En los últimos años se ha venido acuñando una versión de las rupturas institucionales en distintos países de América del Sur a partir de 1970 y la consiguiente instauración de aparatos represivos, como la ejecución de un meticuloso plan, maquiavelamente trazado desde los Estados Unidos, al que se lo denominó Plan Cóndor.
¡La ideología capitalista y la codicia económica propia del “imperialismo” pusieron en marcha una legión de agentes de la CIA en un operativo enmarcado en la más estricta disciplina que habría operado como un aparato de relojería…!
Si nos internamos en el contexto mundial de los setenta, este libreto –al igual que una caricatura- era destinado al consumo de los jóvenes profanos de los entretelones de la política internacional, de modo que lo aceptaran sin mayores resistencias.
El mundo estaba pendiente de la guerra que EE.UU. libraba en el sudeste asiático.
La incomprensible intervención directa de los EE.UU., a partir de 1955 en Vietnam, en reemplazo de la derrotada Francia, hacía recrudecer el fantasma de la Guerra Fría.
Pero para aceptar esta teoría, habría que señalar con fundada suspicacia que también formaba parte del mismo plan la agitación armada de corte revolucionario, que empezaba a recrudecer en toda Latinoamérica, sobre todo a partir de la conferencia de OLAS en Cuba. Existe una causalidad inexorable en estas acciones pendulares que crean sus respectivas reacciones.
No es bueno transitar por estos laberintos de la mente cuyas conclusiones conspirativas nos alejan de las caprichosas y matizadas realidades.
La historia no se escribe en blanco y negro
La premisa mayor del denominado Plan Cóndor –siempre leído en clave maniquea- sería la irreconciliable confrontación de dos ideologías: el capitalismo y el socialismo.
A partir de ahí la perversidad vesánica de la primera siempre echaba mano a la violencia, al genocidio, a los crímenes de lesa humanidad, para combatir las bondades de la segunda: esa humanidad solidaria, en tránsito a la sociedad sin clases (el término “progresismo” todavía no se había difundido); a partir de la revolución rusa de 1917, la segunda generación ya venía pariendo al “hombre nuevo”, cuyos ejemplares practicaban el principio “de cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades” que incorporó la nueva constitución aprobada por los Soviets en junio de 1936 y a la que Stalin calificó como “la más democrática del mundo”. Se trataba de una ideología con ribetes de religión con sus dogmas –que se asumían como principios de fe, con sus Mecas o Romas, con su sumo pontífice y también con sus herejías a cuyos responsables perdidosos (caso Trotsky) se les perseguía aún en el extranjero… Este era el clima que se vivía en los 60 y los 70. Eran los tiempos en que una revolución –en su inicio libertaria como la Revolución Cubana- se alineaba con la ortodoxia soviética; donde los vientos poco reflexivos que soplaban, no dejaban espacio para la duda o la reflexión crítica: como la muerte por “accidente” de Camilo Cienfuegos o la misteriosa “emboscada” del Che en Bolivia. ¡No se cuestionaba nada!
Por el otro lado ¿había una ideología capitalista?
Es indudable que la contrainsurgencia o la represión utilizan métodos similares. Lo que no soporta ningún análisis es sostener que existe una “ideología capitalista” como sostienen ciertos ideólogos.
El sistema económico y social basado en la propiedad privada de los medios de producción es tan viejo como el mundo. Por lo menos desde que el animal hombre primitivo dejó de ser cazador y recolector.
También afirmar que los gobiernos dictatoriales eran calcados uno del otro es una exageración esquemática.
Lo que no hay duda es que muchos de ellos aplicaron métodos represivos sin precedentes.
A la cabeza de esta cruenta ola, no hay duda que se ubica Argentina, con una escalada represiva con ribetes de terrorismo de Estado, solo similar en violencia a la ofensiva terrorista desatada contra el gobierno constitucional del general Perón y luego contra su viuda.
Una abundante literatura sobre todo a nivel mundial, enfoca esta deleznable historia como un fenómeno de persecución ideológica impuesto por los agentes del Plan Cóndor, que supuestamente quería resarcir a Estados Unidos del fracaso de Vietnam.
¡Pero la vida siempre está plagada de paradojas!
Las primeras protestas por la mutilación de los derechos humanos -y casi las únicas- provenían de Washington. Era el presidente Jimmy Carter el que inició estos reclamos a nivel internacional y fue la URSS y sus satélites quienes impidieron en la ONU el voto de censura a Argentina por sus desmanes represivos.
La misma Rusia soviética que en las eliminatorias para el Mundial del 74 en Alemania, se negó a jugar su segundo partido con la selección chilena en el Estadio Nacional de Santiago de Chile “porque ese predio estaba salpicado de sangre” (el estadio había sido utilizado por el general Pinochet como centro de detención y tortura de opositores al régimen militar) y sin embargo le brindaba valioso apoyo al país que más alevosamente había violado los derechos humanos.
¿Qué pasó? Todo se inicia con el derrocamiento de Isabel Perón. La escritora y periodista argentina Claudia Peiró, afirma: “El golpe de estado de 1976 es condenado por los mismos sectores que contribuyeron al derrocamiento del gobierno constitucional…”.
Es difícil que la realidad resplandezca en un mundo mediatizado por medios, redes y, sobre todo, por sectarios obnubilados por los “dogmas de fe”, que apabullan la mente de los pocos que desean conocer la verdad de los hechos del presente, que no son más que corolarios de pasado inmediato.
El golpe militar de marzo del 76 protagonizado por los generales Roberto Viola y Rafael Videla y el almirante Emilio Massera fue desde su gestación hasta sus últimas consecuencias gestado y apuntalado por el Partido Comunista Argentino (PCA).
Una vez consolidado el régimen dictatorial y ya producidos los mayores desmanes represivos, a fines de octubre de 1976 arriba a Buenos Aires un avión con 65 altos funcionarios de la Unión Soviética para participar –entre otras cosas- en una muestra industrial en el Centro Municipal de Exposiciones donde inició la oratoria el secretario de Comercio, Roberto Fraguio, secundado por Jefe de la delegación visitante, Alexsey Manzhulo, el viceministro de Relaciones Exteriores de Leonid Brezhnev (líder del comunismo duro, distante de la gladnost). Y a partir de ahí el trato de la URSS hacia Argentina estuvo signado por el privilegio de las relaciones comerciales. Con la reciprocidad de la junta militar también en temas como la invasión a Afganistán.
Otro episodio poco difundido pero muy revelador de hasta dónde llegaba el maridaje del PCA con la dictadura, se produjo allá por el año 79. Una patrulla del ejército (seguramente disidentes de la Junta) hace un procedimiento en el barrio La Paternal en el centro-noroeste de Buenos Aires y se llevan detenidos a la numerosa concurrencia de una vieja casona, que eran nada menos que la cúpula del Partido Comunista bonaerense, integrada por la totalidad del Comité Central, el C. Metropolitano y el Comité del barrio donde fueron apresados. La reacción no se hizo esperar. Al día siguiente el general Suárez Mason hace acuartelar el poderoso Cuerpo No 1 (Campo de Mayo) y da el ultimátum para que liberen a los prisioneros. El diario La Prensa editorializa: “Pretendían desestabilizar el Proceso Cívico- Militar…”.
El supuesto Plan Cóndor o era muy ambiguo y sibilino o hacía agua por sus flancos.
Qué triste es pasar la vida atado a esquemas y no observar la realidad.
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