007 con motivo de los noventa años de la muerte de José Enrique Rodó. En este libro, Hugo recupera algunas ideas centrales del ideario rodoniano, reivindicando su genuino espíritu americanista.
TE PUEDE INTERESAR: