La decisión de asumir un papel en la escena política es una forma de buscar las responsabilidades que supone ese noble quehacer, impulsado por la vocación de servicio o por el deseo de dar cumplimiento a objetivos que se sienten y que exigen como una necesidad insoslayable la participación.
Tradicionalmente se ha hablado de una verdadera “carrera de honores”, que reconoce la participación desde un comienzo en cargos menores, por ejemplo el de integrante de una junta departamental, para hacer las primeras armas, luego la diputación, más tarde, la senaduría o la condición de ministro y, por fin, concretar eventual y excepcionalmente la aspiración superlativa de llegar a la Presidencia de la República.
Sin embargo, en nuestro medio observamos la proliferación de candidaturas a la Presidencia, directamente y sin remilgos, de aspirantes de cortas o muy escasas carreras políticas, lo que sería un fenómeno sociológico digno de estudio por quienes han sido ilustres maestros de la ciencia política, como Maurice Duverger o Giovanni Sartore.
Lo cierto es que en el Partido Nacional y aún más en el Partido Colorado han proliferado una serie de candidaturas de quienes, en el mejor de los casos, han sido o son diputados, que han sorprendido hasta el doctor Julio María Sanguinetti, que primero fue diputado, luego senador, después ministro, para llegar finalmente a ocupar dos veces la Presidencia de la República.
Se me dirá que Pacheco Areco solamente había sido diputado y es cierto. Pero su vida política comenzó en el diario El Día en su mejor época, al lado de César Batlle Pacheco nada menos, quien fuera su mentor y consejero y quien lo hizo director del matutino batllista fundado por don Pepe, o sea que vivió su juventud en un medio donde la política y el gobierno eran los temas de todos los días. Y lo demostró en el gobierno, del que se fue acompañado por el voto de 450 mil ciudadanos, que es lo que más le duele a los frentachos.
Por otra parte, es bueno saberlo, entre los antecedentes genealógicos de su familia, figura un capitán de Blandengues, Jorge Pacheco, y don Melchor Pacheco y Obes, ministro en el gobierno de la Defensa y estupendo orador, que llegó a Francia y expuso ante la Asamblea Nacional la heroica resistencia al sitio de Montevideo en un discurso tan elocuente que dio mérito a que el escritor Alejandro Dumas (h) escribiera un libro titulado La nueva Troya.
Pero volviendo al tema, no vamos a criticar duramente a los postulantes ni calificarlos de “delirantes”, como sus propios correligionarios de Ciudadanos le han endilgado a Carolina Ache cuando anunció su eventual candidatura a la Presidencia, que les resultó una reacción inesperada.
Simplemente, este cambio en el comportamiento de quienes son o aspiran a ser actores políticos, sorprende, pues se aleja de la inveterada costumbre del comienzo con metas más razonables y menos ambiciosas. Era lo más común y a nadie sorprendía la candidatura que solicitaba el apoyo de “Fulano de Tal al Parlamento “ o “Vote a Mengano a la Diputación”.
Porque nombres apenas conocidos o que registran muy breves o módicas actuaciones en la vida pública, que por tanto están apenas asomándose al conocimiento público proclamen su candidatura al máximo cargo, dorada cúspide de toda carrera, puede sugerir una notoria falta de ubicación.
Son, sin embargo, verdaderos delirios los sueños de colectivismo autoritario que programan los comunistas que apoyan a la intendenta Carolina Cosse, que ahora acompañan las escuálidas filas de Rafael Michelini. Cuando nada queda de la Unión Soviética y los poco países que han adoptado el sistema se hunden en el atraso y la miseria como Cuba y Venezuela, todavía encontramos a quienes profesan la ideología que se cayó y se hizo trizas junto al muro de Berlín. O sea que todavía sueñan con la reforma agraria, la nacionalización de la banca, el estanco del tabaco, la estatización del comercio exterior y la sociedad sin clases, mediante la dictadura de una clase: el proletariado y la totalidad del poder en manos de un partido único: el Partido Comunista. Si tienen alguna duda pueden leer en La Diaria del 13 de enero las declaraciones del secretario general del Partido Comunista Uruguayo, señor Juan Castillo, quien expresó que si el Frente Amplio gana las elecciones “deberá ser de izquierda”, y que “no queremos ganar el gobierno para un maquillaje, para que todo siga más o menos como está”.
Por su parte, también delira el presidente del Frente Amplio, señor Fernando Pereira, acusando al oficialismo de ser un gobierno narco y tratando de explicar las deficiencias de la ley de reforma de la Seguridad Social con términos de alta escuela como la cuadratura del círculo, la perversidad de los cometas, la atracción de los abismos, el movimiento continuo, la transmutación de los metales, la utilidad del dolor y la bondad de los maleficios.
En definitiva, quienes opten por el Frente Amplio votarán por esas utopías y, mientras tanto, por un gobierno que asegure el despilfarro de los dineros públicos, los gravísimos errores de gestión, la improvisación, el gradual y progresivo endeudamiento durante toda la administración, el posible aumento del impuesto al trabajo que impuso al país el ministro Astori, porque ese gravamen antes no existía, las empresas fallidas, la amistad con Cuba y Venezuela, los choques con la Argentina de Milei y el acercamiento y regocijo con todas las dictaduras siempre que sean de izquierda.
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