Para los uruguayos el fútbol es mucho más que un deporte. Forma parte de la idiosincrasia, de la identidad, del lenguaje e incluso de la historia política de nuestro país. Aquella remota costumbre decimonónica de un puñado de ferroviarios ingleses arraigó en esta tierra entre los criollos, los mulatos y los inmigrantes, y se expandió por los barrios en un colorido folclore que subsiste hasta nuestros días.
El espíritu aguerrido de los equipos uruguayos, la “garra charrúa”, supone mucho más que una característica del juego y describe una actitud de rebeldía ante la adversidad que sirve de espejo y de horizonte para la sociedad. “Los de afuera son de palo”, aquella célebre frase de Obdulio Varela en la previa de la final de Maracaná, representa también un viejo rasgo de la orientalidad, reacio a dejarse llevar de prepo o a que le impongan las cosas desde afuera.
El mismo Obdulio que terminado el partido salió a recorrer los bares cariocas de forma anónima para acompañar a sus hermanos brasileños y así poder atenuar su dolor, en una honda manifestación del espíritu clemente y solidario que también brota de lo más profundo de nuestras tradiciones artiguistas.
Las epopeyas olímpicas y mundiales, el talento de varios jugadores legendarios en todas las épocas, han colocado al Uruguay en el primer plano internacional, convirtiendo a este deporte en un verdadero embajador del país. ¡Cuántas puertas abre para un turista uruguayo en el mundo pronunciar los nombres de Forlán o Suárez! ¡Qué formidable vehículo de trasmisión de nuestra cultura y promoción de nuestros productos!
También el lenguaje cotidiano se ve impregnado de la jerga futbolística. Trancar fuerte, quedarse en offside, levantar un centro, pararla de pecho, entre tantas. Se pudo ver incluso en el transcurso de esta pandemia a políticos, científicos y periodistas utilizando algunas imágenes futboleras para comunicar ideas concretas.
Y por supuesto la historia política también está repleta de figuras íntimamente vinculadas al fútbol y de acontecimientos que marcaron una época. Una de esas figuras fue Pedro Manini Ríos, uno de los fundadores de Nacional, negociador de la Paz de Aceguá y clave para interceder con Batlle y Ordóñez para que los hermanos Céspedes que estaban en Argentina, escapados de las levas por la revolución de 1904, jugaran la final del campeonato uruguayo y lograran alzarse con el triunfo con goles de ambos.
En la nutrida trayectoria de nuestros principales clubes han pasado figuras políticas identificadas con distintos partidos políticos, hasta ex presidentes, representantes de diversas corrientes de pensamiento y lo más preciado de todo: en sus hinchadas han convivido los ricos y los pobres, la clase media, los de izquierda y los de derecha, compartiendo una misma pasión.
Lamentablemente esa tradición hoy está amenazada y muchos hinchas se sienten decepcionados por la utilización de sus instituciones para la difusión de ideologías y consignas divisorias de la sociedad. ¿Hasta dónde se piensa llegar con esto?
Por otra parte, la eliminación de la selección uruguaya en la Copa América abrió un debate en el pueblo futbolero acerca del proceso liderado por de técnico Óscar Washington Tabárez. Es generalizado el pensamiento sobre lo virtuoso de este proceso, en cuanto al compromiso que imprimió en sus integrantes y en la adhesión que generó en la gente. Sin embargo, también parece mayoritaria la idea de que llegó el momento de un cambio de ciclo, por el propio bien del proceso.
Con preocupación observamos como algunos periodistas son hostigados por sus colegas cuando muestran una postura crítica sobre la actualidad del seleccionado. Una mala señal que no corresponde con el apropiado desarrollo de un periodismo libre.
Hay que cuidar al fútbol y a sus instituciones de las tentaciones refundacionales. Porque se toca una fibra muy profunda de nuestro ser.
TE PUEDE INTERESAR