El resultado de las elecciones internas, de menor afluencia de votantes en comparación con las anteriores, permite sacar algunas conclusiones.
En primer lugar, el triunfo de la coalición de gobierno sobre la coalición frenteamplista por una clara diferencia.
En segundo lugar, un repunte del Frente Amplio, que alcanzó la meta que se había fijado, aunque sin llegar a la cifra que un eufórico y desubicado Fernando Pereira lanzó al viento, garantizando el triunfo en octubre.
En tercer lugar, la buena elección del Partido Colorado, con una seria renovación de liderazgos, y un candidato vencedor en Andrés Ojeda, de discurso directo y novedoso, que contó con recursos materiales que le permitieron un despliegue que causó sorpresa en sus competidores.
En cuarto lugar, la comprobación de que sin una interna competitiva en elecciones que no son obligatorias, se le quita todo incentivo a la mayor participación ciudadana, lo que ocurrió principalmente con Cabildo Abierto, que había sido la sorpresa de la elección de 2019. De todas maneras, Manini Ríos anunció un llamado a la reflexión en su partido.
El aumento de los votos frenteamplistas se fundó en las excelentes performances en Montevideo y Canelones, donde extremaron su esfuerzo al mismo nivel que si fueran las elecciones nacionales y una mejora en algún departamento, como Río Negro, donde ganaron y mantuvieron Salto. En cambio, la importante pérdida de votos del Partido Nacional, no se debe solamente al desgaste natural a todo ejercicio del poder, sino también a episodios como los casos Astesiano, Marset o Penadés, de perniciosa influencia en el sentir colectivo, aunque lejos de alcanzar el nivel apocalíptico pretendido por el frenteamplismo.
Tampoco pueden desconocerse las acciones del presidente Lacalle Pou, que se observan no solo dentro de su propio partido, sino también con referencia a los otros socios de la coalición oficialista. Dentro del propio partido fue ostensible la construcción de su poder personal, desplazando a notorias figuras de la generación anterior y priorizando su recambio por el círculo de sus adherentes, que sin duda reconocerán su liderazgo fielmente, en vistas al futuro.
Respecto a los socios de la Coalición Multicolor, y en especial contra Cabildo Abierto, fue notorio su hostigamiento, a pesar de que fueron los votos de Manini los que le dieron el triunfo.
Como ya hemos dicho, el Dr. Lacalle Pou se manejó como presidente de un partido y no de una coalición, evitando instalar un sistema conjunto de sesiones regulares con los partidos coaligados y convocando muy pocas veces al Consejo de Ministros en todo su período de gobierno.
Cabildo Abierto se vio vetado, desoído, tratado de díscolo e impertinente, boicoteado y hasta copiado en sus ideas e iniciativas a las que se daba diferente formato con igual contenido. Errores pudo haber cometido, pero fueron más sus aportes y su ejemplar conducta en el cumplimiento de acompañar siempre el “Compromiso por el país”.
Por supuesto que no va a renunciar el general Manini a los principios que predica, como son combatir la usura, sus soluciones a la crisis en la seguridad pública, el rechazo a la eutanasia, la defensa de las pymes, la búsqueda definitiva de la paz social, el rechazo al abolicionismo penal y al proyectado Ministerio de Justicia que defienden colorados y blancos en compañía del Frente Amplio, a su preocupación por la unidad familiar y la defensa de los derechos de los padres, el fomento de la natalidad y el terminar con las costosas reparaciones de los interminables pedidos que formulan colectivos insaciables que le han costado y le siguen costando al país cientos de millones de dólares que se regalan con el esfuerzo de todos los contribuyentes.
En consecuencia, seguirá Cabildo Abierto en la firmeza de su proyecto político, inspirado en los principios del artiguismo, de rotunda defensa de los más vulnerables y de la soberanía nacional, por considerarlos valores sagrados en el pensamiento y la prédica del prócer nacional.
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