La ciudad de Austin (Texas), se ha convertido en los últimos años, en un símbolo de libertad frente al totalitarismo “woke” (también conocido como “cultura de la cancelación”) que campea en los Estados Unidos. Desde el cineasta Quentin Tarantino hasta la empresa Tesla optaron por trasladarse de California a Austin para eludir la censura que el autoritarismo progresista impone a quienes cuestionan los dogmas políticamente correctos.
Por eso no es casual que el pasado 8 de noviembre se haya fundado en esta ciudad la novel Universidad de Austin (UATX), cuya misión es promover la libertad de expresión y buscar la verdad sin prejuicios ideológicos. El presidente de la UATX, Pano Kanelos, ha dicho que las universidades estadounidenses proporcionan a sus estudiantes todo lo que necesitan, “excepto agallas intelectuales”, y que por eso esta universidad será “ferozmente independiente –financiera, intelectual y políticamente–”. La UATX procurará combatir el subjetivismo como única fuente de conocimiento, y ayudar a sus estudiantes a “distinguir entre lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo”.
El consejo de asesores de la UATX está integrado por destacadas personalidades. Algunos de ellos fueron víctimas de la “cultura de la cancelación”, como Bari Weiss, experiodista de The New York Times o Kathleen Stock, exprofesora de la Universidad de Sussex. También figuran en la lista David Mamet, ganador del Premio Pulitzer y Niall Ferguson, historiador.
Según Ferguson, la universidad en Estados Unidos padece serios problemas, pero ninguno tan grave como el cercenamiento de la libertad académica, provocado por la cultura de la cancelación. En los últimos 20 años, se cancelaron cerca de trescientas conferencias porque los disertantes tenían posturas “inadecuadas” frente a ciertos temas. En otros casos, se eliminaron materiales y cursos enteros por considerarlos “ofensivos”.
Para Kanelos, “semejante censura solo era posible en regímenes opresivos de países lejanos. Pero resulta que el miedo puede llegar a ser endémico en una sociedad libre”. Tan atrapado está el sistema en la cultura de la cancelación, que la única forma de cambiar algo era crear una nueva institución.
La UATX otorgará títulos de pregrado y maestrías, y seleccionará a sus alumnos solo por su expediente académico. Algunos de los cursos con los que la nueva universidad tiene pensado arrancar son “cursos prohibidos”, que tocaran algunos de los temas polémicos.
El proyecto estrella de la UATX será un curso de grado de humanidades que, en los primeros dos años, formará en filosofía, arte, literatura, ciencias, matemáticas, economía y política. Solo después de recibir esa formación, podrán orientarse a distintos campos como empresa y liderazgo, política e historia aplicada, educación y servicio público o ingeniería y matemáticas.
Para facilitar el acceso, la UATX piensa recortar la “parafernalia consumista” que se brinda en otras universidades (gimnasios, restaurantes, locales de ocio), y reducir al mínimo el personal administrativo.
En un reciente artículo titulado “¿Inquisitivos o inquisidores?”, el Dr. Ricardo Calleja Rovira, profesor del IESE Bussines School, ha dicho que “la cuestión decisiva” que aquí se plantea “es la relación entre tres modos de ver la universidad”: “la woke, la liberal, y la clásica-cristiana”. Y que si bien es más fácil “que se integren lo liberal y lo clásico”, no está del todo claro que “la libertad absoluta de pensamiento, expresión y cátedra” que afirma el liberalismo “como condición necesaria –y acaso suficiente–” para encontrar la verdad, sea el camino correcto.
Y es que, si bien la UATX nace con el noble fin de defender la libertad en un ambiente universitario totalitario, macartista, donde nadie que discrepe con la corrección política puede expresarse libremente, conviene tener en cuenta que la cultura woke es consecuencia directa de un liberalismo relativista llevado hasta sus últimas consecuencias.
A nuestro juicio, la libertad es necesaria; pero no es suficiente. ¿Qué es lo suficiente? La verdad. La capacidad de adecuar el entendimiento a la realidad. La humildad para aceptar que algunas verdades últimas –metafísicas–, una vez descubiertas por la razón, no pueden ser cuestionadas. Solo si se admite que ciertas verdades son el fundamento último e inamovible de la realidad, se podrá evitar la caída en el relativismo que engendró la cultura woke.
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