¿Cómo surgió su gusto por las payadas?
Es algo con lo que uno nace de chico. Si bien no sabía ni tocar la guitarra, siempre tuve esa pasión por los payadores.
¿Sus primeros pasos en este camino?
En un principio comencé solo improvisando para mí y hace dos años empecé a hacerlo frente al público o en videos que después compartía.
Una sugerencia para alguien que está empezando y quiere hacer lo mismo que Ud.
Cuando una persona tiene sentimiento por lo que le gusta, es ahí cuando empieza a aprender y le salen bien las cosas.
¿Qué lo inspira?
El payar es como una conversación con otra persona pero en verso, en ese relacionarse y dialogar con el otro van saliendo los temas como un contrapunto, casi siempre con temas de la realidad de cada uno y del lugar.
¿Cuáles son los desafíos que ha tenido que sortear?
Para conocer de muchos temas y de los que van surgiendo o que plantea el otro payador hay que tener conocimiento, para eso es importante leer mucho. Eso es un desafío para mí, tratar de seguir aprendiendo.
¿Cuáles son los temas más frecuentes?
Los temas del trabajo de campo, el caballo, el perro, el conocimiento de la actividad rural.
¿Tiene algún referente en este camino?
Tengo tíos abuelos que improvisaban en las reuniones familiares y uno de ellos hasta escribió un libro. Y desde chico siempre me gusto, iba mucho a las criollas y a los encuentros de payadores.
¿Qué valores fundamentales busca transmitir?
En ese dialogo con el otro es como un reflexionar de cosas de la vida, a veces situaciones alegres o en ocasiones tristes como la partida de un ser querido. Mediante la música y el canto se transmiten vivencias que son comunes a todas las personas.
¿Su lugar en el mundo?
Para mí es el campo debajo de un árbol o en el galpón es la felicidad más grande. Por el contrario, voy a una ciudad y el ruido y el andar corriendo me estresan.
¿Qué es la felicidad para Ud.?
Cuando hago alguna improvisación y la comparto con amigos y les gusta eso me anima a seguir para adelante. Y una alegría muy grande es que mi hijo Manrique está empezando a tocar la guitarra y nos juntamos y lo hacemos entre los dos. Eso me enorgullece y uno siente que tiene continuidad la actividad propia. Lo mismo pasa con las actividades de campo; cuando los hijos se interesan y les gusta andar con uno y aprender es muy gratificante.
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