La encíclica está muy lejos de una idea del ser humano de carácter racionalista o positivista. Por el contrario, León XIII toma el conocimiento de la condición humana como premisa de actuación. No es, pues, de extrañar que la Rerum novarum se refiera en varios pasajes a la naturaleza humana, a su racionalidad y a su libertad, afirmando que “…lo que da al hombre el que lo sea y se distinga de las bestias, es la razón o inteligencia”. Esta enseñanza de León XIII coincide plenamente con la experiencia común, la cual descubre en el hombre capacidad de abstracción, de raciocinio y de juicio, autodeterminación en el obrar, con una libertad real –aunque no absoluta e incondicionada– que le da dominio sobre sus actos.
En la Rerum novarum no se pierden de vista las necesidades materiales. Atendiendo a los problemas laborales de su tiempo, León XIII exige no imponer a los obreros más trabajo que el que puedan soportar con sus fuerzas, ni de una clase que no esté conforme con su edad y sexo. En esta misma línea, destaca entre los deberes primordiales de los patronos, el dar un salario justo a sus obreros. Sin embargo, León XIII no se limita a este tipo de necesidades: exige también que se tengan en cuenta “los bienes del alma”. Así pues, en el pensamiento de León XIII aparecen claramente diferenciados los bienes que podrían llamarse de base, esto es, necesarios para la vida, y los bienes del espíritu o perfectivos. El desarrollo de la vida humana precisa bienes externos (riqueza, prestigio, etc.) y bienes corporales (salud, vigor físico…) como soporte, pero la excelencia o plenitud humana no se alcanza solamente con la satisfacción de necesidades físicas o psíquicas, sino que “la verdadera dignidad y excelencia del hombre radica en lo moral, es decir, en la virtud”.
La concepción cristiana del hombre exige que los directivos empresariales no sólo respeten a las personas en su dignidad, sino que organicen el trabajo y la empresa sin impedir, y aun favoreciendo, el desarrollo integral de cada trabajador. León XIII señala como opuesto a la razón y a la verdad el enfrentamiento sistemático de clases y, en general, de ricos y pobres. Su concepción difiere de la visión liberal de considerar la sociedad como un agregado de individuos sin más vínculos que los pactos voluntarios, y también de la concepción marxista en la que el colectivo absorbe al hombre individual. En la empresa, como en la sociedad, el hombre crea nexos sociales con sus semejantes, y estos nexos ayudan a su desarrollo humano personal. Trabajadores y poseedores del capital tienen que vivir y actuar en armonía.
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