La llegada de un circo internacional a una pequeña localidad del noreste de Canelones provocó una discusión entre los vecinos sobre la conveniencia de esta actividad en estas particulares circunstancias sanitarias. Informarse y actuar con responsabilidad es importante para mantener un equilibrio saludable en el ritmo de vida que nos impone la pandemia.
Hace pocos días llegó a nuestro pueblo un circo internacional rioplatense, el Circo Latino, algo poco común para una ciudad chica del noreste canario. Realmente impacta ver toda la infraestructura que se arma para que siete familias trabajen y vivan realizando esta actividad artística, recorriendo pueblo a pueblo con un espectáculo artístico bastante novedoso y diferente. Es un trabajo para vivir, pero que tiene mucho de vocacional y pasional.
A raíz de esta llegada, a nivel local se generó una discusión donde algunos vecinos manifestaron su preocupación de que se realice este tipo de actividad abierta al público en estos momentos de pandemia que, además, coincide con un aumento de casos en todo el país.
La discusión fue muy local y por una actividad puntual, pero bien podría ser representativa de lo que está pasando en todo el país con todas las actividades: educativas, artísticas, culturales, deportivas, tradiciones, religiosas. Todo lo que reúna publico, genera diferencias y discusiones fuertes.
La preocupación es válida, es razonable que exista gente con miedo e incertidumbre ante tanta intensidad mediática con el tema de la pandemia, más razonable es si esas personas son población de riesgo y los casos van en aumento.
Pero como siempre pasa en todos los temas, el miedo, la desinformación, el fanatismo y el apuro por marcar una postura, dañan el intercambio y perjudican cualquier posibilidad de comprensión y entendimiento.
Al mismo tiempo que, quienes son artistas y obreros a la vez, levantaban la carpa gigante y armaban toda la infraestructura, surgían algunas voces críticas que decían: “Qué disparate, qué locura”, “Cómo van a permitir que se instalen, cómo van a dar los permisos para que funcione un circo”. Y así un montón de conclusiones que apostaban a marcar como algo negativo y a boicotear este acontecimiento artístico necesario y esperado por muchos en nuestra ciudad.
Por supuesto que también surgieron voces más comprensibles, con una visión positiva y de aprobación hacia este evento, todas las opiniones son válidas, el problema surge cuando las críticas y la negatividad surgen desde la desinformación, el prejuicio y la falta de análisis.
Porque en principio para informarse solo bastaba poner el nombre del circo en Google, después para conocer cómo trabajan había que leer la información y la enorme cantidad de notas en redes, y para saber cuántos son, de dónde vienen y cuánto hace que están en Uruguay también alcanzaba con entrar a la página de Facebook.
O sea que solo con entrar a internet, leer, pensar y conversar un poco se podía saber mucho, para entender, entre otras cosas, que estamos hablando de un emprendimiento familiar, quinta generación de artistas, de nacionalidad mitad uruguayos y argentinos, que entraron hace más de un año a Uruguay.
La pandemia los agarró, quedando varados un tiempo y sin la posibilidad de trabajar, luego retomaron su trabajo haciendo el proceso que implicó la vuelta a la nueva normalidad, primero con autocirco y después cumpliendo estrictos protocolos con público limitado, con distancia, tapabocas y control de temperatura, en coordinación con las intendencias, municipios y comisaría local.
Algo no menor, es que esta conducta responsable ha dado el resultado de que en más de un año girando por el país, esta actividad artística no ha sido foco de contagio para el público que asistió en todas las ciudades en las que estuvo, ni los integrantes de este circo contrajeron el virus en todo este tiempo. Que además de ser un trabajo, un medio de vida y una actividad artística para el disfrute de la gente, también se mueven con un espíritu social tratando de colaborar con las instituciones locales por donde pasan.
Quizás este es un ejemplo muy puntual y aislado, pero me parecía importante contarlo, no tanto por el acontecimiento en mi pueblo, si no como algo representativo que pasa en todos lados con todos los temas.
Mucho se simplifica, las posturas se toman sin analizar y, a veces, pensando más en la bandera que en interés común. Porque la pandemia es real, no niego eso, por supuesto que hay que cuidarse, hacer caso a recomendaciones de las autoridades y respetar al otro. Pero la libertad vale mucho y es importante mantenerla, ya sea libertad responsable o libertad solidaria, pero es una libertad mucho mejor que la que tienen otros países con este tema, y mucho mejor a las restricciones que pedía la oposición en nuestro país.
La salud es imprescindible cuidarla, pero no solo se cuida previniendo este nuevo virus. Para una mente sana y un cuerpo sano, también la gente necesita trabajar, realizar actividades, ya sea artísticas, culturales, deportivas o recreativas, principalmente los niños.
Son muchas las actividades que están en discusión, cada cual tendrá su dificultad, pero es importante que a la hora de decidir existan análisis serios, con criterios, que sean técnicos pero sobre realidad, no con prejuicios e influenciados por la camiseta, no cobrar al grito cuando se pide prohibir el carnaval argumentando “porque es de zurdos y drogadictos”, o las ferias ganaderas, “porque son oligarcas de derecha”.
Muchas actividades como este ejemplo que mencioné del circo, han demostrado que con responsabilidad y respeto a las recomendaciones, funcionan bien y son necesarias.
No hay que cerrarse, pero hay que informarse, escuchar y pensar. Porque a la hora de tomar postura, de opinar, es importante el contexto, pero siempre conociendo la realidad, analizarla de forma abierta, sin prejuicios y con amplitud.
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