El matutino El País decidió encabezar su editorial del viernes pasado con el título “Cabildo Amplio”, apelando a un parvo recurso retórico propio de la agencia de medios oficial y sus repetidoras. La instrucción parecería ser intentar “embretar” a Cabildo Abierto, como si se tratara de una majada de ovinos a la que se puede conducir con un par de canes ladradores. Quizás sea su propia experiencia la que les impide percibir que los liderados por el senador Manini Ríos no ingresaron al sistema político para comportarse como gansos de exposición. Por cierto, tener que acudir a la teoría de los dos demonios y el doloroso pasado reciente para justificar exportar el capital de los uruguayos constituye un salto mortal en ese artero ejercicio de manipulación ciudadana al que nos vienen sometiendo.
Como si con esto no hubiera alcanzado, el sábado siguiente un ignoto columnista del mismo medio y con su discurso libretado, calificó como una “mezquindad” el intento de Cabildo Abierto de proteger el ahorro acumulado por la Nación. Seguramente también había que demostrar afección hacia esa claque globalista que tan solo unos días antes los había ofrendado con cócteles, canapés, y, sobre todo, la sensación de que se les atribuye alguna importancia. ¿A quién se le puede ocurrir que no votar el proyecto del Dr. Saldain sea la “partida de defunción de la coalición”? Pero esto no es todo. El propio Martín Aguirre en su columna del domingo habló de “cálculos políticos microbianos”, culminando así todo un fin de semana dedicado a razonamientos sobre Cabildo Abierto que bien podrían haber salido de un cerebro protozoario.
Mientras tanto, el expresidente Sanguinetti, hijo de la racionalidad y padre del “cambio en paz”, advirtió que se le empezaba a “agotar la paciencia”. La reacción es similar a la que tuvo en ocasión de la discusión del proyecto de Cabildo Abierto para limitar el crecimiento de las áreas forestales. En aquella oportunidad se apuró a prevenir que en caso de que el proyecto resultara aprobado, el presidente Lacalle lo vetaría, cosa que fue lo que efectivamente terminó ocurriendo. Al igual que ahora, en aquel caso se intentó desviar una discusión de naturaleza socioeconómica al terreno de los principios, apelando de forma algo bizantina al discurso de “la libertad”. Faltaba Delacroix guiando al pueblo uruguayo detrás de la bandera con la cruz azul y la imagen del inventor del pararrayos…
Lo cierto es que, más allá de toda la retórica de estos optimates, el tema es qué hacer con el ahorro de los uruguayos. Con tanta vuelta cicerónica, los defensores de exportar el capital al exterior no se percatan que implícitamente podrían estar introduciendo la peligrosa idea de que invertir en Uruguay es un riesgo para sus propios ciudadanos. Cuando esto debería ser el núcleo de la discusión racional sobre el tema, hoy el sistema político cayó en la trampa de simplificar el problema como uno de lealtades y obsecuencias. Todo un absurdo.
Vayamos a lo factual.
En ningún lado del “Compromiso por el país” se expresa que los partidos firmantes se comprometieran a aprobar cualquier proyecto que surgiera de la cabeza del Dr. Saldain. Por el contrario, resulta revelador notar que lo referente a la reforma de la seguridad social aparezca en el capítulo 9 bajo el encabezado “Proteger a los más débiles”, y que una búsqueda en el documento del término “AFAP” arroje “0”. Concretamente, el documento dice así: “Iniciar un proceso que conduzca a una reforma de la seguridad social con sólida base técnica y amplio apoyo político, con el fin de lograr un sistema previsional moderno, financieramente sostenible y menos dependiente de los tiempos políticos, que vele especialmente por los pasivos con mayores niveles de vulnerabilidad”.
Claramente aquí se hablaba de iniciar un proceso que contara con una sólida base técnica, un amplio apoyo político y se enfocara en los más vulnerables. Esto no se condice de ninguna manera con el proyecto que hoy apura el Poder Ejecutivo. Es más, lo anterior podría incluir desde la nacionalización completa del sistema de jubilaciones hasta su total privatización. Tal es el grado de amplitud del compromiso que resulta poco entendible la pérdida de paciencia con Cabildo Abierto. Salvo que exista algún tipo de presión externa que nos esté obligando a firmar a ojos vendados cualquier reforma que nos presente Saldain. En cuyo caso sería interesante conocer a dichos actores para poder discutir con ellos directamente; sin intermediarios. Esto último explicaría que los miembros de la coalición hayan salido extrañamente todos al mismo tiempo a criticar a Cabildo Abierto, como si hubieran recibido una suerte de inspiración divina.
Lo único cierto es que una reforma de la seguridad social no tiene nada que ver con el destino de los fondos de las AFAP, por más que esto se quiera disfrazar de argumentos académicos. No tiene sentido que exportemos capital al extranjero a bajas tasas de interés y con riesgos desconocidos, para luego acudir sombrero en mano a estos mismos centros financieros a pedir prestado nuestro propio dinero a un costo mucho mayor y con condicionalidades de todo tipo y color. Es así que pagamos las tasas de interés más altas en años con el bono verde, y gastamos tiempo y fondos públicos en cumplir con criterios ESG que lo único que hacen es encarecer el costo país. Es importante que Colonia y Paraguay comprenda de una vez por todas que no vivimos de cocardas, sean de Davos o el Har de Oro. ¿Tendremos que pensar que todo esto tiene por único fin “asistir” a la industria de la intermediación financiera?
Lo absolutamente cierto es que la única palabra con la que hay que cumplir es con aquella comprometida con la ciudadanía. Y los sondeos parecerían indicar que el soberano no está satisfecho con esta reforma de Saldain, cuyo apuro no entiende y que nada tiene ver con lo firmado en noviembre de 2019.
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