“El debate académico y profesional se vio sumamente afectado, inhibiendo a muchos destacados investigadores y catedráticos de decir sus opiniones. Plantear diferencias sobre la ideología de género, el cambio climático, el garantismo judicial y el laicismo o proponer el servicio militar para jóvenes, por ejemplo, han sido motivo de castigo a los que se atrevieran a sugerirlo”.
30 semanas de La Mañana, 23-1-20.
Los últimos hechos que han aquejado a la ciudadanía en materia de seguridad pública ponen en tela de juicio lo realizado hasta el momento. Este año hubo casi la misma cantidad de homicidios que en 2019, año que tuvo el índice más alto desde que se lleva su contabilización: 11,49 homicidios cada cien mil habitantes
En definitiva, 2023 fue un año de pruebas en todo sentido. La partida de Hugo Manini Ríos, líder de esta redacción, que supo volver a encender la llama de este medio, fue la más difícil de ellas. Porque no solo perdimos a un gran hombre cuya agudeza de ingenio era capaz de indagar en los más hondo de nuestra realidad circundante e internacional, sino también a un padre, un amigo, un maestro.
No obstante, continuar su legado es una forma de seguir honrando su memoria. Hugo nos dejó un mapa intelectual. Y seguir pensando a través de sus claves bibliográficas, a través de sus originales puntos de vista es una tarea que nos motiva y engrandece. Uruguay no debe caer en la típica homogenización de la cultura y el pensamiento que tan predominante se vuelve en casi todo el mundo. Es un deber nacional cuidar como un bien cultural a los distintos referentes que han formado parte de la historia de este país, realizando su aporte desde distinto ángulos, creencias y pareceres.
Porque es obvio que el maniqueísmo cultural tan de moda en tiempos de las redes sociales no debería seguir ganando terreno, y resulta evidente que la complejidad de la realidad que debemos enfrentar no es asequible en términos absolutos. Por lo que parece imprescindible –tal como pensaba Hugo– el trabajo mancomunado de los distintos partidos políticos, de las diferentes organizaciones sociales y sindicales, como también de las gremiales empresariales, para darle solución a los problemas que aquejan al país desde hace décadas, y para los cuales no ha habido una solución eficaz en todo este tiempo.
Por esa razón, en el último editorial del año no haremos el típico balance sobre los distintos sucesos que tuvieron protagonismo en nuestra república, como fueron la sequía, la causa de los pasaportes, las polémicas en la Fiscalía General de la Nación y en la Comisión Técnico Mixta de Salto Grande. Nos parece que hay un tema impostergable en estas fiestas: la seguridad ciudadana.
La situación ha alcanzado un nivel de gravedad que debería ser –ya mismo– una señal empírica de que no se están haciendo las cosas bien, no solo desde la Policía –que se encuentra muy limitada en su marco de acción– y el Ministerio del Interior, sino también desde el propio sistema político, en el que algunos de sus integrantes utilizan el tema superficialmente como lema de campaña electoral.
Ya en el primer lustro en el que el Frente Amplio estuvo al mando del Ministerio del Interior era evidente que el problema de la inseguridad se estaba yendo de las manos. Principalmente porque la forma de entender el hecho criminal estaba cambiando, por la expansión cada vez más fuerte del crimen organizado trasnacional en nuestro país.
Según el histórico periodista policial George Almendras ya se encontraban organizaciones delictivas operando en Uruguay desde el año 2000. A su entender, lo que alteró la crónica policial “de una manera virulenta” fue el narcotráfico y la instalación de grupos mafiosos.
De hecho, los asesores de seguridad de Cabildo Abierto vienen considerando fundamental implementación de un plan nacional estratégico de blindaje contra el crimen organizado trasnacional. En ese sentido, se plantea como indispensable comenzar a trazar una nítida frontera entre lo que son los delitos comunes, de los delitos ligados a organizaciones criminales, al tiempo que se vuelve a plantear la importancia de tener una verdadera policía proactiva que esté en contacto con la gente y con las realidades de los distintos barrios.
En definitiva, la solución para este problema no puede venir unilateralmente, ni puede implantarse un modelo foráneo sin hacer los estudios correspondientes. La respuesta debe venir del desarrollo de un pacto nacional contra la inseguridad, en el que la discusión no transite los lugares comunes a los que nos tiene acostumbrados, sino que, por el contrario, sea una visión profesional e integradora que transforme en una política de Estado garantizar la paz en nuestra sociedad.
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