En El Observador del pasado fin de semana en su página de opinión, el director de este medio, Dr. Ricardo Peirano, le dedica su habitual editorial a responderle a nuestra columna del semanario La Mañana titulada “Un periódico con dos caras”. Concluyendo su endeble respuesta, sentencia: “La libertad es libre. Y cada uno es libre de entenderla o no… por lo que puede ser responsable ante la ley”.
Desearíamos pensar que no se trata de una amenaza. Porque el argumento de acudir a la Justicia es un muy conocido recurso que utilizan habitualmente los enemigos de la libertad de prensa, reiteradamente denunciado por las mayores organizaciones de defensa de la libertad de expresión.
Hubiera sido más razonable –y elegante- que el Sr. Director de El Observador, más que asumir un plañidero tono de ofendido por nuestra columna, se hubiera dado un baño de humildad y advirtiera la temeridad que significó que en un artículo sobre un hecho que ocurrió hace 63 años (que tanto su línea argumental como su tema jamás impugnamos), se introdujera a fórceps al líder de Cabildo Abierto y a su abuelo fundador de La Mañana. Un penoso recurso que además mantiene una coherencia absoluta, con la obstinada campaña que su empresa periodística se propuso en crearle al nuevo partido político desde su nacimiento, la etiqueta de “extrema derecha”. Y como no podía ser de otra manera, vincularlo subliminalmente con la CIA y con toda la parafernalia del “imperialismo yanqui”, a la que son tan adictos, aún hoy, algunos cuadros de izquierda que quedaron congelados en la dialéctica sesentista.
El artículo que desbordó el vaso de nuestra paciencia trata de la llegada al Uruguay procedente de Checoeslovaquia en el año 1957, del Presidente de Guatemala, Jacobo Arbenz, quien fuera derrocado tres años antes por un golpe de estado y a quien la CIA espió durante toda su estancia en nuestro país, en plena Guerra Fría. Todo un novelón donde el espionaje juega un rol fundamental.
Ya que al Sr. Director le preocupa que se recurra a una herramienta tan elemental y tan difundida como Google, allí puede encontrar fácilmente la investigación de Roberto García “La CIA y los medios en Uruguay: El caso Arbenz” que da cuenta que el espionaje sí existió y sus colaboradores de la agencia norteamericana eran en nuestra plaza un matutino que hacía yunta con El Mercurio de Chile. En ningún momento se menciona al “otrora tan prestigioso matutino riverista…”. Por otra parte, La Mañana y El Diario, como su fundador, fueron acérrimos defensores de algunos de los logros de la VII Conferencia Panamericana realizada en Montevideo en diciembre de 1933: la no intervención, la autodeterminación de los pueblos y la supresión de la enmienda Platt en Cuba.
La Mañana se ocupó de la llegada del mandatario derrocado, como todos los medios de comunicación del país. Pero el periodista de El Observador, destaca solamente el anuncio publicado por La Mañana y sin que tenga relación ninguna con el tema “aclara” que La Mañana fue fundada 40 años antes de ese hecho, por el Dr. Pedro Manini Ríos. Deja en claro además su intención deliberada cuando sigue “aclarando” que se trata del abuelo del General Manini Ríos, líder de Cabildo Abierto.
O sea: un hecho que acaeció hace más de seis décadas se retrotrae al nombre de Manini, ¡quien aún no había nacido! ¿Por qué? Porque la nota trata de golpes de estado, de espionaje, de la CIA.
Y lo que El Observador está haciendo desde que el General Manini decidió entrar en la política, es echar sombras sobre sus convicciones democráticas y su sometimiento a las leyes, aprovechando el viento a favor que le significan sus charreteras en el imaginario de algunos sectores ideologizados de la población.
El General Manini seguramente estará muy orgulloso del apellido que lleva, pues lo inscribieron entre los de los pro hombres de la Patria, tanto su abuelo, senador, Ministro y fundador del Partido Colorado Independiente, como su padre Alberto, que fue diputado, y su tío Carlos, que ocupó numerosos ministerios, fue senador y embajador entre otros cargos.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
En ninguno de los órdenes de la vida la libertad es un valor absoluto que se pueda ejercer en forma irrestricta. Decir que tu libertad termina dónde comienza la mía es un lugar común que facilita la comprensión de un término tan manido. También se le puede agregar: un freno en la concepción de la sociedad, fundada en la idea del bien común…
Los periodistas deben tener garantías y amplia libertad para informar, pero los ciudadanos deben también de gozar plenamente del derecho a su buen nombre lo que en términos castizos se denominaba honra.
Hay periodistas que desinforman a sus lectores con campañas burdas, que poco influyen en el público medianamente informado, pero hay campañas de desinformación más sutiles, empleadas muchas veces por diarios con imagen de serios, con el fin de empañar o aún destrozar injustamente la reputación de una persona o una institución. Y ello, curiosamente, ¡sin faltar a la verdad!
Cavilando estos días sobre la campaña de desinformación que lleva adelante El Observador contra Cabildo Abierto y muy concretamente contra su líder, nos vino a la memoria un suceso que deja en claro cómo se puede tergiversar una información sin alterar los hechos ocurridos.
Cuando un famoso diplomático británico llegó a Nueva York, un amigo le advirtió sobre los reporteros de los tabloides estadounidenses. Uno de ellos le hizo al diplomático la siguiente pregunta: “¿Tiene Ud. pensado visitar los clubes nocturnos durante su visita a Nueva York, Lord Selwyn?”
Selwyn replicó: “¿Hay clubes nocturnos en Nueva York?”
A la mañana siguiente el periódico del reportero tenía un artículo que comenzaba:
“¿Hay clubes nocturnos en Nueva York?” Esa fue la primera pregunta que hizo ayer el diplomático británico Lord Selwyn cuando llegó…
¿Fue veraz la historia? Fue, porque esa fue la primera pregunta que hizo el diplomático. ¿Faltó a la verdad el reportero? No, no faltó a la verdad, pero ¿refleja la “historia verdadera” que se está relatando? No, sin duda se está desinformando a los lectores, pese a estar narrando con exactitud lo ocurrido.
Así se hacen campañas de desinformación con sutileza malintencionada en algunos medios, con el escudo de no estar faltando a la verdad.
Basta con omitir parte de una exposición, a veces solo una palabra, con alterar en un título con grandes titulares el espíritu del discurso, con no respetar el contexto ni los matices que da la gesticulación o las pausas, etc. y a cualquier dirigente se le hace decir lo opuesto de lo quiso trasmitir, sin necesidad de inventar nada.
Así fue como El Observador fabricó la imagen del chovinismo de Cabildo Abierto. Para que el etiquetado de “extrema derecha” fuera más verosímil de penetrar al público, sobre todo el más fácil de impresionar –al sur de Avenida Italia- había que crear una prueba. Y así fue que a 20 días de que Manini se lanzó a la actividad política, en un clásico “cara a cara” en la localidad de San Ramón, aplicando el método de dialogado con el público, alguien le acotó su preocupación por las supuestas ventajas que gozaban los inmigrantes que estaban ocupando los lugares de trabajo de los uruguayos (seguramente en las pollerías de la zona) preguntándole qué opinión le merecía.
Manini fue muy claro en su respuesta que además fue registrada en el informativo de Subrayado ese mismo día. “Nosotros creemos que el inmigrante, bienvenido sea, que se incorpore al mercado laboral, pero siempre en las mismas condiciones que el uruguayo”, dijo textualmente.
Al día siguiente, el 23 de abril El Observador titula en su tapa con grandes caracteres: “Manini Ríos cuestiona que los puestos de trabajo sean ocupados por extranjeros”
Ya no fue que preguntó en dónde quedaban los clubes nocturnos, simplemente era una declaración de guerra a los extranjeros, y aunque en el título de la crónica en la página 5 del diario no insisten con la palabra “extranjero” reinciden nuevamente falseando su respuesta: “no se puede permitir que haya desocupados uruguayos para darle mano de obra a los de afuera”.
El resultado no se hizo esperar. Titula la pagina 11 de El Observador del día 26: “Manini habló de los inmigrantes y se tiró encima a los políticos… lo llamaron xenófobo”. Ni La Mañana ni Manini, que se reconoce seguidor de las ideas de Rodó y Methol Ferré, puede considerar a un inmigrante de Nuestra América como extranjero.
Cómo en lugar de buscar un espacio para “un cambio de ideas que, aún en la discrepancia, pudiera generar algo positivo para la sociedad” desde el mismo medio de prensa se pretende fabricar una fábula, con el único objetivo de liquidar – al nacer- al líder embrionario de una causa, seguramente considerada peligrosa para ciertos intereses.
El director de tan importante emprendimiento editorial no debería rehuir su responsabilidad, dándole a su empresa un carácter de autogestión. En ningún colectivismo, ni siquiera en los koljoses de la desaparecida URSS, ni en las empresas autogestionadas de la disidente Yugoeslavia nunca faltó una disciplinada conducción en sus cuadros directivos. Aún la visión de los socialistas iniciales como Owen con sus comunidades de desempleados, con los niños autoritariamente arrebatados a sus padres para ser educados por la comunidad. O Charles Fourier con sus “falansterios” rurales con tanta penetración en el romanticismo tolstoyano ruso, dejaban librados sus proyectos utópicos al azar, ni mucho menos a la supuesta voluntad de sus comunidades de adherentes.
Editor de La Mañana