“Toda teoría es gris y sólo es verde el árbol de doradas frutas que es la vida.” Goethe
Días pasados La Mañana difundió en su página web un artículo titulado “Las contradicciones del Plan Cóndor”, con la intención de arrojar algo de luz sobre el tosco soporte que utilizan de apoyo los analistas de aquellos lamentables sucesos de hace 50 años: la subversión armada y la posterior dictadura represiva, que se denomina “historia reciente”. Una dolorosa página que comprometió las libertades públicas y los derechos humanos.
Lo hicimos con el ánimo de introducir un toque de cordura, en medio de ese tono ríspido que ha surgido en los ultimos días, con que los profesionales en buscar responsables unilaterales, tratan de imponer obsesivamente una versión única, que así planteada resulta ser una verdad a medias.
Detrás de esta subasta de suculentos relatos que fueron noticia hace 14 años, se va instalando una atmósfera macabra, que golpea indiscriminadamente a una población que desde hace seis meses soporta el sinsabor de una pandemia, que nadie sabe ni cómo ni cuándo termina.
Debemos recordar que los acontecimientos del pasado –y sobre todo los que no han sido decantados por el tiempo- no se los puede medir en blanco y negro. Ni tampoco ignorando un contexto que fue concatenado por la inexorable ley de causa-efecto que rige el curso biológico del fluir de las comunidades humanas.
Como todos los artículos digitales, este que contó con más de cien mil visitas, motivó apoyos y rechazos, lo que es normal. Es un tema que conviene seguirlo.
Lo primero que queremos dejar claro es que ni en el título ni en su contenido, se pretendió negar la existencia de un plan destructivo de nuestra democracia y estilo de vida, llámese Cóndor, Buitre o como sea.
Hoy ya nadie podría dudar que desde el extranjero, se atizó el fuego de nuestra levantisca y altiva raza criolla, para crear aquellas sangrientas confrontaciones entre hermanos. Trágicas disensiones que bien le permitieran a los inconfesables intereses que siempre estuvieron al acecho de nuestros pueblos, lucrar con nuestras desgracias.
Es notorio que hay países hegemónicos que no rinden cuentas a nadie de sus actos y gozan de soberanía plena, y están los otros que son mayoría, que su dependencia los hace vulnerables a todos los paquetes de lo que hoy se denomina “políticamente incorrecto”.
¿Quién podría imaginar a Estados Unidos o a China o a Rusia de hoy -con todas sus ojivas de cabezas nucleares incluidas- sentados en el banquillo de algún tribunal internacional en calidad de acusado por crímenes de guerra o alguna violación de los derechos humanos?
Sin embargo siempre puede haber alguna excepción que confirme la regla. El ex- Secretario de Estado de EE.UU. Henry Kissinger, Premio Nobel de la Paz, (a pesar de lo cual fue calificado como el mayor criminal de guerra, por Gore Vidal), el célebre juez español Baltazar Garzón, intentó abrirle una causa por Derechos Humanos, pero no tuvo el éxito, que sí había logrado con el arresto durante 506 días en Londres, de Pinochet. El principio de “Jurisdicción Universal de delitos de lesa humanidad” posee sus tabúes…
Tampoco se podría ocultar el rol de Kissinger como gobernante – verdadera eminencia gris detrás del presidente Ford- que jugó un papel hegemónico en la instalación de la Junta Militar argentina, que derrocó al gobierno democrático de Isabel Perón y auto proclamó el Proceso de Reorganización Nacional, dando lugar al inicio de la “guerra sucia” con una sangrienta represión. En esta etapa, los archivos desclasificados confirman que Kissinger emitió muchas directivas hacía la Junta Militar. Alguna frase que quedó gravada en referencia a la “guerra sucia”, apresurando la represión la registran los archivos documentados:
“Si pueden terminar antes de que vuelva a reunirse el Congreso, mejor…”
Siempre fuimos reacios a asumir conclusiones que se desplacen en facilongas muletas conspirativas. Pero que las hay, las hay…!
Es evidente -y hace pensar que la guerra fría no fue tan fría- que los procesos dictatoriales en la región respondían a distintas matrices y se manejaban por separado con las dos superpotencias del mundo, aun bi-polar, de aquél entonces.
Cuando ponemos el caso argentino, lo hacemos en el convencimiento que fue el país donde la represión adquirió ribetes patológicos y se expresaron mayores contradicciones en materia de apoyo interno e internacional.
Por más que se lo ha ocultado con celoso sigilo, el Partido Comunista Argentino (PCA) cerró un acuerdo de convergencia con los militares golpistas.
Las relaciones comerciales con la URSS no necesariamente tuvieron que ver con esta insólita alianza política. Ya desde el retorno del Gral. Perón se había iniciado un fuerte flujo de exportaciones (sobre todo trigo y carne) pero sin lugar a duda, esa corriente logró un récord con Videla y Massera. Baste recordar que las turbinas de la obra binacional de Salto Grande son rusas.
La paradoja que hiere a las teorías grises, al decir de Goethe, se dio cuando el presidente de Estados Unidos Jimmy Carter intentó poner freno a la represión, fue la Rusia Soviética la que frenó toda actividad en la ONU.
Pero la historia de las paradojas ideológicas -en eso de derechas e izquierdas- es aún más suculenta y para algunos, cuesta mucho aceptarlas.
Athos Fava Secretario General del PCA y Fernando Nadra, otro alto jerarca comunista, en 1978, en el momento en que el régimen militar uruguayo maltrataba a sus camaradas de la otra orilla del Plata, viajaron a EE.UU. como plenipotenciarios de la Junta Militar argentina a discutir con los defensores de Derechos Humanos. En una discusión con Harkin le espetaron: “No toleramos que desde el exterior se pretenda imponernos normas de conducta a los argentinos…”
Luego publicaron el libro “Estados Unidos, Grandezas y Miserias”. Resumiendo así el objetivo de su viaje: “La campaña de Carter está dirigida a apoyar a los grupos antividelistas (Rafael Videla) con el pretexto de los Derechos Humanos…”
Otro argentino, de ilustre apellido en filas de la izquierda, Martín Guevara, sobrino del legendario “Che”, vive actualmente en España y es un severo crítico del régimen castrista.
Emigró a Cuba en 1976, cuando todavía era un niño donde vivió 12 años. Y como testigo privilegiado, cuenta en un libro autobiográfico el dolor que sintió al enterarse un día en La Habana de que su padre estaba preso en Argentina, a miles de kilómetros de distancia.
Claudia Peiró, en su artículo: “En 1976 Fidel Castro abandonó al hermano del “Che” Guevara mientras el Vaticano pedía por él” consigna que cada vez que el tema de la sistemática violación de los derechos humanos en la Argentina era evocado en Naciones Unidas –es decir, todos los años- para debatir si se enviaba o no una comisión de inspección, La Habana votaba en contra y se ocupaba además de conseguir otros apoyos para la dictadura argentina entre los demás países miembros del grupo llamado de No Alineados.
Eso explica que Fidel, nos recuerda la periodista y escritora argentina, “en sus interminables discursos de cada 1º de enero –aniversario de la Revolución Cubana-, al llegar el capítulo internacional, momento en que hacía el panegírico de la lucha de los pueblos del mundo contra la opresión imperialista, condenaba a todas las dictaduras que rodeaban a la Argentina –Chile, Paraguay, Uruguay, Brasil, Bolivia- sin mencionar jamás a la Patria de quien según él, había sido uno de sus mejores amigos, el Che.”
“Mis amigos –contaría Martín Guevara años después- no sabían por qué estábamos exiliados en Cuba y lo dudaban cuando yo se los explicaba. Daba la sensación de que no teníamos (en Argentina) un gobierno lo suficientemente malo como para exiliarnos, ni como para que mi padre estuviese preso ocho años y medio, ni como para que se superase varias veces la cantidad de muertos de Chile”.
¿Se estarán debatiendo estas “omisiones ” en la Cuba aperturista de Raúl Castro o en la Venezuela de Maduro?
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