Vivimos en un mundo permanentemente conmocionado, fuera de quicio. Todo, absolutamente todo sirve de excusa para hacer ruido, publicar en las redes sociales una y otra vez nuestra supuestamente más que sabia opinión sobre todos los temas, asignaturas, asuntos habidos y por haber. El ente en el que vamos camino a convertirnos es una especie de “todopoderoso” del saber, un amo imprescindible y necesariamente admirado de la opinión. Se diría que el universo debe conocer nuestra valiosísima mirada acerca de todo, todo el tiempo.
Esto por supuesto que tiene consecuencias, no solo en nosotros mismos, sino en nuestra interacción con el entorno y con las demás personas en el entorno en que nos movemos. ¿Acaso es fácil en un mundo tan perturbado responder siempre de la manera adecuada y medida a los estímulos del medio? ¿Sabemos distinguir entre lo que es ya y lo que puede esperar? Por lo general no. Porque el medio tampoco nos enseña eso. El medio nos estimula y nos devuelve una sensación de inmediatez, de “te lo doy ahora, pero respóndeme ahora”. Claro que esto no espera una respuesta meditada y medida, sino que se ajuste más o menos a la infinita demanda y que en poco tiempo abarque lo más posible acerca de todo y acepte que será olvidado al instante siguiente. Si queremos medir daños pensemos en el control emocional; la impulsividad y la falta de empatía se desatan como caballos salvajes que velozmente van a cualquier parte, no se sabe dónde.
Reacción emocional vs respuesta emocional
Cuando somos víctimas del surmenage, del límite de nuestra regulación emocional, o también en situaciones fronterizas, normalmente tenemos lo que en psicología se llama una reacción emocional; como su nombre lo indica, es una manera intempestiva, desmesurada de responder a un estímulo.
Por ejemplo, si estamos atrapados en una calle con tránsito abultado buscando llegar a casa y alguien de repente nos toca una bocina fuerte y en reacción le gritamos insultándolo, claramente estamos no ante una respuesta ponderada que mide costos, razones y beneficios sino frente a una simple y descarnada reacción emocional. No solo no es eficiente para resolver el conflicto, sino que además es, en grado y proporción, invariablemente excedida.
Muy distintas a las reacciones emocionales son las respuestas emocionales, aquellas formas de hacer frente a situaciones de una manera más racional, más medida y especialmente más equilibrada. Las respuestas emocionales dan paso a nuestro lado más humano, menos animal.
Ahora bien, después de todo esto es natural que sintamos que nos están pidiendo algo imposible. ¿Se espera que reflexione serena y lúcidamente en un contexto donde se me pide todo ya, algo que no es precisamente lo que aprendí cuando desarrollé trabajosamente mis mecanismos de supervivencia?
Nuestro desafío vigilante consiste en dar más respuestas emocionales y no entregarnos pasivamente al dominio de las reacciones emocionales. Hay varias técnicas para afrontar esto, pero ahora voy a presentar una que por sencilla es aplicable a todas las áreas de la existencia: la técnica PAPEL. Por raro que suena, la técnica PAPEL es en realidad una sigla, que corresponde a tres mandatos: Pare, Piense y Elija. Parece algo básico y lo es; y realmente funciona. El pararse, pensar y elegir es un proceso mucho más complejo de lo que dice su enunciado.
Lo más cómodo obviamente es dar rienda suelta a la primera reacción emocional que se nos viene a la mente, dejar que las fieras salgan de la jaula y hagan de las suyas. Resulta más difícil, en cambio, la pausa, detener la cosa maquinal, desalentar los automatismos. Pero aun así hay que hacerlo; hay que preguntarse antes de cualquier acto o comentario: ¿realmente suma o contribuye a algo? ¿Por qué lo estoy haciendo? ¿Acaso algo mejorará si lo hago? ¿Cuáles son las posibles acciones de cambio a futuro al hacer/decir esto?
Es un desafío y un ideal muy alto pretender una alerta constante, siempre meditar serenamente cada una de nuestras respuestas; pero en vista de los resultados que venimos obteniendo tenemos que ir en esa dirección, aunque algo de muy adentro nos seduzca para torcernos, para dejar que lo primitivo se nos escape. Debemos estar con más armonía en todo lo que damos a nivel religioso, político, de valores en general. Las respuestas presionadas por el estrés –el miedo, la angustia, la ansiedad, las cuales en ciertas circunstancias son inevitables– no deberían regir nuestra conducta ni nublar demasiado nuestro pensamiento.
Nuestro PAPEL se ha de parecer cada día más a lo que queremos ser.
*Psicóloga y profesora. Especialista en autismo. Mg en dificultades de aprendizaje.
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