“Tomar a la muerte como parte de la vida, saber que hay muertes por infecciones graves y apelar a la sensatez”. Esta reflexión es del ministro de salud publica, el Dr. Daniel Salinas y fue realizada hace poco más de un año, a tan solo 15 días de comenzada la emergencia sanitaria. Eran momentos donde mucho desconocíamos, y donde la incertidumbre con miedo excesivo ganaba cada vez más incidencia en nuestras decisiones y acciones, al mismo tiempo que de a poco comenzaba a disminuir mucho la capacidad de análisis, de razonar y actuar con criterio sobre la realidad.
Con sentido común y conocedor de la salud desde adentro, Salinas no hacía otra cosa que intentar generar un marco de confianza y tranquilidad, para atender el problema y encararlo de forma razonable e integral. Tratando de que el miedo no se convierta en pánico, y de que la histeria, la intolerancia y la demagogia no perjudiquen las decisiones, tanto de la gente como de los actores políticos.
Tan convencido estaba el ministro de su pensamiento, que lo repitió más de una vez siendo más claro aún: “La muerte es un fenómeno que es parte de la vida, es el final de la vida. No nos tenemos que dejar llevar por la pasión y debemos ser firmes, solidarios pero sobre todo proactivos”
Si bien esto fue dicho al comienzo y en distinto contexto, a mi entender nunca pierde vigencia y debería ser tenido en cuenta siempre a la hora de discutir estos temas tan sensibles. Si lo que queremos es entender y generar acciones para superar el problema.
Interpretar bien la realidad
Ahora, si la incomprensión, los intereses particulares y el miedo desmedido se imponen, hay muchas más posibilidades de cometer errores y equivocar los caminos.
Si hay algo que se precisa para enfrentar una crisis como esta, es interpretar bien la realidad, de forma integral, teniendo calma, apertura y dejando los intereses mezquinos de lado.
La mezcla de intereses, las disputas y los enfrentamientos permanentes, solo llevan a profundizar heridas y a crear nuevas divisiones, así como también a la improvisación y a buscar soluciones con propuestas demagógicas e inútiles, que solo sirven para generar mas daño y lesionar la confianza de la gente.
Lejos en el tiempo quedaron las reflexiones del ministro y lamentablemente poco lugar tuvieron en la conciencia de mucha gente, era algo esperable, con publicaciones de cifras diarias, maratones mediáticas y profesionales presionando constantemente con alarmismo, no hay cabeza que aguante.
El análisis y el pensamiento sobre la realidad, quedó casi anulado y suplantando por reacciones mas emocionales que racionales. Casi todas las posturas, las propuestas y las acciones tienen como base, números parciales que son publicados todos los días a la misma hora en cadena y repetidos hasta el cansancio, es tal la contaminación de nuestro inconsciente que cada vez que nos enteramos de un fallecimiento, lo primero que se nos viene a la mente es; ¿habrá sido por covid?
Los oportunistas
Encima para entreverar, aparecen por todos lados una enorme cantidad de pseudoexpertos que difunden gráficas o ranking internacionales de posiciones, de esos que hay miles y cada uno puede encontrar a su propia conveniencia. Para luego ubicarse en la tribuna a señalar con el dedo y gritarle al adversario como si se tratara de una competencia deportiva, pero esto no son goles, se trata de vidas. Cuanto más sensible o vulnerable está la población, más aparecen los oportunistas a intentar capitalizar datos sin contexto, sin análisis, y a caranchear sobre esas vidas que se pierden.
Puede parecer frío e insensible, ¿pero como se puede sacar una conclusión tan rápido, a raíz de la publicación de una cifra diaria? Si yo no comparo con el total por todas las causas, con los datos históricos anuales o con las enfermedades similares. Como se puede decir que todas son muertes evitables si no se tiene en cuenta historia clínica, la genética de la población, la estación y otros tantos factores que inciden. ¿Cómo se puede asegurar tan livianamente que tomando otras medidas se podrían haber evitado muchas muertes? ¿Por qué no ponemos también en el análisis, las muertes que se pudieron evitar justamente por mantener algunas libertades y no tomar esas medidas restrictivas tan demandadas?
Hace un tiempo el MSP publicó un informe preliminar sobre la mortalidad global 2015-2020. En dicho informe se publica el desglose de cada causa, y también el total por año. En 2020 murieron 32.640 por todas las causas, cifra menor desde 2015 a la fecha.
Sin embargo, hoy muchos se indignan y se preocupan porque entienden que esto es una catástrofe, que se naturalizan determinada cantidad de muertes por esta enfermedad. Pero estos indignados al mismo tiempo invisibilizan y pierden sensibilidad por otros problemas tan graves y otras muertes igual de dolorosas, que no son parte de ningún contador, ni curva de gráfica.
Muertes evitables existen desde siempre y son por muchas causas, muertes por la conducta de la gente también hay muchas. Pero como podemos saber y hacer una acusación tan liviana sobre la cantidad que podía haber evitado el gobierno. ¿Vamos a entrar en esa dinámica para discutir? Y si otros preguntan; ¿cuantas podría haber evitado el gobierno anterior en 15 años por la falta de CTI en algunos lugares? ¿O cuantas de ayer y hoy son responsabilidad de gestiones anteriores? Además, ¿sabemos cuántas se evitaron en el mundo por covid?
Yo creo que entrar en ese camino no sirve para nada, solo señalamientos y discusiones estériles, que alejan y dividen aún más.
Ya hemos dicho aquí más de una vez, que la omisión de asistencia se está dando desde el primer día y que el primer nivel de atención no está funcionando, pero esto no parece ser parte del análisis.
Muchos están obsesionados con el reporte diario, e incluso de él depende su conducta o el tono de la opinión que van a dar, a veces hasta queda en evidencia que se aprovecha del miedo y el dolor de la gente para imponer posiciones y sacar ventajas. Se han llegado a diseñar y difundir imágenes publicitarias con conteo de muertes, atribuyendo y estableciendo culpables, la bajeza no ha tenido límites.
Los intereses corporativos y electorales buscan ser efectivos desde lo emocional, algo que prevalece hoy en el grueso de la población. Por esto ha quedado de lado por completo lo racional, la investigación, la evidencia y los argumentos serios para encontrar el mejor camino.
Con argumentos y honestidad, sobre política se puede discutir de todos los temas, hasta los más sensibles. Pero usar muertes para hacer política partidaria y dañar a un adversario es una miseria difícil de aceptar y de olvidar.
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