Los controles de precios constituyen una herramienta de política industrial mediante la cual los gobiernos establecen normas en base a las cuales las empresas privadas pueden cobrar a sus clientes. Este es un instrumento diferente a la gestión macroeconómica de la inflación a través de la política monetaria, que fijando las tasas de interés –alternativamente la cantidad de dinero o el tipo de cambio–, apunta a un control indirecto del nivel general de precios. Los controles de precios, por otra parte, adoptan una forma más directa: son instrucciones a productores específicos sobre cuánto pueden o no exigir legalmente por sus productos. Aunque en última instancia no sean del todo convincentes, muchos de los argumentos contra los controles de precios son respetados por los economistas convencionales y han sido incorporados al pensamiento dominante sobre el funcionamiento de la economía. Como argumentan economistas libertarios como Friedrich Hayek, el sistema de precios “economiza el conocimiento”, refiriéndose al hecho que los precios transmiten de forma accesible mucha información a todos los participantes de un mercado, lo que les permite tomar mejores decisiones de producción y consumo. El argumento en contra de los controles de precios, por tanto, es que poner al Estado en el medio frustra la capacidad del mercado de tomar las señales de precios para realizar los ajustes en la oferta y la demanda que permitan llegar al equilibrio.
Solo hay un problema con esta narrativa sobre la autorregulación de los mercados: los mecanismos de precios desempeñan mejor su función en un mundo que los economistas llaman de “competencia perfecta”, caracterizados por supuestos raramente verificables en la realidad, tales como ganancias casi nulas de las empresas, que todos los bienes sean iguales, que no existan costos de transacción, que todos los compradores y vendedores tengan acceso a la misma información y que las empresas más grandes no tengan ventajas sobre las más pequeñas, entre otros. Como escribió John Kenneth Galbraith en su libro “Una teoría sobre el control de precios” (1980), en efecto muchas industrias están lejos de ser perfectamente competitivas. En sectores que van desde el acero hasta los automóviles, un limitado número de empresas se lleva la mayor parte de la producción. En estos sectores oligopolísticos o monopolísticos, ya existen de hecho controles de precios, solo que son fijados por actores privados, en lugar de gobiernos que rinden cuentas públicamente. De hecho, una vez que nos apartamos de los supuestos restrictivos de la competencia perfecta, existen numerosas razones por las que los controles de precios pueden ser convenientes, especialmente durante una emergencia nacional. A modo de ejemplo, los controles de precios pueden garantizar que:
- La distribución de bienes pueda darse en industrias nuevas o destruidas, donde los mercados todavía no existen, o existen de forma imperfecta
- Los Estados (y sus aliados extranjeros) puedan acceder a los suministros que necesitan sin que los espirales de precios hagan explotar sus presupuestos o enriquezcan a los monopolistas
- Exista claridad en los mercados sobre las intenciones del gobierno para la economía, ya que los rumores podrían generar especulaciones que alteren los precios
- Las industrias críticas no corran el riesgo de quebrar o ser desplazadas por importaciones, consecuencia de aumentos descontrolados en el precio de sus insumos
- El gobierno puede hacer ver la gravedad de la situación, lo que hace que el llamado a sacrificar algunas comodidades sea más defendible. También permite a los líderes empresariales conservar una reputación positiva, en lugar de ser percibidos como “especuladores de la emergencia”.
- Las poblaciones más vulnerables queden más protegidas sin tener que utilizar la brusca herramienta de una suba en las tasas de interés. De esta manera, se pueden satisfacer necesidades básicas como la alimentación y la atención médica a precios accesibles para todos los trabajadores y las familias, evitando así una revuelta en el peor momento para el gobierno
- No se produzcan bruscos aumentos en la desigualdad, como ocurre cuando la canasta de bienes que consumen los trabajadores aumenta de precio más rápidamente que los bienes de lujo consumidos por la élite, lo que hace más difícil forjar la necesaria unidad nacional que permite luchar contra una emergencia
Todd N. Tucker, en “Controles de precios: como los ha utilizado Estados Unidos y como pueden servir para forjar industrias”, Roosevelt Institute (Nov, 2021)
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