El presidente electo tiene por delante el ejercicio de una función que puede orientar de diferentes maneras. Comencemos por decir que tiene una oportunidad de excepcional privilegio para convertirse en el líder de una poderosa corriente de opinión, hoy la mayor de todo el Frente Amplio, sin discusiones.
Su padre político, José Mujica, es la última figura que queda de la generación que logró llevar al poder al Frente Amplio por tres veces consecutivas y que ha sido determinante en la reciente elección porque obtuvo la reconquista del gobierno para su partido.
Naturalmente que la fuerza de los hechos habrá de dejar al Frente Amplio sin la presencia de su último caudillo, lo que coincide con el comienzo de la gestión de Yamandú Orsi, quien persiguiendo el liderazgo vacante ya no podrá incurrir en ningún parricidio político. Por el contrario, puede afirmar con todo derecho que fue elegido por Mujica para continuar su conducción.
Es sabido que el presidente de la República es el primer personaje político del país aquí y en todos lados, y por ello tiene en sus manos la posibilidad de convertirse en el nuevo líder de la corriente de izquierda. La construcción de poder, desde ese cargo la puede comenzar sin rivales a la vista. Es aquí donde comienza el análisis de las opciones que como presidente tiene por delante. Veamos.
Sin ser un académico, tiene la formación cultural de un experimentado profesor de historia, que no es poca cosa. El Dr. Tabaré Vázquez era médico y no tenía por qué conocer la complicada estructura de un Estado moderno, por lo cual tuvo el criterio de designar como secretario de su presidencia al Dr. Gonzalo Fernández, jurista de nota, profesor grado 5, que apoyó siempre con sólidos fundamentos la gestión del Poder Ejecutivo. Los titulares de la Secretaría y Prosecretaría que acompañarán al presidente Orsi, aun con experiencia política y de gobierno, están lejos del nivel del profesor Gonzalo Fernández.
Yamandú Orsi, en primer lugar, debe optar si quiere gobernar para todos los uruguayos como ha dicho, o hacer un gobierno de partido con las dificultades que supone lo que en realidad es una coalición de partidos que vota bajo el mismo lema. Y a no equivocarse, aunque la lista 609 tiene una formidable bancada entre los numerosos senadores y diputados que obtuvo, deberá atender solicitudes y requerimientos de los distintos partidos que también tienen representación parlamentaria.
Cuando Mujica eligió a Orsi como candidato sabía que era la última elección en la que iba a participar y al parecer le habría dicho: “¡Recuerde que el presidente es usted!”. Solo en Yamandú Orsi está la decisión de convertirse en el nuevo líder de la coalición de izquierda y en esa voluntad, legítima y a su alcance, de ir en pos de la construcción de poder. Así es como nos enseña nuestra historia con abundancia de ejemplos, lejanos y cercanos.
¿Que existen ambiciosos? Los estamos viendo. ¿Que siempre habrá una contra interna? Ni que hablar. Pero no hay mejor lugar para construir el poder que ejercerlo desde la Presidencia. Lo hizo Lacalle Pou y eligió a un eventual sucesor que por honestidad moral y política jamás se hubiera lanzado a una aventura propia. Conocedor de reglas inexorables, no estaba dispuesto a correr riesgos.
¿Que nuestro régimen es semipresidencialista? Mentira, el capítulo de la Constitución que regula las relaciones entre los poderes Legislativo y Ejecutivo no se aplicó nunca y tampoco nadie se animó jamás a disolver el Parlamento.
El presidente manda y manda. Lacalle Pou no gobernó como el presidente de una coalición sino como el presidente de un partido con la colaboración de otras fuerzas políticas que se asociaron. Porque quien tiene el poder no lo ejerce, lo pierde. Puede no perderlo formalmente, pero no manda. O lo echan lisa y llanamente como a De la Rúa.
Tampoco ejercería el poder adecuadamente el presidente Orsi, si se dedica a satisfacer las exigencias de dirigentes, caciques o entenados de las numerosas capillas del heterodoxo conglomerado frenteamplista. Porque en ese bajo menester se le puede ir el tiempo y el prestigio.
En consecuencia, la alternativa de Orsi es pensar en el país y en su propio futuro político. No importa que no haya dado cabida a la oposición en el gabinete; es una forma de asumir toda la responsabilidad, obviamente que respetando las funciones de contralor de la coalición perdidosa.
Nuestro país es chico, poco poblado y hace decenios que no crece. Sin darle consejos a nadie pensamos que no alcanza con el prestigio de una democracia estable, sino de asumir que la velocidad de los cambios, la presencia de las multinacionales de la era digital y un nuevo orden global de imprecisa consolidación obligan a levantar la mirada hacia el futuro, participando en el devenir, para no quedar aislados en la comarca y en el rezago de los pueblos que se situaron fuera de la historia. Imposible imaginar mayor responsabilidad.
TE PUEDE INTERESAR: