Del 25 al 27 de setiembre se desarrolló en Roma a instancias de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la primera Conferencia Mundial sobre la Transformación Sostenible de la Ganadería. Esta contó con la participación de académicos, empresarios y delegaciones políticas de distintas partes del globo. Y tuvo como objetivo abordar el desafío que representa en la ganadería aumentar la productividad sin generar mayores impactos en el medio ambiente.
“Hoy en día están apareciendo barreras al comercio como lo es el Pacto Verde de la Unión Europea, que coloca restricciones ambientales a las exportaciones de alimentos, lo que apunta hacia políticas proteccionistas que perjudican a los países productores de alimentos, neoproteccionismo ambiental. El problema del calentamiento global no puede ser atribuido a la ganadería si no al consumo y a la actividad humana en general”.
Fernando Mattos, ministro de Ganadería. Fragmento del discurso realizado Roma
el día 25 de setiembre en la Conferencia de la FAO.
Al igual que en las distopías hollywoodenses tan de modas en estos días, el relato sobre el cambio climático propagado desde algunos centros de poder parece haberse despojado de sus vestiduras académicas y cientificistas –aquellas que solía llevar en la década de los 70– para cambiar diametralmente su discurso. Y convertirse en una suerte de pseudoreligión que aboga más por el género profético en tono admonitorio, en donde las sanciones morales pasaron a ser sanciones económico-financieras, y donde los aspectos puramente técnicos quedan férreamente sujetos a objetivos sustancialmente políticos.
Así, desde hace varios años, se ha instalado en la opinión pública la idea –basada en estudios discutibles– que la ganadería es uno de los principales causantes del efecto invernadero. Por otra parte, algunos lobbies anticarne vienen desde hace décadas evocando los peligros que tiene el consumo de carnes rojas para nuestro organismo, aconsejando la alimentación de proteínas vegetales ultraprocesadas, la nueva variedad de carne sintética creada en tanques de aluminio, o los insectos disecados que se venden como snacks que son especialmente ricos en proteínas.
Este discurso sobre los peligros de las vacas y la carne –que en nuestro país obviamente no ha calado, ya que somos ante todo una cultura ganadera que todavía ve en sus antepasados a un gaucho– ha tenido una fuerte recepción en países como Alemania donde el consumo de carne per cápita no ha parado de descender en estos últimos dos años.
Además, está el caso de Países Bajos que es paradigmático, donde el Gobierno, con el objetivo de cumplir con las metas climáticas planteadas en el “pacto verde”, se propuso adquirir las granjas de los ganaderos y, para colmo, la Comisión Europea terminó aprobando un plan de 1500 millones de euros para que se compren estas instalaciones ganaderas y reducir así las emisiones de nitrógeno.
Con estos antecedentes, la Conferencia Mundial sobre la Transformación Sostenible de la Ganadería realizada por la FAO no ha estado carente de debate, especialmente por la posición de los países productores de alimentos. En definitiva, lo que está en juego es el futuro de la alimentación a nivel global.
El pacto verde
La idea de un “pacto verde” surgió a principios del año 2019. Poco después Úrsula von der Leyen fue investida como presidenta de la Comisión Europea y materializó esta idea mediante un amplio acuerdo entre liberales, socialistas y democristianos, que tuvo su corolario con la celebración de la COP 25 en Madrid a finales de ese año.
Aquel Parlamento europeo recién electo con una amplia mayoría de partidos verdes adoptaría una resolución que sería clave en términos políticos como también en términos simbólicos, declarando en aquella instancia: la “emergencia climática y medioambiental” a nivel global.
Desde entonces “el pacto verde” se convirtió en uno de los objetivos más ambiciosos del programa de gobierno de la Comisión Europea, y sirvió de leit motiv para querer implementar una reforma en las políticas agrícolas, comerciales, de energía, de transporte y obviamente de infraestructura. Pero más importante todavía, el “pacto verde” no solo pretendió implementar una transformación económica, sino que estableció una nueva narrativa en la que Europa no solo proveería al mundo de un paquete tecnológico y social benigno con el medio ambiente, sino que se convertiría al mismo tiempo en una suerte de paladín defensor de los derechos ambientales del planeta. Úrsula von de Leyen llegó a decir entonces en referencia al pacto: “Este es el momento del ‘hombre en la luna’ de Europa”.
En definitiva, el pacto verde europeo debe ser comprendido desde dos perspectivas: una ambiental y otro desde la economía política internacional, entendida como una nueva fase programada de globalización, en la que Europa pasaría nuevamente a ser no solo un centro geopolítico, sino que también un centro tecnológico e industrial, tal como lo fue hasta la mitad del siglo XX. Y en ese sentido “el pacto verde europeo comporta un retorno de la política industrial y un nuevo ciclo de innovación” (José Antonio Sanahuja, Pacto Verde Europeo: el giro ambiental de un actor global).
La diplomacia climática
El pacto verde a su vez tiene una medida exterior llevada adelante por la “diplomacia climática”, mediante la cual la Unión Europea trata de hacer efectivo su liderazgo empleando su relato puramente ambiental, y esto va acompañado de una serie de alianzas que alientan la descarbonización y la neutralidad climática.
Al mismo tiempo el pacto verde exige cambios en la política comercial de la Unión Europea en los que la apertura comercial queda sujeta al cumplimiento de determinados requisitos medioambientales.
Pero en el fondo, este nuevo relato tiene como escenario una globalización en crisis que comenzó con la pandemia de covid-19 y prosigue con la guerra entre Rusia y Ucrania, y ante la cual, “la respuesta europea se ha articulado, en poco tiempo, en torno a dos ejes. Por una parte, el Pacto Verde Europeo. Por otro lado, la búsqueda de una mayor ‘autonomía estratégica’ de la UE. Aunque esta última remite a la política exterior y de seguridad y defensa, también tiene una importante dimensión de climática, y de seguridad energética y capacidad industrial propia, que entronca con el Pacto Verde Europeo (Sanahuja, 2021). Pacto Verde y autonomía estratégica han cobrado aún más relevancia como ejes de la respuesta europea a la COVID-19 y el plan de reconstrucción NextGenerationEU, impulsando, en palabras de Max Bergmann (2020), un verdadero “despertar geopolítico” de la UE” (Ibidem).
Palabras de Fernando Mattos
En su alocución en Roma, el ministro de Ganadería, Fernando Mattos, defendió la importancia de la ganadería no solo como una fuente insustituible proteínas, sino también por su efecto positivo sobre los ecosistemas pastoriles, tales como los que hay en nuestro país. Indicó, además, que este diálogo debería haberse dado hace mucho tiempo, debido a que la publicación de la “Larga sombra del ganado” ha perjudicado a la producción animal global, colocándola en una posición injusta. En esa línea perjudicó también al Uruguay dado que somos un país ganadero y esta actividad es parte fundamental de nuestra cultura y economía.
El jerarca del MGAP sostuvo: “Uruguay es un país joven que tiene más de 400 años de historia ganadera, donde la ganadería ocupa la mayor parte del territorio; con un alto nivel de conservación de nuestros recursos naturales y más del 50% de la superficie sobre campo natural. Son los animales los que protegen la biodiversidad del Uruguay. Cuando los primeros exploradores llegaron, catalogaron a nuestro territorio como una tierra sin provecho, sin embargo, hoy se prueba que estaban equivocados dado que la ganadería moldeó al país y se ha transformado en un pilar fundamental de la sociedad y la economía”.
Con respecto a los compromisos ambientales, el ministro Mattos destacó que “los herbívoros son un factor fundamental en la conservación de la biodiversidad de los ambientes pastoriles, donde su ausencia provocaría una modificación radical de estos ecosistemas. El milagro de la fotosíntesis y la rumiación son la gran respuesta para producir alimentos en tierras donde no es posible realizar agricultura, es lo que ha hecho la ganadería durante siglos para el beneficio de nuestra civilización”.
TE PUEDE INTERESAR