Tras el balance del año que se va, es natural ponernos algunas metas para el año que comienza. A mí me ayudó a formular mis propósitos para 2023 una conferencia (https://www.youtube.com/results?search_query=ruben+peret%C3%B2+rivas+modernismo) dictada por el prestigioso medievalista argentino, Prof. Rubén Peretó Rivas. En ella decía que los medievales eran hombres que en general tenían bastante en cuenta el plano espiritual de la realidad, mientras que nosotros tendemos a ver con mucha frecuencia solo el plano material.
Se nos dirá que el hombre medieval, porque creía en cosas inmateriales e invisibles, era supersticioso. Es cierto que a veces caía en la superstición, pero sabía que la realidad no es solo material, y en eso nos aventajaba. Porque hoy, la única realidad que se tiene en cuenta es la que se puede ver, tocar, medir, pesar… El hombre moderno ha olvidado la existencia de realidades inmateriales que rompen los ojos.
El odio y el amor, la propia conciencia… ¿no son acaso realidades inmateriales evidentes, aunque no se puedan medir ni pesar? Alguno dirá que esto no prueba de la existencia de Dios. Cierto, pero lo que sí prueba es que no todo es materia: no todo es mensurable, no todo se compra o se vende. Una sociedad puramente material sería un infierno. De hecho, lo es…
Frank Sheed lo dice en su libro “Sociedad y sensatez” cuando habla del error fundamental de Marx: “En Karl Marx –dice– se observa esta ignorancia del hombre en su estado puro. Las democracias occidentales no saben lo que es el hombre o no se cuidan de ello. Con todo, tienen alguna noción de lo que desean los hombres y de cuáles serán probablemente sus reacciones. Marx, no. Tanto los que están de acuerdo con él como los que discrepan convienen en llamarle sociólogo. Pero Marx no era de ninguna manera un sociólogo. Era sencillamente un matemático. Examinemos este problema de aritmética: si un muchacho puede segar un campo en dos horas, ¿en cuánto tiempo lo segarán dos? La respuesta es, naturalmente, en una hora, pues dos muchachos emplearán la mitad del tiempo que emplea uno. Pero esto son matemáticas. En realidad, los dos muchachos comenzarán a charlar, a discutir, hasta se pelearán; dejarán irremediablemente enredadas las segadoras y se marcharán a nadar, y ya no volverán. Esto es sociología”.
Según Sheed, Marx “resolvía todos los problemas sociales sin tener en cuenta el elemento humano. Le hubiera bastado observar al primer hombre que encontrara para convencerse de que la sociedad sin clases no podía formarse con seres humanos. Pero no observó. Tenía su propia teoría sobre lo que es el hombre y ¡no tenía necesidad de mirar más!”.
El problema del hombre actual es que nace “vacunado” con el “chip” del materialismo y esto le impide elevar la mirada por encima de sí mismo. Mientras no admita que es un ser creado a imagen y semejanza de Dios, mientras desconozca el origen, la naturaleza y el fin para el que fue creado, por mucha ciencia y técnica que domine, no podrá crear una sociedad a la medida humana.
Es cierto que el hombre siempre quiso cambiar –hoy se le llama “progresar”–. Pero al decir de Françoise Chauvin, “en otro tiempo deseaba ese cambio para acercarse a aquello que no cambia, al paso que hoy quiere cambiar para adaptarse a lo que de continuo cambia… Ya no se trata de ganar altura, sino de llevar la delantera; no de superarse, sino de no dejarse adelantar”.
En otras palaras –dice Peretó–, lo que hoy importa es correr, ganar dinero y comprar cosas que nos permitan seguir corriendo –no importa hacia donde–, para evitar que nos agarre el tsunami de la pobreza. El domingo ya no es para descansar el alma en Dios, ni para contemplar el sentido de nuestra vida, sino para cargar las pilas para volver al trabajo.
Nos quejamos de que el mundo ha perdido la chaveta, pero somos los primeros en correr de un lado a otro, sin darnos tiempo para la oración, para la lectura, para la Misa, e incluso para pasar muy buenos momentos en familia y con amigos. Con frecuencia es cierto que necesitamos correr para llegar a fin de mes. Pero también es cierto que a veces nos creamos necesidades.
Mi balance dice que he corrido más de lo debido. Por tanto, me propongo correr menos, parar la pelota y mirar hacia arriba –¡hacia las estrellas!–. Porque el arco, en la cancha de la vida, está en el Cielo. Es ahí donde tenemos que apuntar.
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