Mi padre se levantaba muy de madrugada para ir a trabajar, y por eso en casa se leía El Diario, que llegaba a últimas horas de la tarde. No obstante, cuando me enteré del proyecto de relanzamiento del diario La Mañana, por alguna extraña razón, me vinieron a la mente recuerdos de la infancia: el lechero, con su carro y sus canastos de hierro, en los que tintineaban alegres gordas botellas de vidrio; un alemán, que cada semana, traía manteca y huevos; un tío, que cada mes traía el vino en damajuana de una bodega para la cual trabajaba; y por supuesto, el diariero, que traía en papel, y en blanco y negro, las últimas noticias. Un día, el titular informaba sobre las vedas de carne o la llegada de Uruguay a los cuartos de final en México ´70, y otro, sobre los atentados de los tupamaros o el primer triunfo de Nacional en la Copa Libertadores de América en 1971. Entrados los setenta, recuerdo que se multiplicaban las noticias sobre paros, huelgas, y actos subversivos, hasta que finalmente, llegó el golpe de Estado del ´73. En ese entonces, yo tenía nueve años…
Con el tiempo, me fui enterando de que tal diario, era más bien del sector político tal, y que tal otro, respondía al sector cual. Que a través de los diarios se informaba, se daban noticias objetivas sobre los hechos de la jornada. Pero también se marcaban tendencias, se emitían opiniones: se incidía en la opinión pública.
Recuerdo que, en mi adolescencia y juventud, el relato de los hechos concretos iba por su lado, y estaba a cargo de periodistas profesionales que procuraban ser objetivos. Mientras tanto, las columnas que aparecían en la página editorial, mostraban la opinión de distintos personajes sobre temas de actualidad.
Algo de esto aún subsiste, pero en ciertos medios hay mucha mescolanza…, y creo que es bueno distinguir entre descripción de hechos, y opinión. Porque no parece saludable usar las noticias para opinar, ni hacer pasar meras opiniones por hechos comprobados. Tengo la esperanza de que el nuevo La Mañana recupere este estilo de los viejos diarios, claro, nítido, contundente. Un estilo que llame al pan, pan, y al vino, vino, en el que el periodista informe, y en el que quien opina, lo haga con honestidad y libertad.
Esta distinción importa, porque a diferencia de lo que ocurría en mi infancia, hoy los medios a través de los cuales la opinión pública se informa, tienden a infinito. Entonces… ¿cómo elegir un medio en lugar de otro? ¿Cómo decidir por un diario, por una radio, por un informativo de televisión, o por un blog? ¿Dónde se puede hacer la diferencia? Creo que la clave es la misma que en la política… y que, como en aquella, está en la ética. En la responsabilidad y en la seriedad. En la veracidad y en la confianza que sea capaz de generar en el lector, un auténtico medio de comunicación: de información y de opinión.
Auguro por tanto a este viejo-nuevo diario La Mañana, el mejor de los éxitos. Entre otras cosas, porque cuando se trabaja con seriedad y responsabilidad, los medios de comunicación contribuyen a mejorar la calidad de la democracia. Y, además, porque conociendo a los promotores de esta iniciativa, imagino que no sólo los anima transmitir “la letra” de cada nota, sino también “el espíritu” que la vivifica. Lo cual es, en sí, una muy buena noticia.
Me identifico totalmente con este artículo. En mi casa también se compraba El Diario y solamente con ver El logo de La Mañana volví a aquellas décadas del 60 y 70, las mismas sensaciones y los mismos recuerdos. Cuando el periodismo era diferente, menos comercial que el de hoy.
Me alegra mucho que La Mañana esté de nuevo.