La vocación, el fruto de nuestro trabajo y “las ideas no son de nadie”
“Martina: las ideas no son de nadie” me respondió un día mi madre. Pero que en el fondo las ideas no “sean” de nadie, no vuelve más “ético” que una persona o grupo intente sacar provecho económico, al tiempo que se lo quita, a quienes dedicaron su tiempo para generarlas.
Un ejemplo de esto es Creative Commons (CC), organización que estimula terminar o “adelgazar” los derechos de autor de los datos que circulen por internet (¡cómo si internet no generara ganancia!) y que alentó y asesoró en Uruguay un proyecto de ley, la llamada ley de Fotocopias, promovida por algunos sectores políticos y por la federación de estudiantes universitarios (que a la vez manejan los centros de fotocopiado de la mayoría de las facultades), y que, afortunadamente, no encontró mayorías. Los principales exponentes del arte uruguayo se expresaron en contra de este proyecto teniendo que salir a explicar lo obvio: que viven de su trabajo. Enfrentar a universitarios con artistas -a través de este proyecto que habilitaba también a copiar obras musicales, teatrales, arquitectónicas, etc.- fue algo triste de vivir en mi doble condición de artista y profesional. Claramente los artistas, que por definición no ponen el interés económico en la cima de sus prioridades, tienen también necesidades que satisfacer, propias y de su prole, como todos los demás ciudadanos que deben pagar su comida, abrigo, vivienda, transporte, etc.
Es por esto que, a pesar de que desde una perspectiva “purista y ontológica” las ideas no son de nadie (que es lo mismo que decir que son de todos) se debe respetar el trabajo de quienes hacen el pan, quienes educan a los niños, quienes curan a los enfermos, quienes siembran la tierra, quienes pescan, así como quienes crean cultura con sus ideas, remunerándolo. El dinero es el modo que tenemos de interrelacionarnos en lo que respecta a la satisfacción de nuestras diferentes necesidades (materiales y culturales) y ha cobrado más importancia cuanto más nos hemos ido especializando en una sola cosa y debemos apelar a otros para conseguir aquello que no producimos. Otro “distinto cantar” es la eternización y acumulación de capitales a lo largo de las generaciones que provocan las inequidades desde el origen.
“Todo va a cambiar, todo el tiempo, para bien y mal, a la vez. Dosmilveinte, dosmilcien, todo va a cambiar y ya… Lucilo como un collar, sufrilo como soga”. “A veces no domino este manubrio, en el amar ninguno es eminencia, tendré que atravesar la turbulencia, antes que todo se me haga mercurio. No sé si es beneficio o maleficio, poder ver tan de cerca los anzuelos…”.
M. Buscaglia.
“…de madrugada, con el rocío brillando al sol, amanecí en la carretera con pensamiento de caracol… muy despacito me voy moviendo, pero se bien en qué dirección, mi caracola me está esperando, caracolito jugando… yo no me asusto de la tormenta, tampoco el frio es preocupación, vivo la vida naturalmente y siempre tengo presente, caracolito, dijo mi vieja, tené cuidado allá en la estación, hay unos bichos para los cuales la construcción y la destrucción son iguales…”.
Gustavo Pena.
“…me faltan tantas cosas que me duelen las manos.
Que se alargan dolientes, pálidas y vacías.
Da hasta miedo seguir.
Si con tan pocos años pesa tanto la vida”.
I. Vilariño.
Es bien cierta esa frase que dice “derecho de autor, salario del creador”. Cuidemos a nuestros creadores, porque ellos hacen de este país y del mundo, un lugar mejor. ¿Cómo serían los días sin música, sin cuentos, sin poesía, sin novelas, sin ensayos, sin cine?
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