“Lo que está en la base del cambio positivo, tal y como lo veo yo, es el servicio al prójimo”.
“Difícilmente se puede construir algo si prevalecen la frustración, la amargura y el sentimiento de impotencia”.
“La caída del Muro de Berlín da lugar a lindas imágenes. Pero todo empezó en los astilleros”.
“La única y fundamental fuente de nuestra fuerza es la solidaridad de los trabajadores, los campesinos y la intelligentsia, la solidaridad de la nación, la solidaridad de las personas que buscan vivir con dignidad, verdad y en armonía con su conciencia”.
“Por ahora, el capitalismo trabaja para producir más dinero, pero no ve a la gente. Este problema se está agravando en todo el mundo”.
La derrota del comunismo y el fin de la Guerra Fría fue un éxito con muchos padres. Todos ellos merecen crédito por haber contribuido a lograrlo de forma pacífica. Pero es imposible no inclinarse, como un hijo obediente, ante el campeón supremo de la causa de la libertad: el papa Juan Pablo. Lo hago recordando el milagro que provocó el papa, que dotó de sentido y confianza a nuestros esfuerzos y cambió la faz del mundo. Durante su primera peregrinación en Polonia, el Santo Padre pronunció dos frases de gran significado: “No tengáis miedo” y “Renovad la faz de la tierra”. El papa nos mostró lo numerosos que éramos y nos mostró el… poder que teníamos si nos uníamos como uno solo. Dejamos de tener miedo y reunimos a 10 millones de personas en nuestro sindicato, Solidaridad, que cambió la faz de esta tierra. La verdadera fuerza del comunismo había sido hasta entonces la debilidad de la sociedad y nuestro aislamiento como individuos.
Lech Walesa, en “El papa Juan Pablo II: tendiendo puentes a través de fronteras” (2003)
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