El ser humano es el único animal de la creación que no puede vivir sin trasladar la realidad presente, a esa ficción de lo que ha de venir, que denominamos ilusión.
Necesita soñar despierto. Y a esa ficción de futuro se le cargan los anhelos y las esperanzas.
Los deseos de cambiar el mundo gris y rutinario de todos los días por valores y beneficios que pueden ir desde superar una penosa situación agobiante, hasta tejer una colorida visión del devenir, calificada como utopía. Y es en la realidad política donde con mayor naturalidad se observa este fenómeno.
Es altamente positivo que se mantenga esa diferencia que nos separa no solo del mundo animal, sino lo que es peor aún, del sistemático intento de transformarnos en robots (que hoy además vienen con “inteligencia artificial”). Como lo avizoraba Orwell y lo complementó Asimov a fines del siglo pasado…
Esta nueva realidad política que hoy toma posesión de los cargos de gobierno, nos muestra una saludable rotación del juego democrático-republicano del que disfrutamos historicamente los uruguayos.
Pero también nos muestra como en estos 15 años se fueron deteriorando los espejismos con que irrumpió el Frente Amplio luego de su triunfo de primera vuelta en octubre de 2004. Sería una mentecatez pasarle factura al Dr. Vázquez por su aparición en ocasión de su primer triunfo, quien desde los balcones del hotel, lanzaba el famoso “festejen uruguayos”…
Porque el clima era sí, de entusiasmo y esperanza.
Se había creado toda una expectativa apoyada en la carismática figura del candidato, y en la plataforma programática que habilitaba a nuestro pueblo, que venía recomponiéndose de una feroz crisis, para que le abriera crédito a un visceral cambio de rumbo.
Sin dejar de reconocer logros que sí los hubo, no podemos dejar de señalar algunos polvos que marchitaron tantas expectativas.
¿Se implementó el Uruguay productivo que estaba en la base de las propuestas de FA ?
Más bien se logró el efecto contrario: En un país de economía rural, la concentración y la extranjerización de la propiedad de la tierra de estos 15 años fue la mas profunda de los últimos tiempos.
La macro-economía direccionada a favorecer al inversor foráneo, fue un ariete implacable, sin piedad, en la destrucción de la clase media rural, contratistas, granjeros, citricultores, apicultores y muchos otros más que conforman el tejido socio-económico rural. Sectores pujantes y de la mayor eficiencia a nivel mundial – como la lechería y el arroz- fueron prácticamente destrozados, pero resistiéndose, hoy lograron llegar al cambio de gobierno intentando sobreponerse estoicamente a su programada agonía.
Si un botón sirve de muestra, se eliminó la sección Crédito Rural del BROU, del otrora banco de fomento y se lo sustituyó por la denominación de “Crédito Corporativo”, imitando etiquetas extrañas.
Lo mismo sucedió con el comercio de cercanía que constituía la clase media comercial. Las grandes superficies crecieron como nunca antes y hoy se asoma la sombra de un oligopolio que controlaría más del 50% de las cadenas de distribución de alimentos.
La bancarización impuesta como ley de inclusión financiera otorgó un monopolio de los medios de pago a los bancos a la vez que el BCU legalizaba tasas de interés que superan el 170%, la mas escandalosa patente de usura de la región y el mundo.
Se produjo un aumento de la deuda pública inaudita para un país en crecimiento y con precios de commodities record en su historia, que terminó entre otras cosas incentivando un lapidario atraso cambiario.
La degradación del sistema de aplicación de la justicia por el Nuevo Código Procedimiento Penal. Y para concluir con este somero inventario, hay que admitir que el Poder Ejecutivo había abdicado de garantizar la paz ciudadana.
Una inseguridad generalizada, que para no ser desleal con las reglas del modelo “progre”, golpeaba con mayor rigor a los sectores de menores recursos.