Alrededor del siglo VIII a.C., aparece por primera vez la idea de la deuda con interés. De repente, los caciques locales se convierten en lo que algunos historiadores llaman familias de la mafia. Descubrieron una forma de monopolizar la tierra, hasta aproximadamente los siglos VII y VI. Se produjeron revoluciones en toda Grecia y en Italia, y más tarde a los reformistas se los calificó de “tiranos”. La lucha de toda sociedad primitiva consistía en cómo evitar que la población cayera en la esclavitud. Los señores tenían motivos para hacerlo. Si los pequeños agricultores, que contribuían con sus impuestos debían su cosecha al acreedor, tendrían que ir a trabajar a las tierras de estos últimos para cancelar sus deudas. Con el tiempo, los acreedores terminarían quedándose con todo. Los gobernantes de todo el Medio Oriente, hasta probablemente los primeros reyes de Roma, decían: “Lo único que tenemos que hacer es evitar que la clase acreedora se convierta en una oligarquía independiente. Porque si se independiza de nosotros, y obtiene el excedente económico, van a usar esta mano de obra para contratar a un ejército, nos van a derrocar y se van a convertir en el Estado”. Así que siempre ha existido una lucha entre el Estado que protege a la sociedad de la clase acreedora –la oligarquía– y la oligarquía que quiere ser independiente, que quiere que no se condonen las deudas.
En Roma, los reyes fueron derrocados hacia el 509 a.C. por una oligarquía, que esencialmente quería reducir al resto de la población a un estado de servidumbre. Todo el período de la República fue una larga secuela de una revuelta tras otra, exigiendo la condonación de deudas y la redistribución de la tierra. A todo esto se le llamó democracia. Para la oligarquía una democracia significa que todos los acreedores son iguales, y por lo tanto la libertad es la libertad de esclavizar al resto de la población. La democracia en la antigüedad significaba la servidumbre para la mayoría de la población. Aristóteles fue muy claro al respecto. Dijo: “Muchas ciudades tienen constituciones que parecen ser democracias, pero en realidad son oligarquías”. Y, de hecho, toda democracia, escribió Aristóteles, tiende a convertirse en una oligarquía, ya que los ricos se enriquecen y entonces la oligarquía se convierte en una aristocracia hereditaria, y se convierte en señor del resto de la sociedad.
Existían todos estos antecedentes que condujeron al mundo moderno cuando ya se había interrumpido la tradición de la cancelación de la deuda que había liberado a las poblaciones de la esclavitud. Toda economía va a ser planificada por alguien. La cuestión es: ¿va a ser planificada por los acreedores, como ocurre hoy en día? ¿O va a existir un gobierno, un gobernante, que va a decir: “Mi trabajo es mantener la sociedad estable y evitar que se polarice para que podamos sobrevivir y ser resilientes y seguir adelante?”. A los acreedores no les importa la resiliencia. Su plazo es más bien breve. Toda economía que tiene deuda con intereses tiene que reestructurarse en algún momento, o de lo contrario toda la economía acabará siendo propiedad de un pequeño grupo de personas en la cúspide, como ocurría en Roma. Así es como la República Romana terminó en el Imperio Romano. Se centraliza. La tendencia de cualquier economía financiarizada es la centralización. No solo de la riqueza, pero al centralizar la riqueza, se centraliza el poder político y la toma de decisiones, y en última instancia, la fuerza militar en manos de la clase financiera.
Michael Hudson, profesor de la Universidad de Missouri-Kansas City, entrevistado por Jacobin. Hudson es autor de “Superimperialismo” y es especialista en temas de deuda.
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