¿Cómo surgió tu vocación?
Mi vocación de servicio está estrechamente relacionada con mi fe, por lo que cuando “descubrí” esta última, quedé expuesta a ver la realidad de diferente manera, y en ella, darme cuenta de lo importante que es la vida en comunidad y que el mundo no va a ser mejor si no nos apoyamos entre todos.
¿Tus primeros pasos en este camino y cómo empezaste a “darle forma” a tu llamado?
Sigo dándole forma y eso es lo que más me apasiona. Comencé a los 17 años haciendo diversos voluntariados, mayormente centrados en personas en situación de calle y privación de libertad (hasta la actualidad). Luego me recibí de abogada y sentía que le tenía que dar una vuelta de tuerca a la profesión. Por eso comencé hace poco a centrarme en el asesoramiento jurídico a fundaciones y por ahí vengo dándole forma.
Una sugerencia para alguien que está empezando y quiere hacer lo mismo que tú.
Que sean genuinos; si uno hace desde el amor y de lo que realmente lo llena, el camino se encausa.
¿Qué te inspira?
Mis seres queridos, la naturaleza y todo aquel que quiera aportar su granito de arena para que vivamos en un país mejor, más justo e integrado.
¿Cuáles son los desafíos que has tenido que sortear?
Redefinir mi profesión.
¿Tu lugar en el mundo?
Físico: la sombra de cualquier árbol en verano. Espiritual: una buena charla.
¿Un referente en tu vida o alguien que confió en ti?
Mi madre; inteligente, resiliente, metedora, me impulsa en todo lo que me proponga.
¿Un proyecto a realizar?
Crear y llevar adelante una fundación.
¿Cuál es el valor fundamental para desarrollar la
actividad?
Sin dudar, empatía.
¿Qué es la felicidad para ti?
Amar la vida, con los logros y con las caídas.
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