Nadie duda sobre el poder y valor del sol en el sistema solar y todos tenemos claro que liga gravitacionalmente planetas, satélites y asteroides que giran a su alrededor en perfecta armonía sincrónica, con órbitas definidas que permanecen inalteradas por ley natural.
En el caso de la tierra, la vida depende del sol; su energía, luz, calor, hacen posible todo lo conocido, desde las plantas con su fotosíntesis, hasta cada uno de los seres humanos que habitan el planeta; reconocemos su magnitud y su capacidad por ser el único en nuestro sistema que emite luz propia.
¿Alguien en su sano juicio puede imaginar a nuestro planeta sin el sol? ¿Qué pasaría si el sol se apagara? Probablemente desaparecería la vida.
Las sociedades también son sistemas solares y entendemos que el sol de nuestra organización como sociedad es el empresario.
Sin embargo, de una manera antinatural se ha alterado esta realidad pretendiendo colocar al estado en esa posición central, valiéndose de sistémica animosidad y descalificación para los hacedores y luchadores, que día a día trasforman nuestra vida con sus soluciones, producciones, facilidades y propuestas que favorecen nuestra calidad de vida.
Aún en nuestros días prevalece ese sesgo y masificación del pensamiento como un efecto colateral de la llamada teoría marxista, que ha adoctrinado generaciones, ha destruido sociedades, ha sido responsable de los más atroces atropellos a los derechos inalienables de los seres humanos, ha sido también responsable de desdibujar los conceptos de derechos y deberes, que colocando al estado en el centro de ese utópico sistema solar construyó regímenes pseudo comunistas, ya que no se conoce sociedad que haya completado los principios de la teoría y aplicado el verdadero comunismo, en ninguna parte mundo hasta hoy.
Sin embargo, sí consiguió con su lucha de clases enfrentar a burgueses con proletarios en otras épocas, pero también al trabajador con su patrón del día de hoy, creando un racismo ultranacional y multiétnico hacia el empresariado con consecuencias devastadoras para la sociedad en su conjunto.
En nuestros días los regímenes populistas, que basan su accionar en el asistencialismo, motivados por repudiables fines como lo son la manipulación y lucro de la casta dirigente a costas de los derechos de las personas, buscan mantener viva la llama de este racismo creando más seres dependientes, sin posibilidad de estudios, sin hábito de trabajo o disciplina, todo lo cual es un engendro de miseria.
En nuestro país, siguiendo obsecuentemente la escuela del Partido Comunista y sus organizaciones de fachada, tales como el PIT-CNT, se ha repetido una y otra vez que el centro de todo es el obrero, el empleado, el asalariado.
Cuando suceden las crisis, tales como la actual pandemia con efectos tan nocivos en la salud como en la economía, se suele hablar de los que perdieron sus trabajos, de las personas en seguro de paro, de los derechos de los trabajadores, de los subsidios, y nos surgen las preguntas: ¿quién recuerda a los empresarios? ¿Son de una clase que no tiene necesidades? ¿No necesitan ayuda? Es que los que fueron capaces alguna vez de lograr un emprendimiento y ofrecer bienes o servicios y sobretodo fuentes de trabajo ¿Lo pueden hacer en toda circunstancia? ¿Qué protección recibe la clase empresaria?
Finalmente, y ante tanto desinterés, nos preguntamos ¿Qué pasaría si los empresarios desaparecieran?
Probablemente no existiría estado, ni políticos, ni sindicatos, ni trabajadores, ni policías, ni empleados públicos, ni bancos, ni maestros, ni ministros.
Las empresas con sus aportes al estado, son quienes posibilitan y sustentan con su esfuerzo los dineros que se destinan a subsidios, seguros de paro, seguros de enfermedad, fondos públicos, incluso los que se usan para asistencialismos. Entonces sería muy bueno dejar de discriminar a un sector tan vital de la sociedad: el empresario, que justamente es quien arriesga su capital, su energía, su salud, pone en práctica su ingenio, genera fuentes de trabajo, capacita, crea, cría, trabaja, sueña, mantiene encendidos los motores de la economía.
El empresario tiene muchas obligaciones y pocos derechos y cuando pierde su empresa, pocos se acuerdan de él. No existen subsidios, bonos asistenciales o seguros de paro que le amparen, por tanto, sabe que debe luchar permanentemente por mantenerse productivo, por mejorar, por no quedar fuera de competencia, por participar, por cumplir con sus obligaciones, por atender las necesidades de sus empleados. Lucha solo y discriminado.
Creemos que en aras de una sociedad justa es tiempo que se reconozca su contribución y su valentía y se le ayude si es necesario, pues el país hoy más que nunca necesita empresarios pujantes, que tomen el desafío, que aprovechen las coyunturas, que generen fuentes de trabajo, que reactiven la economía, pues es la única forma de salir de las crisis.
Hoy es el tiempo de darles exoneraciones reales, no ficticias.
Hoy es el tiempo de darles créditos realmente accesibles y disponibles con condiciones que favorezcan a los sectores productivos en vez de a los bancos.
Hoy es el tiempo de que las tarifas públicas comerciales se trasformen en accesibles.
Hoy es el tiempo de darles a los empresarios de nuestro país lo necesario para que generen una sociedad más próspera y equitativa.
Hoy es el tiempo de hacer y permitir que el astro rey de nuestro sistema solar brille.
Jorge Rodríguez
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