“Para lograr que la mundialización aporte beneficios para todos, es preciso poner la economía al servicio del ser humano y no al ser humano al servicio de la economía…” declaraba con énfasis el entonces presidente de Francia Jacques Chirac, en la conferencia de la OIT del 2002.
Para más de un compatriota, esta sencilla reflexión del líder gaullista francés, le debe resultar un juego de palabras, para otros -en especial los pertenecientes a las nuevas generaciones con formación académica- les puede parecer un tópico superado de voluntarismo estéril.
En estos tiempos, de apresurados avances electrónicos, cada vez es más común rehusar la búsqueda de sanas soluciones
a los problemas humanos, en aras de un determinismo material que se los imagina como infranqueable barrera. Como si lo humano fuera ya cosa del pasado y el presente se debiera asumir por anticipado en la supuesta actitud mecánica (robótica) que inexorablemente se aproxima.
Lo más triste es que nuestro país insiste en desconocer sus verdaderos problemas y, parte de sus supuestas elites, dan la impresión que se han sepultado en esa nube de sobre información -o de estrés mediático-que les permite opinar de todo, menos encontrar soluciones sencillas a los problemas claves de nuestra realidad.
El vaciamiento del medio rural, lejos de ser visto como una calamidad, es considerado un fenómeno normal. Para más de uno ‘el mercado lo ha decidido así’.
Y no es un fenómeno suscitado por la pandemia, ni mucho menos surgido en estos escasos 18 meses del nuevo gobierno.
Una de las actividades más nobles del campo uruguayo es la lechería, como toda tarea de producción intensiva de la tierra.
Desde hace años en ciertos círculos de encumbrados economistas, se ha venido repitiendo que hay menos tambos, pero hay la misma o más leche. No importa que este fracaso recaiga sobre una actividad familiar. Y que muchos de sus damnificados integren parte de los 200.000 marginados que conforman los tan mentados asentamientos.
Walter Frisch, presidente de la Asociación Nacional de Productores de Leche (ANPL), destacó que en ocho meses cerraron 57 tambos en una tendencia superior a la del año pasado, lo que arroja la cifra promedio de ¡un cierre de tambo cada cuatro días!
Es la misma obtusa dirección que se desplazan los que despotrican contra el Instituto de Colonización. Los que asesoran que para revertir el problema de los asentamientos hay que recurrir a los fondos destinados al INC.
Desde comienzos del siglo XX, el Uruguay supo tempranamente, con calma sabiduría, con madurez política, dar respuesta a la problemática social, anticipándose a los problemas.
El INC creado oficialmente en 1948 tuvo su antecedente en 1905 – era el país liderado por Barlle y Ordoñez, Manini Rios y Domingo Arena- en la primer disposición de Colonización, la ley 3006 que firmaba Juan Campisteguy como presidente de la Asamblea General y que declaraba “ se declara de utilidad pública la expropiación de campos de pastoreo destinados al ensanche del ejido de la ciudad de Paysandú y a la formación de colonias agropecuarias en el departamento del mismo nombre”. Era una de las tantas ofensivas que se adelantaron a los reclamos sociales violentos que tanto afectaron al resto de nuestra América pocos años después.
Hoy se está asistiendo impávidos a los agresivos reclamos de algunas organizaciones que ocupan violentamente propiedades territoriales. Los Mapuches en Chile y la Patagonia argentina, los Sin Tierra (MST) renacen en Brasil, y en Perú el nuevo presidente Pedro Castillo anuncia con bombos y platillos una nueva reforma agraria.
Pero más sorprendidos nos deja a nosotros, que justo en el momento que en gran parte de la región suramericana recrudecen intempestivos reclamos acompañados de usurpaciones territoriales, sorprende esta actitud un tanto autista, lo poco que se ha valorado el disponer de un Instituto, que ha sabido canalizar por andariveles pacíficos y ordenados, la vocación de poseer una fracción de tierra en forma pacífica .
Si la estructura del organismo se hubiere deteriorado en los últimos tiempos, lo que correspondió hacer era enmendar la plana, e intervenir con todas las facultades que posee nuestro Estado.
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