La separación territorial por medio de la segregación y la partición fueron políticas ampliamente aplicadas en las colonias británicas con consecuencias geográficas duraderas. En la era postindependencia, los gobiernos de los países miembros del Commonwealth han adoptado por lo general políticas integracionistas centralizadas en lugar de aplicar la segregación. Esto les ha llevado a enfrentarse con su herencia imperial, como atestigua el número de problemas y crisis que tienen su origen en el período colonial. Desde los primeros tiempos, las autoridades coloniales inglesas y británicas procuraron reducir sus conflictos con los pueblos indígenas recurriendo a la exclusión territorial, en marcado contraste con las políticas asimilacionistas buscadas por el gobierno francés.
El objetivo de la política colonial británica rara vez pasaba por crear nuevos hombres y mujeres ingleses o escoceses a partir de sus súbditos coloniales, ya que el sentimiento británico de superioridad racial solía ser demasiado profundo como para llegar a considerarlo. Si la integración no era el fruto deseado, la conclusión lógica era que la alternativa estaba en la segregación. El influyente libro de Lord Lugard, El mandato dual en el África tropical británica (1922), encarna este enfoque del gobierno indirecto. Trazar sobre el terreno líneas de demarcación inspiradas en criterios étnicos formaba parte de la necesidad, percibida oficialmente, de mantener una identidad inglesa o británica. Se planteaba la cuestión de que si había que preservar la identidad británica, ¿por qué no la de otros pueblos? Este cuestionamiento acabó dando lugar a clasificaciones más sutiles y a las consiguientes definiciones de fronteras, sobre todo en Sudáfrica, el más controvertido heredero de la tradición imperial británica.
A.J. Cristopher, Universidad de Port Elizabeth, Sudáfrica. Publicado por la Royal Geographical Society (1988)
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